La revolución rusa de 1905 (i): causas y desarrollo

Por Pedro

Las causas de esta revolución hay que buscarlas en la situación social, económica y política rusas (ya descritas en entradas anteriores). La derrota ante Japón fue el detonante. Hubo varias huelgas y protestas de estudiantes, obreros y soldados. La revolución fue más bien un movimiento espontáneo, la participación de las fuerzas de izquierda fue tardía y nunca decisiva. Se puede considerar un ensayo de la gran revolución de 1917 ya que los factores determinantes son casi los mismos. “La Revolución de 1905 no fue sólo el ensayo general de 1917 sino también el laboratorio del cual salieron todos los agrupamientos fundamentales del pensamiento político ruso, donde se conformaron o delinearon todas las tendencias y matices del marxismo ruso”. (Trotsky) La Revolución tuvo dos manifestaciones: el Domingo Rojo y la sublevación de la marinería del acorazado Potemkin


EL DOMINGO ROJO (enero, 1905)

Padre Gapón


La Policía había autorizado a un sacerdote, el P. Gapón, para que actuase entre los obreros a fin de contrarrestar la influencia de los revolucionarios. Sin embargo, vista la realidad laboral, este sacerdote  tomó en serio las reivindicaciones de los obreros, decidió encabezar la huelga de la fábrica Putilov (la siderurgia más grande del país) y también dirigir la manifestación hacia el palacio del Zar.
Los obreros de San Petesburgos, con los metalúrgicos a la cabeza, muchos de ellos campesinos sencillos trasladados a las ciudades, creían que si llegaban al Zar ("el Padrecito") les escucharía porque Él estaba por encima de los patronos capitalistas y de los insensibles funcionarios. Así decidieron llevar  al Zar u n escrito con sus demanadas. Era un domingo de enero de 1905.
DEMANDAS DE LOS OBREROS AL ZAR. DOMINGO, 9 DE ENERO DE 1905 "¡Señor! Nosotros, trabajadores de San Petesburgo, nuestras mujeres, nuestros hijos y nuestros padres, viejos sin recursos, venimos, ¡oh Zar!, para solicitarte justicia y protección. Reducidos a la mendicidad, oprimidos, aplastados bajo el peso de un trabajo extenuador, abrumados de ultrajes, no somos considerados como seres humanos, sino tratados como esclavos que deben sufrir en silencio su triste condición, que pacientemente hemos soportado. He aquí que ahora se nos precipita al abismo de la arbitrariedad y la ignorancia. Se nos asfixia bajo el peso del despotismo y de un tratamiento contrario a toda ley humana. Nuestras fuerzas se agotan, ¡oh, Zar! Vale más la muerte que la prolongación de nuestros intolerables sufrimientos. Por eso hemos abandonado el trabajo y no lo reanudaremos hasta que no se hayan aceptado nuestras justas demandas, que se reducen a bien poco, pero que, sin ello, nuestra vi da no es sino un infierno de eterna tortura. En nuestro primer requerimiento solicitábamos a nuestros patronos que tuvieran a bien interiorizarse de nuestras necesidades. ¡Y lo han rechazado! Hasta el derecho de discutirlas nos ha sido negado, so pretexto de que la ley no nos lo reconoce. La demanda de ocho horas de jornada también fue tachada de ilegal, así como la fijación de salarios de común acuerdo; (...) Todas estas reivindicaciones han sido rechazadas por ilegales. El solo hecho de haberlas formulado ha sido interpretado como un crimen. El deseo de mejorar nuestra situación es considerado por nuestros patronos como una insolencia. ¡Oh, Emperador! Somos más de 300.000 seres humanos, pero sólo lo somos en apariencia, puesto que en realidad no tenemos ningún derecho humano. Nos está ve-dado hablar, pensar, reunirnos para discutir nuestras necesidades y tomar medidas para mejorar nuestra situación. Cualquiera de nosotros que se manifieste en favor de la clase obrera puede ser enviado a la prisión o al exilio. Tener buenos sentimientos es considerado un crimen, lo mismo que fraternizar con un desgraciado, un abandonado, un caído. (...) Tú has sido enviado para conducir al pueblo a la felicidad. Pero la tranquilidad nos es arrancada por tus funcionarios, que no nos reservan más que dolor y humillación. Examina con atención y sin cólera nuestras demandas, formuladas no para el mal sino para el bien, nuestro bien, Señor, y para el Tuyo. (...) Rusia es muy vasta y sus necesidades demasiado múltiples para que pueda ser dirigida por un gobierno compuesto únicamente de burócratas. Es absolutamente necesario que el pueblo participe en él, pues sólo él conoce sus necesidades. No le rehuses el socorro a tu pueblo. Concede sin demora a los representantes de todas las clases del país la orden de reunirse en Asamblea. Que los capitalistas y los obreros estén representados. Que los funcionarios, los clérigos, los médicos y los profesores elijan también sus delegados. Que todos sean libres de elegir a quienes les plazca. Permite para ello que se proceda a la elección de una Asamblea Constituyente bajo el régimen del sufragio universal. (...)"

En síntesis, pedían:
  • Poder negociar sus salarios y condiciones de trabajo para mejorarlas.
  • Salario mínimo.
  • Jornada de ocho horas.
  • Convocatoria de una asamblea constituyente elegida por sufragio universal.
Estas peticiones no eran nada revolucionarias en Europa, pero en Rusia, convocar una Asamblea Constituyente por sufragio universal era socavar los cimientos sobre los que se había asentado el zarismo.
Era domingo, el 9 de enero de 1905. Una multitud de hombres, mujeres y niños (unos 200.000, para otros solo 100.000, en el manifiesto se escribe “estamos aquí más de 300.000 almas”) se dirigió al Palacio de Invierno del Zar, iban cantando respetuosamente un himno zarista "Dios salve al Zar".
El Zar, poco acostumbrado a concentraciones reivindicativas, huyó; sus guardias se asustaron y los cosacos cargaron contra los manifestantes ocasionando unos 1.000 muertos y unos 2.000 heridos.

Esta brutal intervención policial conmovió a la opinión extranjera, intensificó la fuerza de la socialdemocracia y, muy importante, consagró el divorcio entre el Zar y el Pueblo. Las huelgas, marchas y manifestaciones de protesta se extendieron por todo el imperio ruso.

"Estamos en un punto de viraje en la historia de Rusia" (Lenin)

"Cada cual comprendía que la Revolución había comenzado ya; que el pueblo había perdido su fe en el Zar; que ahora había llegado el tiempo en el que el Despotismo caería abatido, en el que se levantaría el pueblo grande, fuerte y libre" (KRUPSKAIA, compañera de Lenin, desde Ginebra).
SUBLEVACIÓN EN EL ACORAZADO POTEMKIM
La segunda manifestación de la Revolución de 1.905 fue la sublevación contra sus oficiales de la marinería del acorazado Potemkim a comienzos del verano de 1905. Se levantaron ante el mal estado de la comida que les servían y la dureza con que les trataban sus oficiales.



El 14 de junio, la tripulación se hizo con el control del barco eliminando a la oficialidad. Los marineros llevaron el buque al puerto de Odessa donde se estaba desarrollando una huelga general de carácter muy violento. El 17 de junio, 5 barcos de la flota del mar Negro llegaron desde Sebastopol para reprimir el levantamiento. Uno se unió al Potemkin, y escaparon juntos hacia  las costas de Rumanía. Allí el acorazado ruso Tchesme apresó a ambos y a 75 de los amotinados.

Para Lenin, este hecho fue fundamental porque colocó al lado de la Revolución a una parte del ejército. Él había mantenido la tesis de que, en épocas de crisis, el ejército se pondría del lado de la Revolución. Este hecho fue mitificado posteriormente; sin embargo, históricamente, hay que verlo como uno más de los signos del deterioro social. En 1925, con motivo del 20 aniversario de la revolución, las autoridades soviéticas encargaron al joven el cineasta Serguei M. Eisenstein el rodaje de una película conmemorativa, "El acorazado Potemkim", una de las mejores películas de todos los tiempos.
Un ejemplo de aprovechamiento didáctico de esta película: http://www.ite.educacion.es/formacion/materiales/24/cd/m2_2/el_acorazado_potemkin.html



EN UNA PRÓXIMA ENTRADA ME OCUPARÉ DE LAS CONSECUENCIAS DE ESTA REVOLUCIÓN DE 1905.