"El arte constituirá siempre una medida para saber si una épocadada es o no un período de auge, una cima de la civilización. En unmomento de apogeo cultural las artes son sociales, no individuales;están como agrupadas y unidas en torno a un punto central, nodispersas; son ante todo representantes de su época y del pueblo,mientras que en los tiempos de disolución y decadencia sonproductos de genios individuales y solitarios y tienen su centro degravedad en el futuro o en una especie de pueblo secreto, ausente.Una época así, de plenitud, dio a luz el arte clásico de los griegos; aotra época tal, de elevación, pertenecen las artes en la esfera delcristianismo. La escultura y la pintura de la Edad Media estabanindisolublemente ligadas a la edificación; constituían unaarquitectura que representaba los anhelos y la riqueza de su tiempo.En contraposición a ese arte total y casi anónimo, nuestro arte secaracteriza por el anhelo que experimentan individuos valiosos,colocados al margen de la época. Para la Edad Cristiana laarquitectura, que ascendió al rango de signo de la construcción de lasociedad, era el símbolo de la fuerza del pueblo, mancomunada yplena de vida; nuestra época está representada por la másindividual, melancólica y dolorida de las artes: la música, el símbolode la oprimida vida popular, de la declinación de la comunidad, de la soledad de la grandeza. La arquitectura ha sido llamada músicacongelada; en la realidad histórica, sin embargo, la música esarquitectura deshelada, disuelta, licuada, que sólo aparece a travésdel alma individual. La arquitectura representa una realidad; lamúsica, el refugio del desamparo y el anhelo de una nueva realidad.Münchhausen, el inventor —que no tiene realidad salvo en lafantasía, y por tanto en la soledad—, es el tipo característico denuestro tiempo y de nuestros artistas. Lo que él hizo al erigir sufábrica con bloques de aire, lo hace la música: así como laarquitectura levanta edificios de piedra, la música construye también imponentes estructuras de gallardas torres y bóvedas audazmente cimbreadas, pero de movedizo aire. "El dominico Tommaso Campanella, filósofo y poeta, pudo ver en el futuro y tradujo su visión a palabrasresecas, descarnadas, casi inhumanas: su utopía de La ciudad delsol. Como filósofo oscilaba entre un demonismo que todo loabarcaba con su fuerza mística y que arrancaba del universalismode la Edad Media tardía y ante todo de Nicolás de Cusa, y eldetallismo y psicologismo del tipo de Gassendi y Locke. Pero en supolítica ya no viven los supuestos, impregnados de amor, de latradición cristiana, ni tampoco los del mágico revelador de poderescaracterístico del Renacimiento: en un páramo helado reinan larazón, el derecho natural y el principio estatal. Tal es lo que Campanella, escudriñando el futuro, ve aproximarse: consumado comunismo estatal. Para él ya no tienen vida alguna los vínculos yrelaciones infinitamente numerosos, las múltiples asociaciones de la época de la estructuración. Y hasta del individualismo sólo ve los aspectos más nocivos; en su sistema utópico el Estado ha abarcadoy devorado todo: el amor, la familia, la propiedad, la educación delos niños y la religión. Lo que Campanella vislumbraba era el Estadoabsoluto moderno, en el que no existen ya ni sociedad niasociaciones y que por eso es llamado socialdemocrático. Campanella, este solitario apocalíptico, ha circundado al mundo con amor, amor del cual brotaba el espíritu del pensador y hacia el cual tendía. Pero ya no existía amor en lo que él —alrededor suyo y ante sí— veía de la convivencia humana. En derredor imperaba laviolencia de lo irracional; ante sí, en el futuro, veía la violencia de loracional." Descargar: "La revolucion"
"La Revolución" (Una Filosofía social propia) - Gustav Landauer
Publicado el 08 enero 2025 por Matapuces"El arte constituirá siempre una medida para saber si una épocadada es o no un período de auge, una cima de la civilización. En unmomento de apogeo cultural las artes son sociales, no individuales;están como agrupadas y unidas en torno a un punto central, nodispersas; son ante todo representantes de su época y del pueblo,mientras que en los tiempos de disolución y decadencia sonproductos de genios individuales y solitarios y tienen su centro degravedad en el futuro o en una especie de pueblo secreto, ausente.Una época así, de plenitud, dio a luz el arte clásico de los griegos; aotra época tal, de elevación, pertenecen las artes en la esfera delcristianismo. La escultura y la pintura de la Edad Media estabanindisolublemente ligadas a la edificación; constituían unaarquitectura que representaba los anhelos y la riqueza de su tiempo.En contraposición a ese arte total y casi anónimo, nuestro arte secaracteriza por el anhelo que experimentan individuos valiosos,colocados al margen de la época. Para la Edad Cristiana laarquitectura, que ascendió al rango de signo de la construcción de lasociedad, era el símbolo de la fuerza del pueblo, mancomunada yplena de vida; nuestra época está representada por la másindividual, melancólica y dolorida de las artes: la música, el símbolode la oprimida vida popular, de la declinación de la comunidad, de la soledad de la grandeza. La arquitectura ha sido llamada músicacongelada; en la realidad histórica, sin embargo, la música esarquitectura deshelada, disuelta, licuada, que sólo aparece a travésdel alma individual. La arquitectura representa una realidad; lamúsica, el refugio del desamparo y el anhelo de una nueva realidad.Münchhausen, el inventor —que no tiene realidad salvo en lafantasía, y por tanto en la soledad—, es el tipo característico denuestro tiempo y de nuestros artistas. Lo que él hizo al erigir sufábrica con bloques de aire, lo hace la música: así como laarquitectura levanta edificios de piedra, la música construye también imponentes estructuras de gallardas torres y bóvedas audazmente cimbreadas, pero de movedizo aire. "El dominico Tommaso Campanella, filósofo y poeta, pudo ver en el futuro y tradujo su visión a palabrasresecas, descarnadas, casi inhumanas: su utopía de La ciudad delsol. Como filósofo oscilaba entre un demonismo que todo loabarcaba con su fuerza mística y que arrancaba del universalismode la Edad Media tardía y ante todo de Nicolás de Cusa, y eldetallismo y psicologismo del tipo de Gassendi y Locke. Pero en supolítica ya no viven los supuestos, impregnados de amor, de latradición cristiana, ni tampoco los del mágico revelador de poderescaracterístico del Renacimiento: en un páramo helado reinan larazón, el derecho natural y el principio estatal. Tal es lo que Campanella, escudriñando el futuro, ve aproximarse: consumado comunismo estatal. Para él ya no tienen vida alguna los vínculos yrelaciones infinitamente numerosos, las múltiples asociaciones de la época de la estructuración. Y hasta del individualismo sólo ve los aspectos más nocivos; en su sistema utópico el Estado ha abarcadoy devorado todo: el amor, la familia, la propiedad, la educación delos niños y la religión. Lo que Campanella vislumbraba era el Estadoabsoluto moderno, en el que no existen ya ni sociedad niasociaciones y que por eso es llamado socialdemocrático. Campanella, este solitario apocalíptico, ha circundado al mundo con amor, amor del cual brotaba el espíritu del pensador y hacia el cual tendía. Pero ya no existía amor en lo que él —alrededor suyo y ante sí— veía de la convivencia humana. En derredor imperaba laviolencia de lo irracional; ante sí, en el futuro, veía la violencia de loracional." Descargar: "La revolucion"