Aquellos abuelos aprendieron a perdonar, a esconder la violencia y a convivir en paz y concordia. Esos valores los trasmitieron a sus hijos, que fuimos protagonistas del desarrollo económico logrado en la última etapa del Franquismo y en el régimen falsamente democrático de 1978. El problema está en los nietos de los combatientes, en nuestros hijos, crecidos en la abundancia y la libertad, muchos de los cuales, aunque no todos, por fortuna, han desarrolla vicios y comportamientos que nos retrotraen a la época de la violencia. Rencorosos, vagos, perroflautas y cargados de odio, muchos de ellos están conduciendo a España hacia una nueva guerra civil.
Los nietos más violentos y radicales, los que han caído en manos del comunismo radical cargado de rencor y odio, piden la muerte de los viejos o la toma del poder por cualquier camino, ya que mientras los abuelos voten ellos nunca ganarán. Algunos proponen dejar a los viejos sin pensiones como venganza de que los viejos "nos han dejado a nosotros sin futuro".
Los principales culpables de esa rebelión radicalizada y loca de los nietos son los políticos españoles, una clase fracasada y cargada de culpas históricas que nos ha legado una sociedad corrupta, injusta, desigual e incapaz de respetar los derechos fundamentales, un sistema político que margina al ciudadano, desprecia al débil y ni siquiera es capaz de proporcionar trabajo a millones de jóvenes.
La rebelión de los desamparados y marginados, los llamados "precarios", puede ser lógica y justa, pero donde surgen las dudas es en el camino emprendido por los rebeldes, muchos de los cuales se están encuadrando en bandas radicales y populista que empujan el país hacia la ruptura, la tiranía y un sistema político basado en el poder del Estado, encarnado en el viejo comunismo, que ya fue vergonzosamente derrotado en la historia porque solo aportaba esclavitud, lideres opresores y mucha sangre.
Nuestros nietos tienen derecho y razones para la rebeldía y nosotros, sus padres, tenemos que acompañarlos en la lucha, pero sin caer en la estupidez de sustituir un sistema injusto pero con rasgos de libertad y algunos derechos, por otro que cercena y aplasta toda libertad y todo derecho que no sean los del Estado y aquellos que lo dominan como líderes.
Francisco Rubiales