Montero se entusiasma con el personaje y escribe este libro que trata también del dolor por la muerte de su propio marido y que incluye fotos, microrrelatos y citas de otros libros.
Un libro inclasificable que se lee con agrado, pese a ciertas debilidades como, por ejemplo, las frecuentes declaraciones de feminismo simplón y descontextualizado: “hasta hace apenas un par de décadas, el mayor problema de la mujer occidental consistía en no saber vivir para su propio deseo: siempre vivía para el deseo de los demás, de los padres, de los novios, de los maridos, de los hijos, como si sus aspiraciones personales fueran secundarias, improcedentes y defectuosas”.
Con sus sombras, está claro que Marie Curie es un personaje destacable. Polaca, judía, entusiasta seguidora del positivismo de Comte, se apartaba de la religión y consagraba la ciencia como única vía para conocer la realidad y mejorar el mundo.
El libro incluye al final el breve diario que la propia Curie escribió tras la muerte de su esposo.