Sam Bacile ha tenido que esconderse. Si el martes el consulado estadounidense en Bengasi (Libia) fue atacado por varios miembros armados del grupo islamista Ansar al Sharia; si ese ataque desembocó en la muerte de, entre otros, el propio embajador John Christopher Stevens; si en El Cairo un grupo de jóvenes fueron a la embajada estadounidense y rasgaron la bandera; si todo esto degenera en una crisis diplomática con estos países... a él se le podría considerar un responsable indirecto.
Este israelí de 56 años afincado en California (Estados Unidos) es el guionista y director de la película "The innocence of Muslims" contra la que protestaba Ansar al Sharia. Su producción, de cinco millones de dólares, es el origen del conflicto, y él ha decidido esconderse.
"The Innocence of Muslims" es, ante todo, un proyecto ideológico: su único objetivo es demostrar las contradicciones y los puntos débiles del Islam. De hecho, Bacile (que no es productor, sino promotor inmobiliario) no se ha andado con medias tintas. No solo ha representado a Mahoma, desafiando las normas islámicas que prohíben tal cosa, sino que ha dibujado al profeta como un homosexual de origen desconocido que va ganando popularidad defendiendo la esclavitud infantil, las relaciones extramaritales, siempre en su propio beneficio pero usando una religión como excusa.
En conversación, Bacile tampoco es mucho más sutil. Le gusta repetir en las entrevistas que "el Islam es un cáncer" y, en una conversación desde su escondite para la agencia Associated Press, se rige por mandatos absolutos como "Estados Unidos ha perdido mucho dinero en las guerras de Irak y Afganistán, pero ahora estamos combatiendo con ideas [con esta película]".
Asevera que la culpa de los muertos que ha causado el ataque de Ansar al Sharia no es tanto suya como de "la laxitud en la seguridad de la embajada y de quienes han perpretrado el crimen". Los cinco millones que ha costado la producción han sido sufragados, supuestamente, por más de cien médicos judíos que hicieron posible el rodaje durante tres meses el año pasado, con un equipo de 45 técnicos y 100 actores, en California. El pastor Terry Jones, de Florida, que se hizo famoso en 2010 por organizar una reunión para quemar ejemplares del Corán, es uno de sus mayores admiradores.
No deja de ser llamativo que la película solo haya sido exhibida en una ocasión, en un cine modesto que aquella noche estaba muy poco concurrido. El odio que ha suscitado la película se ha levantado por Internet, donde hay varios tráileres y un clip de 13 minutos con las escenas más polémicas que el propio pastor Jones pretende mostrar a sus seguidores.
Hillary Clinton, secretaria de Estado estadounidense, ha intervenido asegurando que "Estados Unidos odia cualquier esfuerzo intelectual de denigrar las creencias religiosas de otros. Pero quiero ser clara: no hay, nunca, justificación alguna para violencia de este tipo".
Otro comunicado, desde Egipto, ahonda más en el mismo sentimiento: "La embajada de Estados Unidos en El Cairo condena los intentos incesantes de individuos descaminados por herir los sentimientos religiosos de los musulmanes, como condenamos cualquier ataque a los creyentes de todas las religiones. Respeto a las creencias religiosas en una de las bases de la democracia americana.
Rechazamos las acciones de quienes abusan el derecho universal a la libertad de expresión para herir las creencias de los demás".