Recién pasado el mediodía, llegamos a la finca Huayrapuca, al pie del cerro Famatina (Wamatinag, que en aymara significa madre de los metales), en el departamento homónimo. Dejamos todas nuestras cosas en la combi, tomamos sólo lo necesario y salimos raudos para el valle. No podíamos ni queríamos que se nos vaya la luz. Pablo, dueño de la finca y conocedor del lugar como pocos, nos esperaba para salir en una excursión en 4×4 con varios puntos por recorrer, entre ellos, primero de todos y rodeado de montañas: la pequeña finca de José Caliba. José es un tipo afable, con muy buen humor y con una particularidad extra: se especializa en lavar oro.
Sólo escuchar la frase “lavadores de oro”, no pude más que remontarme a las películas muy viejas, incluso en blanco y negro, donde cantidades de hombres con grandes platos cónicos (luego sabría que en español se llaman chaila), batían y batían agua con arena al costado del río para buscar el preciado metal amarillo.
- ¿Cuánto hace que lava oro, José?
- Desde los 18 (hoy debe rondar los 60).
- ¿Siempre la misma técnica?
- Siempre.
José nos explicaba el proceso paso a paso, pero la ansiedad por ver el resultado me distraía a veces de su explicación. Es que el oro se hace esperar. Hay que lavar mucha arena aurífera. La tolva por la que corre el agua y arrastra la arena está llena de trampas: lo más pesado queda y lo más liviano sigue viaje. Por fin José dijo: “paremos acá para ver cuánto oro encontramos”. Cerró el paso del agua hasta la mitad de su flujo, lavó la primera de las trampas, una tela de corderoy y luego cerró definitivamente el paso del agua. Volcó el material entrampado en la chaila y comenzó a zarandearla repetidas veces, con un poco de agua, hasta que quedaba muy poco material residual. Con todos sus años de experiencia, inclinó el plato y ahí estaba: el oro. El próximo paso es esperar que se seque todo lo que queda en la chaila y, con un imán forrado en papel, extraer el hierro restante. Así, sólo quedará el oro.
Mi pregunta no se hizo esperar: ¿Cuál fue la pepita más grande que alguna vez encontraste? “Ocho gramos”, me respondió con una sonrisa cómplice y siguió con su relato: “luego el oro se va juntando en frasquitos plásticos, de esos viejos de rollos de fotos” nos contaba, “y una vez por mes viajo a la capital para vendérselo a los joyeros orfebres en 180 ó 200 pesos por gramo”. Claro que juntar un gramo lleva mucho tiempo y muchas “coladas”. De varias de ellas solo se extrae polvo. En promedio, José obtiene entre 10 y 12 gramos de oro por mes, luego de muchísimas horas de trabajo.
Nada cambió desde antaño, el oro estuvo desde los orígenes y el hombre fue tras él desde que supo de su valorada existencia. Visitar la finca de José Caliba y verlo trabajar me hizo reflexionar: él es el primero de una cadena productiva, es el cosechador, el que se levanta temprano cada mañana, el que pone el cuerpo y, sin embargo, no disfruta de los beneficios que tienen otros integrantes de esa cadena. Muchos José Caliba no obtienen los beneficios tecnológicos que supone el paso del tiempo, si lo hubiese visitado hace 50 años, hubiese visto lo mismo que hoy. La idea de llegar con turistas hasta su finca me parece, además de muy interesante para el visitante, una oportunidad cierta y concreta para crear un emprendimiento formal y que este tipo de trabajadores reciban algo más de lo que normalmente reciben: muy poco.
Esa misma mañana, de camino a Famatina, hicimos una escala en Chilecito, para conocer el cable carril “Chilecito – La Mejicana”, declarado Monumento Histórico Nacional. Que ambas visitas hayan sido el mismo día fue un inmejorable contrapunto para comparar la diferencia de herramientas de José Caliba, sus dos simples manos, con una de las obras de ingeniería más grandes del mundo para la época en la que se construyó. En ambos casos, recursos y herramientas utilizados para extraer minerales de la tierra.
Los ingleses explotaron la mina La Mejicana (a 4.600 msnm) y transportaron todo lo extraído, inclusive oro, desde el pie mismo de la mina hasta el ferrocarril, en la localidad de Chilecito. El objetivo era llegar con el tren hasta los puertos del litoral para embarcar todo lo obtenido. Según nos contó el guía, lo “curioso” de todo esto es que ellos pesaban dos veces las vagonetas, una al cargarla y otra al descargarla, para ver si nada les “desaparecía” en el medio, mientras que el Estado argentino jamás tomó nota de qué ni cuánto se estaban llevando del país.
Atravesando valles y precipicios, construido por los alemanes en 1902 e inaugurado en 1904 con dinero del Estado argentino, el cable carril tiene 9 estaciones, 35 km de recorrido en línea recta, 10 millones de remaches, un motor a vapor con caldera a leña traída del Chaco, 262 torres, y ostentando el honor de ser el cable carril más largo y alto del mundo, esta maravilla de la ingeniería es candidata a ser patrimonio de la humanidad para la UNESCO.
El escenario natural que atraviesa la monumental obra es hoy un destino ideal para el trekking y otras actividades turísticas. La caminata que más se realiza es la que llega hasta la estación cuatro del cable carril, llamada “Siete cuestas”. El recorrido demanda aproximadamente seis horas. Además, se puede recorrer la zona en 4 x 4. Conocer este monumento, en medio del imponente paisaje riojano es, sin dudas, una buena opción para visitar en la zona.
El broche de oro de la visita al cable carril fue una picada de fiambres y quesos invitación de la gente de Moro Cerveza Artesanal. Semejante obsequio fue servido en un lugar ideal con vistas inmejorables del paisaje al pie de la estación 2 del cable carril. Pueden ver fotos nuestras y de ese momento en su fanpage.
En el próximo post les sigo contando algunos de los atractivos de esta hermosa provincia. ¡No se lo pierdan!
Información útil
¿Cómo llegar a La Rioja?
Desde Buenos Aires se puede llegar en avión (aerolíneas argentinas).
Desde Buenos Aires y otras ciudades capitales del país se puede llegar en ómnibus (hay más de 10 empresas que hacen el recorrido).
También se puede llegar en auto. Las distancias desde las siguientes ciudades a La Rioja son:
Desde Buenos Aires 1167 Km.
Desde Córdoba 460 Km.
Desde San Miguel de Tucumán 388 Km.
Desde San Juan 450 Km.
Desde San Luis 560 Km.
Desde Catamarca 155 Km.
Desde Mendoza 700 Km.
Desde Paraná 872 Km.
¿Cómo llegar a Chilecito y al cable carril?
Desde La Rioja, tomar la rutas 38 que llega a Patquía. Luego, seguir por la 74 hasta Chilecito. En uno de los caminos empalma con la ruta 40.
Además, hay varias empresas de ómnibus, como Gral Urquiza, Maxi Busy Vallecito que hacen el recorrido.
Para llegar al Monumento Histórico Nacional, cable carril “Chilecito – La Mejicana”, hay que tomar la ruta provincial 14 hasta Sta. Florentina y continuar por un camino de ripio que cruza varias veces el río Durazno. Un hermoso paisaje nos acompaña en todo el trayecto.
Pueden encontrar más información sobre estas atracciones en la web de la secretaría de turismo de La Rioja.
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