La risa floja

Publicado el 29 enero 2018 por Jcromero

Ahora que todos hablan de las noticias falsas en Internet como si fuera exclusiva de este medio y cuando han existido siempre como soporte de gobiernos, instituciones y medios tradicionales, os contaré una. Poco importa que sea como tantas otras que propagan las televisiones más vistas, las radios más escuchadas y los digitales más rumbosos.

Resulta que el más famoso de los personajes de Patrick Süskind, Jean-Baptiste Grenouille, no es una invención del escritor alemán como teníamos entendido, sino que corresponde a la recreación novelada de un todopoderoso que tiene como objetivo amuermar las mentes y anular la capacidad de reacción social. Si el protagonista de El perfume, un tipo perverso y sin sentimientos, elabora un aroma extraído de la mezcla de olores de hermosas jóvenes a las que asesina; el protagonista de este post, hace algo parecido con la intención de construir una sociedad débil, superficial y manipulable. Su propósito, impedir que la sociedad piense, denuncie, participe y pida explicaciones.

No tiene otra explicación. Cuando el olor a corrupción es percibido desde lejos, pero actuamos como si no lo oliéramos; cuando sabemos que en , sin provocar ninguna reacción colectiva; cuando España la recuperación económica ha favorecido cuatro veces más a los más ricos que a los más pobres la desigualdad aumenta al ritmo que crece nuestra apatía social para tranquilidad de quienes nos gobiernan; cuando los desbarres del presidente son asumidos como algo natural e irremediable... Cuando se suceden tantas ofensas e injusticias, algo debe tener el aire que respiramos para que seamos incapaces de reaccionar.

Debe ser algún poderoso perfume cuyos efluvios se extienden por todas partes y dispensadores automáticos que suministran la dosis programada. Especialmente nocivas las fragancias más sutiles. Aun así, al olfatear, su fragancia es reconocible. Su presencia se encuentra en el tufo que destilan los editoriales de la prensa más consultada, en la injusticia de un sistema económico que saquea las rentas del trabajo y arroja a miles de personas a la desesperación por falta de oportunidades, en la publicidad que engatusa con unos cachivaches de última generación al módico precio de anular el compromiso social. Se trata de embriagar a la sociedad. La situación no es nueva. Montaigne se sorprendía de lo "poco juiciosa y prodigiosa facilidad de los pueblos para dejarse llevar y para dejar manejar su fe y su esperanza cuando plugo y convino a sus jefes". Hoy su opinión sería más contundente porque, teniendo todos los recursos para reaccionar, permanecemos como marmolillos, sin dos dedos de frente ni intención de actuar.

Que la sociedad española esté bajo los efectos de una fragancia narcótica, explicaría la indiferencia con la que acepta los abusos del sistema y las actividades delictivas de muchos dirigentes. Al contrario de lo que afirmara un impresentable cualquiera: todo esto es verdad, salvo alguna cosa. Complicado entender la pasividad con la que aceptamos tanta injusticia y desvergüenza; será cosa de la fragancia con la que se suministran las noticias. Sí, la clave debe estar en el perfume, en ese aroma que embriaga, nos pone cara de memos y la risa floja.

Escucho a Danny Green, Justin Grinnell y Julien Cantelm: