El panorama es desolador, así que espero que sea verdad lo que dijo Margallo de que "se acabó el recreo con el Peñón". Los llanitos han ido ganando terreno, no sólo a la tierra de nadie, sino también al mar. La pista del aeropuerto es una vergüenza. Como lo es el campo de fútbol, ubicados ambos en territorio español. O el incremento de terreno por el lado de la playa de los catalanes. Los llanitos son colonos, no son otra cosa, y aunque es evidente que sus derechos han de ser salvaguardados, y nadie en su sano juicio puede plantear su expulsión, lo que no pueden pretender ser es un interlocutor ante un Estado como España, por más que a Moratinos se le pasara por la cabeza.
Patemos la ciudad. Un mundo británico con sol y playa. El sueño de los british. Subimos por el teleférico hasta lo alto del peñón. Impresionan las vistas de la bahía y quizá ahí esté una clave de porqué nunca España lo conquistó: alterar la situación podía llevar, es cierto, a echar a los británicos, pero también a que ellos salieran del mismo y se hicieran con la bahía. Cervezas en un par de bares. Un par de iglesias y algunas tiendas típicas. Nos topamos con una procesión, católica, al abandonar la colonia.
A la vuelta del ferry enfilamos Gibraltar de manera directa. Entramos a pie y sin patriotismos, que no soy hombre dado al histrionismo identitario. Y aunque entro a paso firme y con intención de escuchar, razonar y entender, es verdad que hay algo humillante en la presencia de una colonia de un país amigo aquí. Y lo digo yo, que soy anglófilo desde que empecé a andar. Un país amigo de otro no tiene una economía parasitaria en casa de su vecino. En fin, no sé que pensarían los británicos si tuviéramos una colonia dedicada a actividades dudosas en la isla de Wight.