Varios expertos e historiadores, como Eberhard Jäcke, Gerhard Weinberg y Hugh Trevor-Roper y el perito suizo Max Frei-Sulzer y el norteamericano Ordway Hilton los dieron como auténticos y se comenzaron a publicar. Los peritos afirmaron con posterioridad que los dieron como auténticos usando fotocopias y cotejándolas con falsificaciones del propio falsificador. Stern contactó con Time, Newsweek, The Sunday Times, Paris Match o la revista española Tiempo (29 entregas) para publicar los diarios conjuntamente. Tiempo pagó 21 millones de pesetas para publicarla.
Finalmente se descubrió que no eran auténticos cuando el profesor Julius Grant, realizó un análisis químico de los documentos originales y demostró claramente que eran totalmente falsos. Ni el papel, ni la tinta, ni la cola con la que fueron encuadernados pudieron ser fabricados en el periodo en que supuestamente fueron escritos. Además varios grafólogos demostraron que no era la letra de Hitler. Además, el lides nazi aborrecía escribir a mano y solía dictar sus cartas o discursos. Precisamente Mein Kampf se lo dictó, cuando estaba en la cárcel de Landsberg, a su lugarteniente Rudolf Hess.
Quizás el detalle más estrambótico es que en las portadas de los cuadernos aparecen las iniciales FH, cuando en realidad debía ser AH, aunque en esa tipografía la letra A y la H tengan cierto parecido. Algo que Adolf Hitler, seguramente, no habría permitido.
Konrad Kujau, de una familia alemana entusiasta seguidora del partido nazi, fue detenido en repetidas ocasiones por robo o agresión. Sus comienzos como falsificador fueron en 1963, falsificando vales de comida. Un tiempo después se descubrió que además había falsificado su identidad, haciéndose llamar, casualmente, Peter Fischer. Tras pasar una temporada en la cárcel, siguió falsificando pinturas supuestamente pintadas por Hitler que obtendría a través de un falso ex oficial de las SS, así como objetos que pertenecieron a Hitler o a otros jerarcas nazis, como un casco de la Primera Guerra Mundial con una nota de Hitler que afirmaba que lo había usado en la batalla de Ypres. Tras falsificar un buen número de ejemplares de Mein Kampf, en 1978 decidió falsificar los diarios de Hitler. Incluso estaba preparando un tercer volumen manuscrito del libro de Hitler.
El fraude le costó su reputación al historiador Hugh Trevor-Roper y su carrera al periodista Gerd Heidemann, que fue condenado a cuatro años de cárcel y acabó viviendo prácticamente en la indigencia. En 2013 los falsos diarios, que hasta entonces se encontraban en manos de Stern, fueron entregados al Archivo Federal de Alemania.
A la semana siguiente, la revista cambió radicalmente sus afirmaciones sobre el diario. La portada decía: "El diario falso de Hitler: Toda la Verdad" y en el cuadernillo especial, donde estaba previsto incluir parte del diario, dio otra vuelta de tuerca.: "El diario secreto de Hitler", con la palabra "secreto" tachada y cambiada por con "falso". En la editorial el director de la revista rectificó diciendo que era el "más monumental sarcasmo de la historia periodística de este siglo... Un gigantesco fraude". Finalmente la revista española recuperó lo pagado, a pesar de que existía una clausula en el contrato con Stern en la que la revista alemana no se responsabilizaba de nada si se descubría que los diarios eran falsos.
La falsificación de estas dos mujeres no fue la única relacionada directamente con el Duce. En el más cercano 2007 aparecieron cinco cuadernos con supuestas notas del dictador italiano realizadas entre 1935 y 1939. A pesar de que algunos historiadores afirmaron que contenían algunos documentos reales, en realidad era un nuevo timo que, a comienzos de los ochenta ya se le ofreció al diario londinense Times, que lo rechazó tras pasar por un examen caligráfico que demostró que era falso.
Para saber más:Los falsos diarios de Hitler, de Francisco Viñals Carrera Vender a Hitler, de Robert Harris
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