Soy de las personas que piensa que las vacaciones no son para descansar, entendiendo por descansar el reposo físico, al menos en exclusividad.
Así que cuando llegan mis días de vacaciones, me da igual que sean 5 días o 2 semanas, intento aprovecharlos al máximo, sin dejar que se me escape una gota y emplearlos haciendo actividades que no puedo hacer durante una semana normal.
Practicar el senderismo y estar en contacto con la naturaleza, vagabundear por ciudades desconocidas, conocer culturas diferentes y países muy distintos al mío, se ha convertido casi en una adicción para mi. Así que no me queda otra que hacer ingeniería económica y temporal e intentar sacar el máximo rendimiento a mis recursos económicos y de tiempo libre disponibles.
Este verano, al que recientemente le hemos dicho adios, no me ha salido nada mal, ya os iré contando poco a poco, pero ha sido completo y variado. Lo mejor es que gracias a los equilibrios “ingenieriles” de los que os hablaba unas líneas más arriba, todavía me he dejado algunos jugosos planes para este otoño y es que con ciertos objetivos a la vista, la vuelta al trabajo se hace más llevadera. ¡Dónde va a parar!
Ya os conté que habíamos estado en Burgos, Capital Gastronómica 2013. ¡Qué traicionera es la mente! Es pensar en Burgos y ponerme a salivar. ¿Por que será?
Después pasamos unos días en Cantabria, infinitamente preciosa, aunque ya conocí algo el verano pasado cuando estuvimos en Comillas y San Vicente de la Barquera. Pendiente está la crónica de este año, no os desvelo nada, pero más “beautiful” si cabe.
Las ganas de naturaleza y actividad no se acababan, las gastronómicas tampoco, y pasamos unos días en Cangas de Onís antes de partir hacia la costa cantábrica.
En Cangas de Onís, Asturias, hicimos mucho, pero se nos quedó más en la interminable y cada vez más larga lista de pendientes e imprescindibles. Es lo que tiene irse de viaje con un saco de recomendaciones y con mi “tesis” particular de “qué no te debes perder en ...”
La Ruta del Cares encabezaba la lista, hubiera dejado pasar cualquier otra actividad antes que no realizarla. Contratamos el desplazamiento hasta Poncebos en 4x4, después nos recogerían en Caín y así poder luego hacer una travesía por el Parque Nacional Picos de Europa por pistas y caminos rurales de acceso restringido. Realmente sublime, y es que la naturaleza lo es.
La senda del Cares transcurre en paralelo al río Cares, y la distancia que separa a Poncebos de Caín es de 12 km.
Andamos admirando las formaciones montañosas, las rocas, el zigzaguear de este desfiladero que no deja de sorprendernos. Casi a mitad del camino comienzan los primeros tuneles. También es donde comenzamos a ver más gente que viene desde Caín. Puentes y tuneles se suceden. Al lado el precipio.
El paisaje comienza a ser más verde, se oye el agua e incluso se ve alguna pequeña cascada. Justo al final están los tuneles más largos y oscuros donde apenas se ve nada.
A lo largo del camino nos encontramos con dos escalas, una para salmones y otra para truchas. Estas escalas permiten a los peces salvar los obstáculos verticales que tienen un desnivel muy acusado cuando peregrinan hacia la cabecera del río. Decir que los obstáculos que se encuentran, han sido ocasionados por el hombre, al instalar azudes para remansar la corriente o para establecer saltos eléctricos. Así que era labor del hombre también, facilitarle un camino a los peces para que pudieran remontar.
Descansamos un poco y salimos con el 4x4 a recorrer el parque, siendo ésta una excursión altamente recomendable ya que se recorren parajes de extrema belleza. Nosotros tuvimos la suerte de contar con un guía-conductor apasionadísimo de su tierra que nos contó un sinfín de historias y peculiaridades de la zona. Nunca hubiera imaginado que llegaríamos a acercarnos a lugares como aquellos.
Al poco de partir de Caín llegamos al Chorco de los Lobos, una original trampa para cazar lobos que data de antes del siglo XVII. A continuación nos dirigimos hacia Fuente Dé, donde está el teléferico construido sobre una instalación de principios de siglo XX que servía para bajar la calamina de las minas.
Después por Espinama comenzamos el ascenso por pista hasta la Vega de Aliva, donde se aprecia claramente su origen glaciar. Desde allí observamos el Chalet Real. Y allí arriba, sólos, con semejante decorado, mi mente no deja de repetir ¡La naturaleza es grande! No puedo describir la belleza del momento con palabras.
Continuamos atravesando el parque a través de la pista forestal. Después fuimos descendiendo poco a poco y nos volvimos a ver rodeados de vegetación. De vegetación y de pueblos preciosos. Llegamos a Arenas de Cabrales sintiendo la presencia del Naranco de Bulnes. No lo podemos ver bien debido a las nubes, pero lo sentimos.
Y de aquí a Cangas de Onís, con el guía contándonos montones de detalles de la vegetación de la zona, de los horreos y de la curiosa historia del primer alpinista que conquistó el Naranco de Bulnes, el Marqués de Villaviciosa.
De nuestros días en Cangas de Onís tengo muy buenos recuerdos gastronómicos. No estuve en ninguno de los "grandes", me los había reservado por si teníamos algún día completamente pasado por agua y hacíamos un almuerzo copioso, sin embargo, disfrutamos de un tiempo magnífico. Pero encontré un buen ramillete de direcciones a tener en cuenta.
Hablando de lluvia, fue un chaparrón de última hora de la tarde el que nos hizo refugiarnos en el restaurante Los Arcos. Nos gustó tanto que nos quedamos a cenar y ¡acertamos!
No sólo la sala es encantadora, al igual que el servicio, que fue de lo más atento, sino que todo lo que pedimos estaba riquísimo: Surtido de Quesos Asturianos, Revuelto de Bacalao y Puerros ( me gustó tanto que lo he copiado ;-) ), Choricitos a la Sidra, Croquetas de Cabrales, Ensalada tibia de Pulpo con Allioli y una Ensalada de la huerta fresquita para compensar. De postre un Fondant de Chocolate riquísimo, no hay foto. Cuando me quise dar cuenta, había volado.
La sidrería El Campanu es uno de los sitios más recomendados en Cangas de Onís. Situada junto al conocido Puente Romano, está situada en una calle de lo más concurrida. Imprescindible reservar si no es que se va a ir a cenar muy pronto.
Allí pudimos desgustar unas Patatas al Cabrales con Crujiente de Jamón, una ensalada con Calamares y un Cachopo de Merluza que quitaba el sentido. Los platos estaban muy ricos, el servicio normal, quizás demasiado pendiente de los "posibles futuros clientes" y algo menos de los "presentes".
Desayuno, tentempié de la tarde o simplemente gula, mucha gula. Allí estaba La Golosa. Con deciros que desayunamos allí todos los días, lo digo todo. Y cada vez que pasaba por delante del escaparate comenzaba a salivar.
La Sifonería es una Tienda-Bar donde se puede picar y tomar un buen aperitivo. También se puede cenar en plan informal, aunque hace poco han abierto su propio restaurante a pocos metros del bar.
Naturaleza y Gastronomía son una buena pareja. Al menos para mí, son una de mis combinaciones preferidas.
Nuestra estancia en Cangas de Onís reunió ambos elementos y así pudimos disfrutar de unos días muy agradables. ¡Hasta Pronto!