La saga Baüer y su palacio de la calle San Bernardo (#Punto Historia)

Por Historia Urbana De Madrid Eduardo Valero García @edjaval

En el número 44 (antiguo 54) de la calle de San Bernardo, hoy Escuela Superior de Canto, se encuentra uno de los palacios más postineros de los siglos XIX y XX, y sede de la Banca Baüer.


Sirva este edificio como punto de partida para ahondar en la historia de la poderosa e influyente familia Baüer; una saga de banqueros judíos afincada en Madrid en el siglo XIX con amistades en todos los sectores de la alta sociedad y la política, incluida la Casa Real, desde Isabel II hasta Alfonso XIII.
Además del palacio de la calle San Bernardo, la familia fue propietaria de la Casa de Gentilhombres de La Granja y de El Capricho de la Alameda de Osuna, entre otros inmuebles.


El conocido como palacio Baüer forma parte del conjunto de casas señoriales construidas en aquella zona casi periférica del Madrid dieciochesco, muy relacionada con la nobleza y con vecinos importantes, miembros ellos del Consejo Real y Supremo de su Majestad.

En nuestro artículo sobre las memorias de la calle del Pez encontramos que en el siglo XVIII se afincaban en esta emblemática calle algunas personas nobles y miembros de la Real Junta General de Comercio, Moneda, Dependencia de Estrangeros y Minas, Consejo Real y Superior de las Indias, y hasta un negocio llamado "LA ÚNICA", dedicado a la compra-venta de fincas y préstamos hipotecarios.

Visto así, es posible que los Baüer eligiesen esta zona y ese palacio para instalarse cerca de personas influyentes o, al menos, para permanecer aglutinados financieros y aristócratas, tan relacionados los unos con los otros.


Ubicación del palacio y una aclaración
El palacio está ubicado frente a la calle de San Bernardo, entre las de Pez, travesía de las Pozas (antigua calle de la Concepción) y calle de las Pozas. Como hemos comentado, en él se emplaza en la actualidad laEscuela Superior de Canto, donde antes había estado el Real Conservatorio de Música y Declamación y temporalmente la Escuela de Arte Dramático y Danza.

Es indudable que no somos los primeros, ni los únicos, que hablamos del palacio Baüer o Bauer; existen muchas publicaciones sobre este edificio. Como referencia hemos elegido el artículo publicado por nuestra compañera Mercedes Gómez, quien en su blog Arte en Madrid nos cuenta:

"Y el Palacio Bauer en el nº 44, que se ha podido visitar a lo largo de este mes de septiembre gracias al programa de la Comunidad de Madrid Bienvenidos a palacio.
Comienza la explicación de nuestra guía, Elena, con una importante aclaración, que agradecemos:
En algunas publicaciones, en internet o impresas (incluido el folleto oficial que nos entrega antes de la visita), aparece que el Palacio Bauer fue construido en el siglo XVIII "para los marqueses de Guadalcázar", pero este dato es erróneo. Y aprovecha para recordarnos algo que olvidamos demasiado a menudo: no se deben copiar las informaciones ajenas sin intentar contrastarlas pues a veces ocurre lo que en este caso, un autor copia a otro, éste a otro... y así un error se va transmitiendo infinitamente. [...] La verdad es que el Palacio que fue propiedad de los marqueses de Guadalcázar no es el que perteneció a los Bauer, en el nº 44, sino el hoy llamado Palacio de Parcent, ubicado en la misma calle de San Bernardo, en el nº 72. [...] En cuanto al Palacio Bauer, era la antigua Casa nº 4 de la manzana 490, actual nº 44 de la calle de San Bernardo, que a mediados del siglo XVIII era propiedad de la Casa Noviciado de la Compañía de Jesús. [...]"

Dicho esto, y atendiendo a las aclaraciones de la guía, que son refrendadas por Gómez, nos sumamos a esta afirmación aportando nuevos datos.

A tenor del comentario que hemos encontrado en la Revista Musical Ilustrada RITMO de mayo de 1943, parece ser que las equivocaciones sobre quiénes fueron los primitivos propietarios del edificio viene de antiguo. Un artículo titulado " Inauguración del nuevo edificio del Real Conservatorio de Música y Declamación" ofrece la siguiente información:

"[...] instalado magníficamente en el vetusto palacio de la calle de San Bernardo, 44, frente por frente a la Universidad Central, mandado construir por los Marqueses de Valparaíso-no los Marqueses de Perales, como por error se ha dicho-y reconstruido ahora por el Estado, al adquirirlo de sus últimos propietarios, señores Baúer [...]"

Este marquesado fue creado por Felipe IV (1632) a favor de Francisco González de Andía-Irarrázabal y Zárate, I marqués de Valparaíso. Quizá la construcción del palacio se deba al VII marqués, pero eso es un dato que debemos contrastar.

Quien aquello afirmaba era el arquitecto Rodrigo Poggio, director de las obras de reforma y restauración del palacio.

Y ya que hablamos de la inauguración del Real Conservatorio de Música y declamación, debemos apuntar que la adquisición del palacio de Baüer para ese fin la realizará el Padre Nemesio Otaño por 750.000 pesetas.

"Los que habéis visto estos sombríos muros, desposeídos de los ricos atavíos de sus últimos moradores y manchados y maltrechos por los milicianos rojos, que aquí tuvieron un cuartel, y os disteis cuenta de los rincones y laberintos de esta casa, sin un plan arquitectónico de conjunto, podréis ahora apreciar mejor la considerable labor que aquí se ha realizado [...]"
Fragmento del discurso inaugural pronunciado por el director del Conservatorio, Padre Otaño, el día 16 de mayo de 1943.
"Para establecer decorosamente el de Madrid [el Conservatorio], se adquirió el actual palacio, que con celo inigualado el P. Otaño, quien a sus condiciones de músico insigne une las de organizar extraordinario, ha convertido en albergue digno y magnífico del primer centro musical de la nación, desterrando para siempre la vergüenza de que un centro de esta categoría arrastrara una vida precaria en locales impropios de la dignidad de la función docente. Para honra del régimen que preside el Caudillo, es hoy motivo de honda satisfacción incorporar una obra ten llena de posibilidades a las muchas que en el ámbito de las Bellas Artes lleva realizadas este Ministerio."
Fragmento del discurso inaugural pronunciado por el Ministro de Educación Nacional, Sr. José Ibáñez Martín, en el Conservatorio el día 16 de mayo de 1943.


Desde su construcción, en el siglo XVIII, el edificio ha cambiado de fisonomía en varias ocasiones, alcanzando su máxima elegancia y esplendor en tiempos de los Baüer.

En sus inicios fue un caserón de pisos, con portal y acceso directo a las plantas altas por una escalera principal. Más tarde, por encargo de los Baüer al arquitecto y artista Arturo Mélida y Alinari, se acometerán grandes obras de reforma.

Se construirá una escalera más solemne y de mayor importancia, habilitándose diversos y lujosos salones. Dotar al edificio de mayor amplitud conllevará la desaparición de traviesas y algunos pisos que conservaban la estructura clásica de las construcciones del siglo XVIII.

Debemos tener en cuenta que una parte del palacio la ocupaba la Banca Baüer, por lo que en la distribución existía una zona independiente para despachos de trabajo y recibir, además de una caja fuerte. Anejo a esas dependencias, en el interior, salones, estancias al uso de la época, recepción y comedor oficial.

Una serie de escaleras interiores y angostas, con estratégicos accesos a todas las estancias de la casa, estaban destinados al uso de la servidumbre. Los dormitorios de esta servidumbre se ubicaban en la tercera planta.

Otra escalera, en este caso de caracol, se situaba en el salón de baile y tenía por objeto la mejor visualización del pintoresco espectáculo desde una galería superior.

En cuanto a descripciones de la decoración, cedemos el testigo a nuestra compañera Mercedes Gómez y su citado artículo, añadiendo por nuestra parte que alguno de los valiosos tapices que adornaban las paredes ciegas serían colocados años más tarde en el Banco de España, fruto de la testamentaria de don Ignacio Salomón Baüer Landauer.

Por su parte, un bellísimo jardín interior y de carácter romántico hacía las delicias de la alta sociedad madrileña en época estival. Según comparaciones de la época, nada tenía que envidiar al del palacio del marqués de Vega-Inclán, hoy Museo del Romanticismo.

Al estallar la Guerra Civil todo el edificio será ocupado por las milicias, lo que implicará un posterior estado de ruina y abandono.

En la década de los cuarenta volverá a sufrir reformas, perdiendo parte del proyecto de Mélida, y dando paso al Real Conservatorio de Música y Declamación (1943).

Las siguientes imágenes muestran la fisonomía del palacio con sus estancias convertidas en salas del Conservatorio.


En 1966 el Conservatorio será trasladado nuevamente a su antigua sede del Teatro Real y el palacio quedará en estado de abandono.

Más tarde, en la década de los setenta, el palacio será declarado monumento histórico-artístico. Posteriormente se acometerán obras de restauración para la instalación de la Escuela Superior de Canto que hoy perdura.


Era en el salón de baile donde la esposa de Ignacio Salomón Baüer Landauer, baronesa Ida Morpurgo, organizaba obras de teatro infantiles en las que participaban sus hijos y los de la aristocracia madrileña. Tanta fama tenían estas representaciones que en las crónicas de sociedad el palacio era denominado Teatro Ida, nombre de pila de la baronesa.

Ignacio Salomón Baüer Landauer [1] (Budapest, 1827-Madrid, 1895) llegaba a Madrid en la segunda mitad del siglo XIX como representante de la Casa Rothschild en España.


Perteneciente a una saga de banqueros judíos, Ignacio contrae matrimonio en 1864 con la baronesa Ida Morpurgo en Trieste. De esta unión nacerán cuatro hijos.

El banquero no tardará en hacerse con la simpatía de la Corona, tal es así que en 1863 la reina le concede Regium exequatur con nombramiento de cónsul general de Hamburgo en la Corte madrileña. Esto es peccata minuta comparado con el amplio abanico de cargos que llegó a desempeñar y que conformaron un peligroso entramado de empresas y sociedades en beneficio propio y de la poderosa Rothschild.

Fue director del Banco Español de San Fernando; formó parte del Consejo de administración de la línea ferroviaria MZA, de las Minas de Río Tinto, las de Almadén, y la Sociedad Minera y Metalúrgica Peñarroya, entre otras sociedades mercantiles y de beneficencia.

En un principio su actividad se desarrolla como agente de Rothschild conjuntamente con Daniel Weisweiller. Éste llevaba todos los asuntos de Rothschild en España desde 1835 y se asocia con Baüer en 1855 para fortalecer sus intereses. Nace entonces la Weisweiller & Baüer Cía, entidad que funcionará hasta 1892, año de fallecimiento de Weisweiller.

La siguiente noticia da cuenta del poder de Rothschild en España a través de sus agentes en Madrid:

En esos tiempos se suceden los sobornos, siendo uno de los más sonados el del contrato de Almadén de 1870, en el que se beneficiaron altos funcionarios del ministerio de Hacienda. En todos esos chanchullos Weisweiller y Baüer se mantenían en la sombra.

Fallecido Weisweiller, Baüer tomará las riendas de la agencia bajo su nombre desde 1892 hasta 1894.
Como hemos dicho anteriormente, Ignacio contrae matrimonio en 1864 con la baronesa Ida Morpurgo. De esta unión nacerán Gustavo (1865-1916), Paulina (1869-?), Manuel (1872-1895) y Fernando (1873-1943).

La buena relación de Ignacio con la Corona, nobles y otras personalidades de la alta sociedad, servirá para hacerse con participaciones en muchos negocios y ubicar a su hija entre los Grandes de España. Así, Paulina Baüer Morpurgo se convertirá al catolicismo y adquirirá el título de marquesa de Villamanrique al contraer matrimonio con Mariano Ruiz de Arana, primogénito del duque de Baena y marqués de Villamanrique. [2]


El 25 de mayo de 1895 se conoce la noticia del grave estado en que se encontraba Ignacio. A las seis y cuarto de la mañana del día 30 fallece en su palacio de la calle San Bernardo.

Gran multitud de personas pasarán por la casa mortuoria para dar el último adiós al banquero, al amigo, al benefactor. Su viuda hará repartir dinero entre los más necesitados como muestra de la benevolencia de Ignacio, quien era conocido por su poder pero también por su caridad.
Sus restos fueron trasladados a París desde la Estación del Norte, el 1º de junio de aquel año.

Ironías de la vida, los primeros días de agosto de ese año fallecerá su hijo Manuel Baüer Morpurgo en la residencia que la familia tenía en La Granja.


El heredero de un imperio financiero
Seguirá los pasos de Ignacio Salomón Baüer Landauer en el ya consolidado negocio su primogénito:

Gustavo Baüer Morpurgo (1865-1916).
A él se debe, además de otros asuntos, la remodelación del palacio de la calle San Bernardo y la compra en subasta pública de El Capricho.

Gustavo había comenzado a colaborar con su padre desde muy joven, por lo que conocía perfectamente los entresijos de los negocios financieros. Además, será un poderoso mecenas de gustos refinados. Su entusiasmo por las Bellas Artes le llevará a reunir una valiosa colección de obras de autores como Moreno Carbonero, Arturo Mélida, Mariano Benlliure, entre otros.

Como era tradición en el hogar de los Baüer, continuarán los famosos banquetes, tertulias y bailes del palacio de la calle San Bernardo, sumando a estos los celebrados en la nueva propiedad de la Alameda de Osuna.

En 1889 contraerá matrimonio con una prima carnal, Rosa Landauer. Fruto de esa unión nacerán tres hijos: Alfredo, Ignacio y Eduardo.

Fundará la Baüer & Cia. (1898-1908) y después la Gustavo Baüer (1908-1917).

Incursionará en la política como diputado por Coruña en 1910 y senador por Orense en 1914, 1915 y 1916.


Gustavo fallecerá en El Capricho el 23 de noviembre de 1916. La diabetes que padecía fue deteriorando su salud y la muerte le sorprendió en el palacio de Osuna, donde se había retirado a descansar.

Por expreso deseo del difunto no se colocaron esquelas en la prensa ni se hicieron invitaciones para el funeral. A pesar de su riqueza el banquero siempre había sido muy modesto, por lo que el entierro se celebró de forma extremadamente discreta y sencilla, sin ceremonia alguna, con la presencia de la viuda y sus hijos y la asistencia del duque de Baena; el expresidente del Consejo, D. Eduardo Dato Iradier; el marqués de Urquijo y otros pocos amigos íntimos.

Desde El Capricho fue conducido el cadáver en un furgón al Cementerio de los Ingleses, donde esperaban el embajador de Francia, Monsieur Geoffray; el consejero de la embajada, Monsieur Vieugué, y poco más.

La viuda mandó colocar un libro de condolencias en el palacio de la calle San Bernardo, donde, como en tiempos de don Ignacio, muchas personas de distintos estratos sociales pasaron a dar su pésame.


A la muerte de Gustavo, Eduardo Dato Iradier ocupará su puesto de presidente del Consejo de administración de la MZA (Dato era amigo íntimo de la familia). Más tarde renunciará en favor de Ignacio y Alfredo Baüer Landauer, quienes continuarán los pasos de su padre dentro de la Compañía como presidente y vice respectivamente.
Ignacio y su hermano Alfredo fundarán laCasa Baüer & Cia. (1917-1930).

Alfredo Baüer Landauer fue secretario general del Patronato Nacional de Turismo, presidente de la Sociedad Minera y Metalúrgica Peñarroya, además de otros puestos en el ámbito de la publicidad, el cine, la industria agrícola, electromecánica y aviación.

Eduardo Baüer Landauer también ocupará puestos importantes, pero su mayor responsabilidad será la de pertenecer a la Comisión liquidadora de la Compañía Baüer, que estuvo ubicada en El Capricho. Morirá en extrañas circunstancias en 1939; para unos asesinados, y para otros, fusilado al comenzar la guerra civil.


Por su parte, Ignacio Baüer Landauer (nieto), además de los citados puestos que ocupó, se dedicará a la docencia y la publicación de importantes libros, muchos de ellos relacionados con el judaísmo y la "geografía física y humana" de Marruecos. Fue miembro de la Academia de Historia y la de Medicina, entre otras instituciones; diputado provincial de Madrid por los romanonistas, y promotor de la primera sinagoga de Madrid, de la que fue presidente.

Siguiendo los pasos de su padre y de su abuelo, será un gran benefactor de instituciones públicas y privadas, realizando donaciones arqueológicas al Museo del Doctor Velasco (Museo Antropológico) y otros; además de las Bibliotecas públicas del Estado.

Agonía y final de un imperio
El gran imperio Baüer se desmoronará a principio de los años 30 y los descendientes del viejo Ignacio quedarán en la ruina.

Las noticias de los periódicos comenzaban a dar cuenta de la difícil situación de los Baüer y sus negocios, de los cuales algunos se asemejaban a los tejemanejes que son noticia en la actualidad.

"La Banca Bauer-Marchal, que vendió el paquete de acciones que tenía de la Banca Arnús, está buscando deshacerse de otro paquete de acciones Pathé.
Veremos quién se traga el paquete."
[La Libertad (Año XIII. Nº 3428, p. 3. Madrid, 15/03/1931]

Y de esos paquetes hubo muchos. Las pérdidas de la Compañía MZA en el ejercicio de 1931 ascendieron a 6.108.926 pesetas, corriendo a cargo del Estado 2.511.716 pesetas.

El sonado caso de la Compañía Porto Pi S.A. en la que estaban implicados banqueros y financieros de relieve como los March, Recasén, Marín Lázaro, el marqués de Cortina, y la Compañía Arrendataria del Monopolio de Petróleos, la Compañía Española de Petróleos, el Banco Exterior de España, la Compañía Transmediterránea y la Banca Baüer-Marshall de París, interesada en la citada Banca Arnús, de Barcelona. La Transmediterránea y la Banca Baüer eran propietarias al 50% de la Compañía Porto Pi. En 1930 la primera vende su parte a la Banca Baüer, quedando ésta como propietaria absoluta y reclamando por sentencia de un Tribunal francés una compensación de 34 millones de francos (En algunas noticias de la época se refieren a 40 millones de pesetas).

Un despropósito difícil de resumir en pocas palabras pero que afectaba al Estado español y era similar a los rescates de Bancos de hoy; además de suponer una estrategia para el incremento abusivo en el precio del petróleo. Afortunadamente el engaño al Estado producido en 1927 fue resarcido en virtud del proyecto de Ley de 7 de noviembre de 1932, por el que el Gobierno recuperaría el dinero a través de la Compañía arrendataria del Monopolio del Petróleo. [ Gaceta de Madrid número 315, del 10 de noviembre de 1932]

El 2 de julio de 1931 la Banca Baüer presentaba un escrito en el Juzgado de primera instancia solicitando se declarase la suspensión de pagos por un plazo de tres años. La petición estaba fundada en la crítica situación de los negocios en los que participaban y a la depreciación de los valores que tenían en cartera.
Lo mismo ocurrirá un día después con la C.I.A.P. (Compañía Ibero Americana de Publicaciones), que operaba con la Banca Baüer.

El 31 de julio de ese año el diario republicano de Valencia El Pueblo (Ano XXXVIII. Nº 13518, p. 1) publicaba la siguiente reflexión:

"Estos días se han producido quiebras que han llamado la atención del elemento financiero y que han pretendido achacar a la falta de protección por parte del Estado. Y es de notar que esa Banca y esas empresas hundidas lo han sido porque recibían un apoyo extranjero y ese apoyo ha ido al traste. Es el caso de la Banca Baüer, que por ser judía aparecía como inalterable en una buena marcha, y sin embargo todos los recatos financieros, martingalas y recelos judíos no han podido detener una caída tan estrepitosa e inesperada. Y por caso natural han ido también al suelo las empresas españolas que recibían su apoyo. No puede ser, por lo tanto, estos hechos motivo de intranquilidad para el comercio."


En noviembre de 1932 se celebra la Junta de acreedores de la Banca Baüer y se firma el convenio que comprendía la cesión de los bienes, muebles e inmuebles personales de la Casa Baüer, de los créditos de la Banca, etc., cuyo conjunto sería liquidado para el pago a acreedores.

Formaban la Comisión liquidadora los siguientes acreedores: Banco Urquijo, Casa Rothschild, Sociedad Ibérica de Construcciones Eléctricas, La Urbana y Eduardo Baüer Landauer.

Dejamos para otro artículo lo ocurrido con El Capricho, propiedad que quiso adquirir el Ayuntamiento de Madrid en 1934, encontrándose con el oportunismo de la Comisión liquidadora de la Compañía Baüer que inflaba su precio al doble de lo ofertado.

En resumen, y habiendo pasado por alto una extensa lista de negocios dudosos y corruptela, aquella poderosa familia que había formado parte de la flor y nata de la sociedad madrileña; que se codeaba con la Corona, a la que facilitaba préstamos con beneficiosas exigencias después; aquella que manejaba los hilos de importantes empresas y era tan avariciosa con unos como benefactora hacia otros, sucumbía sin remedio.

Así, los últimos Baüer serán testigos directos del trágico final de su propio imperio.

Eduardo, como hemos comentado, será asesinado en 1939. Había contraído matrimonio con María López Chicheri y tendrá cuatro hijos: Gustavo, Juan Ignacio, Sonsoles y Patricio.

Por su parte, Ignacio pasará largas temporadas fuera de España hasta que en la década de los 50 se marchará a Suiza. Se había casado con Olga de Gunzburg y no tendrá descendencia.

Alfredo emigrará a México y también perpetuará el apellido. Se había casado con Gisela Von Ephrussi, y de esa unión nacerán tres hijos: Álvaro, Gonzalo y Mariano.


Y hasta aquí esta parte de la historia que ha recordado a los Baüer y su palacio. Otros artículos están en preparación y también hablan de la influyente familia.

Poder, riqueza y ambición. Beneficios y beneficencia. Reconocimiento y notoriedad a caballo entre dos siglos en un Madrid convulso.
De la cima al abismo y posterior olvido; porque...

"... polvo eres, y al polvo serás tornado"

Todo esto que hemos contado refuerza lo que quien escribe relata en el programa El Punto Sobre la Historia que se emitirá hoy:

Viernes 7 de octubre a las 21:30 horas, en Telemadrid