Dicho de otra forma, aquí lo que importa son los intereses electorales a diez meses de la cita en las urnas sin que tenga ninguna relevancia ya lo que puedan resolver instancias superiores, previsiblemente durante la campaña de las municipales y autonómicas. ¡Menudo papel el de Cobo y, por supuesto, el del propio Alberto Ruiz-Gallardón, plegándose a las instrucciones de la dirección de su partido en aras de unos supuestos beneficios electorales! Aquí, como queda demostrado, lo que importa son los intereses del partido y no los derechos individuales de las personas. El hecho de que a Cobo y a Prada les hayan retorcido el brazo para que desistan en su batalla judicial no entierra el asunto, porque el PSOE mantiene su recurso, ni evita la pestilencia que desprende este apaño, pero reduce notablemente el peligro de un indeseable navajeo interno.
Gallardón y Cobo sabían perfectamente, o deberían saberlo, que la dirección de su partido podría intervenir en cualquier momento por lo que si no estaban en condiciones de mantener el pulso, pesara a quien pesara, deberían haber desistido antes. Al final, la sensación que transmiten, lo quieran o no, es que la que gana es Esperanza Aguirre y que Mariano Rajoy prefiere enterrar el caso no vaya a ser que le amarguen su plácido viaje a la Moncloa. Muy ejemplares para la política no parecen este tipo de intromisiones.
Queda claro que la disciplina de partido sirve para todo. Para un roto y un descosido. Para que todo un grupo vote a favor de la guerra en Irak o para taparse la nariz cuando el fétido aroma de la corrupción gurteliana lo inunda todo. Ellos se lo guisan y ellos se lo comen. ¡Pues qué bien! Que les aproveche.