“La Samp de Mantovani y Boskov”, la Sampdoria de finales de los años 80 y principios de los 90

Publicado el 15 abril 2014 por El Domingo A Las Cinco Superbia In Proelio @domingolascinco

El 12 de agosto de 1946, en el despacho genovés del notario Bruzzone, nace oficialmente la Unione Calcio Sampdoria. El nuevo club ve la luz gracias a la unión de dos sociedades deportivas de la ciudad: la Ginnastica Comunale Sampierdarenese (1891) y la Ginnastica Andrea Doria (1895). El rojo-negro de la primera y el blanco-azul de la segunda se funden en una camiseta blu con franja blanca, roja, negra y blanca. El emblema de la ciudad de Génova va cosido en el centro del pecho, nacen los colores históricos de la Sampdoria.

Desde su fundación, la Sampdoria ha conquistado un Scudetto, cuatro Copas de Italia, una supercopa italiana y una Recopa de Europa, el único trofeo internacional que posee el club. Todos estos títulos los “sampdoriani” los lograron bajo la presidencia del romano Paolo Mantovani y bajo la dirección técnica del entrenador serbio Vujadin Boskov. La edad dorada de la Samp comienza con la llegada a la presidencia en 1979 de Paolo Mantovani. Mantovani, en quince años, llevó a la Sampdoria desde la Serie B a la élite del fútbol italiano y europeo. La presidencia de Mantovani terminó en 2002.

Paolo Mantovani, romano, en origen tifoso de la S.S. Lazio, se muda a tierras genovesas en 1955, cuando se trasladó desde las oficinas de la empresa petrolera donde trabajaba en la capital italiana, hacia la capital de la Liguria. El amor de Mantovani por la Sampdoria no florece espontáneamente, viene, paradójicamente, de una gran decepción con el eterno rival; el Genoa, C.F.C.. El magnate del petróleo romano, que había decidido vivir en Génova después de haber conocido la ciudad siendo niño, donde había sido ingresado en el Hospital Gaslini de una apendicitis, se acercó al fútbol genovés a través de los colores “rossoblù”: siendo abonado del “Grifone” durante dos temporadas. Sin embargo, algunas decisiones tomadas por la directiva del Genoa (por entonces el presidente “rossoblù” era Giacomo Berrino) hicieron que al final de la temporada Mantovani se decepcionara y decidiera dejar de seguir al Genoa, C.F.C..

Tiempo más tarde y después de unos años alejado del fútbol, cuando se había convertido en un magnate del petróleo genovés, Mantovani, decide coger las riendas de la Sampdoria el 6 de junio de 1979, con la sociedad “blucherciata” en Serie B. A partir de ese momento comienza la “refundación” del club, que bajo su presidencia llegaría a ganar el Scudetto por primera vez en su historia el 19 de mayo de 1991, y un año y un día después llegaría a jugar la final de la Copa de Europa en Wembley contra el F.C. Barcelona de Johan Cruyff como entrenador. Los años más existosos de la “Samp” coinciden bajo la presidencia de Paolo Mantovani, es por ello, que para los “tifosi blucerchiati” es su eterno presidente.

En la década de los años 80, bajo el umbral del Calcio de la Juve y de la Roma con sus Platini, Conti, Falcao, Rossi y Antongoni, se alimentaban los sueños de grandeza de tres modestos, Nápoles, Hellas Verona y Sampdoria. Los primeros, guiados por la mayor individualidad del decenio, y los otros dos, compañeros de fatiga en Serie B, forjaron la leyenda de aquellos que en cuestión de años, pasaron de la agonía a la gloria.

Tras varios años bordeando el peligro del descenso, la Sampdoria, se había instalado definitivamente en la Serie B del Calcio. Creada en 1946, producto de la unión de dos equipos modestos de Génova, Sampierdarenese y Andrea Doria, la “Samp”, había vivido a la sombra del equipo que le daba nombre a la ciudad, el Genoa, quien presumía de ser el primer campeón italiano de la historia y donde se concentraban los poderes deportivos y sociales de la capital de la Liguria. Desde su creación, la Sampdoria, se había consolidado como un equipo de media tabla en Serie A, sin opciones reales de éxito y varios descensos a sus espaldas, pero la situación en 1979 seguía una deriva muy peligrosa para un club, acuciado por problemas económicos y deportivos.

Dos años antes, en 1977, la squadra “bluecerchiata”, había bajado al pozo de la Serie B italiana, y lo que en principio se advertía como una breve estancia, se estaba convirtiendo en el lugar natural para un equipo donde no se vislumbraban posibilidades de ascenso.  Sin embargo, en la historia de aquel modesto club genovés, siempre habrá un lugar para el año 1979. Paolo Mantovani, compra el club en ese mismo año, y a partir de ese momento, todo serían buenas noticias para quienes en poco más de una década pasarían del infierno de la Serie B, al reinado del fútbol italiano. El equipo con el cual se encuentra Mantovani a su llegada, es aquel donde destacan, dos nombres por encima de todos. Claudio Garella, un pesado guardameta que  posteriormente ganaría Scudettos con Hellas Verona y Nápoles, y un central sólido y de buena planta llamado Marcello Lippi, el mismo que triunfaría dirigiendo a la Juventus y a la Selección Italiana.

A pesar de no conseguir el ascenso de categoría, durante los años en Serie B, no todo eran malas noticias, y ante la situación económica del club, los fichajes fueron futbolistas jóvenes, desconocidos y procedentes de clubs modestos. Uno de ellos, un central impetuoso y elegante llamado Luca Pellegrini,  llegó procedente del Varese para convertirse en la primera pieza de la “Samp” triunfante de años venideros.Tras cuatro años en el pozo, el proyecto comenzado por Mantovani en 1979, comenzaba a dar sus frutos. Renzo Ulivieri, un polifacético entrenador sin mucha experiencia en los banquillos, excepto algún modesto como el Perugia y Vicenza, y que en un futuro sería conocido por su labor política, dirigía a una Sampdoria que en 1982, acompañada por el Hellas Verona, regresaba a una Serie A que recibía la visita de dos invitados que se convertirían en una piedra en el zapato de las grandes potencias del Calcio.

La idea de Mantovani en el regreso a Serie A, no fue otra, que fichar dos extranjeros experimentados y de nivel con el objetivo de ilusionar a los “tifosi blucerchiati” y guiar a los jóvenes refuerzos que llegaban a su alrededor. Liam Brady, el gran futbolista irlandés de la época, un medio creativo y elegante, procedente de la Juventus, con quien había ganado dos Scudettos consecutivos, pero que había sido perjudicado por la llegada de Platini y el talentoso atacante inglés Trevor Francis procedente del Manchester City y héroe del Nottingham Forest, bicampeón de Europa, eran los elegidos para liderar el regreso genovés a Serie A.

Junto a ellos, llegó un joven de apenas diecisiete años, llamado Roberto Mancini, procedente del Bolonia y que debía aportar gol y frescura al ataque de la “Samp”.Durante las dos primeras temporadas en el regreso a Serie A, la Sampdoria se asentaba cómodamente en la parte alta del campeonato. Renzo Ullivieri, un entrenador de transición en un equipo a la espera de nuevos retos, confeccionaba un grupo donde todos los años se incorporaban futbolistas jóvenes y hambrientos de éxito, como el central Vierchowod procedente de la Roma y el medio defensivo Pari, del Parma. Pieza a pieza, la Sampdoria, con paciencia y acierto, formaba un puzzle con diseño de Scudetto.

Los éxitos, comenzaban a sobrevolar Marassi y en 1985, llegaría el primer título de la historia del club y el comienzo de un carrusel de triunfos que tendrían su punto culminante seis años después. Moreno Mannini, un defensa marcador procedente del Como, Fausto Salsano, un dinámico centrocampista desde el Parma y el atacante de la selección sub 21 italiana, Gianluca Vialli del Cremonese, fueron las caras nuevas. Sin embargo, el nombre estrella de los llegados en la campaña 84-85 a Génova, no era otro que Graemme Souness. El escocés, procedente del Liverpool, con quien como capitán había conquistado la Copa de Europa meses antes en Roma, era testosterona, dureza y calidad en un mismo cóctel, algo que le venía de perlas en el Calcio de la época. Su fichaje venía a suplir en la organización, a Brady que había fichado por el Inter.

Todos estos futbolistas, aumentaban considerablemente el nivel de una plantilla, cada vez más cerca de los grandes. El mismo año que el Hellas Verona, se proclamaba campeón del Scudetto, la Sampdoria compañera de sufrimientos en Serie B y alegrías de ascenso a Serie A, lo hacía de la Coppa de Italia. El Milán pre-Berlusconi, que se encontraba en período de transición tras sus descensos de categoría fue el rival en una final, por aquella época a doble partido. Era un Milán, en el que ya estaban algunos futbolistas que lo harían el mejor de Europa en años posteriores. Tassotti y Baresi en defensa y Evani como interior izquierdo eran algunos de ellos. A su lado el ex-romanista Di Bartolmei, el atacante Virdis y al igual que la Sampdoria, una pareja de británicos, Ray Wilkins y Mark Hateley.

Los jóvenes veienteañeros Vialli y Mancini, o lo que es lo mismo, gol más imaginación, comenzaban a escribir su leyenda “blucerchiata” y otorgaban el primer título de la historia al club genovés. Eugenio Bersellini, el técnico puente entre Ulivieri y Boskov, dirigió la primera Samp campeona. Mantovani llegó en 1979 con el objetivo de salvar el club y devolverlo a la élite, los primeros años en Serie A, no podían ser mejores, asentados cómodamente en la parte media alta de la clasificación y campeones de Coppa de Italia, pero cuando llegó, lo hizo con el objetivo de hacer al club un grande de Italia y 1986, sería el año que marcaría definitivamente el paso de un equipo competitivo a ganador.

Vujadin Boskov, un entrenador metódico, exigente, amante del trabajo y el fútbol contragolpeador, con amplia experiencia en equipos españoles como Zaragoza, Sporting y Real Madrid, a estos últimos los hizo campeones de Liga y subcampeones de Europa con el famoso equipo de los García, llega a la Samp, procedente del Ascoli, al que había ascendido a Serie A. Sobre la figura del serbio, se diseñará el futuro campeón de Italia.Tras varios años de aprendizaje en Serie A con futbolistas británicos, de nuevo se produce un trasvase de extranjeros, esta vez son Hans Pieter Briegel, un todoterreno alemán con una musculatura propia de un atleta, y Toninho Cerezo, un organizador brasileño procedente de una Roma que se había desprendido de él por su veteranía, los que acompañan a Boskov en su nueva aventura. También llega procedente del Bolonia, un joven portero llamado Gianluca Pagliuca.

Con Boskov, la Sampdoria se convierte definitivamente en un competidor de Milán, Nápoles, Juventus e Inter. En un Calcio, convertido en una paserela de los mejores futbolistas del mundo, donde las figuras de los grandes clubs son extranjeras, Maradona y Careca en Nápoles conformando “Il Napoli di Maradona” o Gullit y Van Basten en “El Milán de Arrigo Sacchi”.

La Sampdoria se convierte en una excepción y las suyas son dos italianos, Vialli y Mancini, que al más puro estilo Graziani-Pulici del Torino, son los nuevos gemelos del gol, jóvenes que se complementan a las mil maravillas, capaces de jugar con los ojos vendados, Mancini aporta imaginación, último pase y habilidad, y Vialli, el atacante italiano de moda, es sinónimo de gol, remate, velocidad y potencia. De nuevo otro título, la Coppa de Italia del 88, en este caso contra el Torino de Cravero, Bergreen, Polster y un joven Lentini, confirman a un equipo listo para alcanzar nuevas cotas.

El primero de ellos, no tarda en llegar y la Sampdoria, llega en 1989 a su primera final europea de la historia, la Recopa de Europa. Briegel, ha dejado su puesto en el equipo a un bregador mediocampista procedente del Barcelona llamado Víctor Muñoz y junto a el llega Beppe Dossena, un interior izquierdo que debe sumar su calidad a la de Toninho Cerezo compaginados por el trabajo de Pari y Salsano en el mediocampo genovés. Para llegar a la final, han quedado por el camino equipos como el Dinamo de Bucarest y el Malinas en semifinales. Un Malinas o Mechelen, actual campeón de la Recopa de Europa, con varios futbolistas holandeses como Erwin Koeman y Jhonny Bosman, además del israelí Eli Ohana, Trofeo Bravo en 1988 y el espléndido guardameta belga Michel Preud’Homme.

El estadio Wankdorf de Berna, es testigo de la final contra un F.C. Barcelona que acoge el primer año de Cruyff como entrenador y que tiene a la masa social revolucionada con su arriesgado 3-4-3. Zubizarreta en la portería, Alexanco como líbero, Milla-Amor, su pareja de canteranos en la manija del mediocampo, el rematador Lineker jugando por primera vez en su vida como extremo derecho y el discutido Salinas como delantero centro, son los puntos más llamativos del nuevo Barcelona. Sin embargo, la Sampdoria no llegó en las mejores condiciones a dicha final, las bajas por sanción del central Vierchowod y el lateral zurdo Carboni, más los problemas físicos del lateral derecho Mannini, el líbero y capitán Luca Pellegrini y la estrella Vialli, marcan un choque que empezó a decidirse a los dos minutos con un gol de Salinas tras gran jugada de Lineker y que se remató en una contra llevada por dos secundarios, Soler y López Rekarte, con gol de este.

Aquella final, lejos de provocar una decepción, debe servir de base y experiencia para un equipo que comienza a terminar el diseño que le llevará a ser el mejor de Italia. Srecko Katanec, uno de los mejores medios defensivos de Europa, procedente del Stuttgart y Attilio “Popeye” Lombardo, un rápido interior derecho desde el Cremonese, completan definitivamente un equipo que en la temporada 1989-1990 se alzará, ahora sí con la Recopa de Europa. A ella ha llegado, gracias a su nueva victoria en la Coppa de Italia de la temporada 1988-1989, donde con Vialli-Mancini a la cabeza, arrasaron al Nápoles de Maradona. Y es que desde la llegada de Boskov, prácticamente no hay año en el cual la Sampdoria no gane un título.La principal piedra en el camino hacia la final de la Recopa de 1990 que se disputará en Goteborg, es el Mónaco en semifinales. Un equipo francés, dirigido por Arsene Wegner y que dos años antes había ganado la Liga francesa.

El guardameta Ettori, el polivalente lateral izquierdo Petit, el medio ofensivo marfileño Fofana y su pareja atacante formada por el liberiano Weah y el argentino ex del Inter Ramón Díaz, eran las principales figuras de un muy buen equipo. Sin embargo, la Sampdoria se deshizo con solvencia de los monegascos. Bajo la niebla de Mónaco, Vialli en dos ocasiones, colocaba el 2-2 que dejaba para la vuelta una ligera ventaja genovesa. En Marassi, Vierchowod, a la salida de un córner y Lombardo en un contragolpe, transportaban a la Samp, a su segunda final europea. El rival en el Ullevi de Goteborg, sería el Anderlecht, aunque esta vez, la Sampdoria, clara favorita, no iba a fallar.

Aquel Anderlecht, era un buen y sorprendente equipo que había eliminado al Barcelona y que poco tenía que ver con el actual. Su entrenador era Aad de Mos, el mismo que dirigìa al Malinas, que un año antes había disputado la semifinal de la Recopa contra la Sampdoria. De Wilde, el suplente de Preud’Homme en la selección belga, era su portero. En defensa a pesar de que tenía la importante baja del marcador izquierdo holandés Adri Van Tiggelen, destacaba la colocación y calidad de Grun. El mediocentro era el yugoslavo, ex jugador del Real Madrid, Milan Jankovic y a su derecha sobresalía el islandés Gudjhonsen, mientras en la delantera destacaba una de las estrellas belgas de la época, el habilidoso y rápido Degryse.

El partido, no tuvo más historia que un ataque constante de la Sampdoria sobre la portería belga. Mancini, Vierchowod e Invernizzi, pudieron dejar resuelto un encuentro que entre las grandes actuaciones de De Wilde y la falta de puntería de otros, llegaba peligrosamente a la prórroga. Allí, acabó la resistencia del Anderlecht. Lombardo que había entrado en la segunda parte, se convirtió en un martillo por la derecha, y Vialli, tras el único error de De Wilde en el partido y rematando de cabeza un buen servicio de su pareja Mancini, colocaba el definitivo 2-0 que daba el primer título continental de la historia sampdoriana.

Sin embargo, lo mejor aún estaba por llegar.Tras el Mundial de Italia 90, el Calcio, como había sido costumbre en la última década, se convirtió en un mercadeo constante de nombres y traspasos. Skhuravy y Branco al Genoa, Mikhailichenko a la propia Sampdoria, Baggio, Julio César y Hassler a la Juventus, Riedle al Lazio, Fusi y Martín Vázquez al Torino, Aldair a la Roma, Galli al Nápoles y Grun y Taffarel al Parma fueron los más destacados.

Precisamente, aquel Scudetto 1990-1991 significó el final de la era Sacchi en Milán y el adiós de Maradona a Italia tras su positivo por cocaína.Sin embargo y a pesar que la Sampdoria, no partía como la favorita para conquistar el título, Boskov, había hecho un equipo a su imagen y semejanza con futbolistas que llevaban varios años jugando juntos, que habían llegado jóvenes al club, procedentes de modestos como Varese, Bolonia, Como y Cremonese y que habían vivido el crecimiento de un equipo pequeño a grande. A su lado, extranjeros como Cerezo, desechados por sus antiguos equipos y agradecidos por la oportunidad dada, habían formado una familia que moría por la camiseta.

Solidez, trabajo, contragolpe y definición, eran las palabras claves de la Sampdoria campeona del Scudetto 91. Pagliuca bajo los palos, asentado definitivamente como el futuro sucesor de Zenga en la azzurra, aportaba seguridad y reflejos. Mannini y Vierchowod, insustituibles para Boskov como marcadores, destacaban por su seguridad y contundencia. Cerezo, sobresalía por su elegancia y temple en un mediocampo trabajador, y arriba los dos estandartes del club, Mancini y Vialli, los gemelos del gol, imaginación del primero y remate del segundo, que se convirtió en la estrella de aquella Serie A, finalizando como máximo goleador.

Para aquella Sampdoria, el triunfo en el campeonato, radicó en las victorias en Milán, sobre sus dos principales adversarios, Milán e Inter. La primera de ellas, frente al equipo rossonero en los primeros compaces de la Serie A, significó el ascenso a la primera posición, y la segunda, frente a los neroazzurri, a falta de tres partidos, la sentencia casi definitiva.Para el Inter, el choque frente a la Samp, significaba su gran oportunidad de colocarse a un solo punto y aumentar la presión sobre una Sampdoria, inexperta en la consecución de Scudettos.

Aquel partido, frente al Inter de Trappattoni, Zenga, Bergomi, Brehme, Mathauss y Klinsmaan, reflejó las grandes virtudes de una Sampdoria que agazapada atrás y liderada por un Pagliuca que hizo uno de los partidos de su vida, parando hasta lo imposible, incluso un penalty a Mathauss, hizo de la recuperación y el contragolpe los factores que gracias a los goles de Dossena y Vialli, dejaban el definitivo 0-2 que casi certificaba el campeonato. Tras ese triunfo y la derrota del Milán en Bari, todo estaba listo en un Marassi lleno hasta la bandera para que la “Samp”, obtuviera el primer Scudetto de su historia ante el modesto Lecce.

El 3-0 en media hora, con goles de Cerezo, Mannini y Vialli daba el título a la Sampdoria y significaba la culminación de un proyecto que nueve años antes, estaba en Serie B y que en 1991 seguía la senda de modestos triunfadores que habían empezado, Hellas Verona y Nápoles. El ciclo de Boskov en la Sampdoria, concluyò, llevando al club a la cúspide europea y disputando la final de la Copa de Europa un año más tarde frente al F.C. Barcelona. Aquel partido que terminó en derrota, supuso el final de Boskov que se marchó a la Roma y la estrella Vialli que lo hizo a la Juventus. Por el camino quedaron desde 1986, 2 Coppas de Italia, 1 Recopa de Europa, 1 Scudetto y 1 Supercoppa de Italia.

Vídeo del partido contra el U.S. Lecce que haría que el equipo “blucerchiato” ganara el Scudetto de la temporada 1990-91, el primer y único título de liga en la historia de la U.C. Sampdoria;