Un estudio publicado por científicos de la Universidad de Stanford ha puesto en evidencia que la sangre joven no sólo retrasa el envejecimiento, sino que además consigue rejuvenecer órganos vitales que han entrado en su etapa final.
En una serie de experimentos con ratones los científicos hicieron transfusiones de sangre de los más jóvenes a los más ancianos, consiguiendo unos resultados sorprendentes.
Los ancianos que habían recibido sangre de los más jóvenes mostraron una capacidad curativa más rápida frente a heridas, además de desarrollar nuevas células en su cerebro que favorecían la memoria y el aprendizaje.
Pero esto no es todo, la sangre joven también produjo un efecto regenerativo en el hígado, el tejido muscular, el cerebro y otros órganos de los roedores.
La explicación más simple que podemos encontrar a esto es que en la sangre de los ratones más jóvenes se encuentran sustancias y hormonas relacionadas con el crecimiento y el desarrollo que ya no está presentes en la sangre de los más ancianos.
El descubrimiento plantea muchas incógnitas sobre su posible aplicación a seres humanos aunque ha generado una gran expectación entre los científicos, que no descartan que pueda llegar a tenerefectos positivos en enfermedades tan graves como el Alzheimer.