http://www.elpais.com/articulo/opinion/izquierda/Vargas/Llosa/elpepiopi/20101017elpepiopi_4/Tes
Iba a escribir que no sé por qué escritores teóricamente de izquierdas, como Juan Cruz y Javier Cercas, han defendido a muerte a Vargas Llosa, pero no lo hago, porque mientras tecleo aquí, frente al ordenador, me viene a mi anciana cabeza la explicación de todo: Vargas Llosa, por orden seguramente de Cebrián, nada más y nada menos que un académico de la Lengua con una sola novela que yo sepa, se ha convertido en el santo y seña de El País, y Cebrián, para el que no lo sepa, no es ni más ni menos que el amo, dueño y señor, de dicho diario.La tremenda debilidad, la insuperable flaqueza, del escritor es su absoluta dependencia de la necesidad de la publicidad de su obra.Cuando yo quería ser escritor profesional, o sea, vivir de lo que escribiera, trabajaba en Telefónica una jornada partida de 8 horas diarias, con un descanso de tres al mediodía para comer.Si a eso unimos los desplazamientos y una intensa vida familiar, amén de toda clase de trabajos extras para completar las 1.225'- pesetas mensuales de sueldo, la verdad es que me quedaba muy poco tiempo para escribir, si contamos, además, con el profundo cansancio que todo ello me producía.Pues, bien, a pesar de todo ello, en 1.968, mi novela Fuera de juego, fue seleccionada en el Premio Planeta de aquel año, cuando el Planeta era un concurso casi honrado en el que los noveles como yo tenían alguna oportunidad, por pequeña que fuera.Ni que decir tiene que un desconocido empleado de Telefónica, al que ni siquiera conocían en su propia casa a la hora de comer, no tuvo la oportunidad que Vargas Llosa y Gabriel García Márquez disfrutaron haciendo lo que hay que hacer, si se quiere triunfar en el mundo de la literatura: abandonarlo todo, jugárselo a una carta, irse a vivir a una ciudad en la que haya agentes literarios inteligentes, con influencia en las editoriales de la ciudad, así, de esta manera, uno acaba entrando en la peña de los Carlos Barral, Jaime Salinas, Javier Pradera, Alberto Oliart y los editores Rafael Borrás, de Plaza y Janés; Rafael Soriano, de Planeta DeAgostini, y Juan Cruz, de Alfaguara. Alfredo Bryce Echenique; Juan Benet, Jaime Gil de Biedma, Gabriel Ferrater, Manuel Sacristán, Juan García Hortelano, Alberto Oliart, José Agustín Goytisolo, Luis Carandell, Eugenio Benet , Salvador Clotas, Chus Visor, Federico Ibáñez, Juan Eduardo Zúñiga, Felicidad Orquín, Basilio Baltasar y tantos otros.He hablando mucho, quizá demasiado, del corporativismo de los jueces, pues, bien, no creo que el de los escritores tenga nada que envidiarle a aquél. Y tiene más razones que abonen su existencia que el de los jueces: los jurados que conceden los premios literarios están constituidos por escritores consagrados, a los que si no rindes el consabido culto de latría, estás perdido porque constituyen una mafia aún más inexorable que las italianas, entonces, no debe de extrañarnos que ni uno sólo de ellos, los escritores, famosos y profesionales, que yo sepa, haya levantado la voz para criticar la concesión del Nobel al que es, sin duda, una de los escritores más reaccionarios, y los ha habido muchos y de mucho cuidado, que conozco.De modo que Cercas y Cruz no tenían más remedio que hacer lo que han hecho y no sólo porque ambos escriben con mucha, quizá con demasiada frecuencia, en las páginas de ese mismo diario que, en sus centrales, exhibe como el mayor de sus orgullos, el artículo semanal de Vargas.Ya dije, hace unos días, que yo a los hombres no los juzgo por una de sus habilidades artísticas o profesionales, por muy grandes que éstas sean, sino por el conjunto de su actividad total, y ponía el ejemplo de uno de aquellos espantosos criminales de guerra nazi juzgados en Nuremberg que fuera, en su intimidad, un exquisito violinista, toda la eximia calidad de su arte interpretativo no sólo no le serviría de excusa para sus crímenes, todo lo contrario, los agravaría.Pues, bien, Vargas, a lo largo de toda su vida, ha hecho de todo, absolutamente de todo, y no voy a decir más no sea que me ponga una demanda por intromisión en su derecho al honor y me embargue mi pensión de jubilación, porque esto del cuidado de su economía, es lo mejor que hace.En fin, que Cercas, al que admiraba mucho por sus Soldados de Salamina, y que ha escrito otra novela sobre un tema del que yo escribí una obra de teatro hace ya casi 30 años, el golpe de Estado de febrero del 81, me ha decepcionado por completo casi hasta el extremo en que lo hizo Juan Cruz, esa especie de hombre para todo que tiene El País y que quiere siempre honrarse con la amistad de los grandes de la literatura. Vargas quizá lo sea, pero como persona, que, para mí, es lo esencial, lo considero detestable.