La novela radiografía un extendido vacío vital. Llámese poscinismo, posverdad, la falta de sentido y de propósito lleva a la superficialidad. La provisionalidad acaba en relaciones débiles y la ausencia de valores conduce a la corrupción y a la mentira.
En el libro todo esto es más descrito que analizado, no se llega al problema de fondo ni se insinúan soluciones. No es el papel de una novela, pero sí lo es emocionar y entretener y esta vez le falta a la autora la fuerza y tensión que logró en su primera novela. Ninguna de las tres líneas termina de interesarnos del todo y no hay asuntos ni enfoques nuevos en los temas abordados (familia, relaciones sentimentales, periodismo, escritura, poder, etc). En conjunto el libro es correcto pero poco destacable y su conclusión desalentadora: es mejor no indagar ni saber demasiado sobre los que queremos. APROBADO.