La seguridad emocional es muy importante para el desarrollo integral de los niños y niñas y por tanto para que el Modelo lúdico se desarrolle, pero ¿cómo se concreta y se lleva a cabo en la práctica?
La creación del ambiente de seguridad emocional es una condición sobre la que se asienta el modelo lúdico. La seguridad emocional de los niños es el resultado, entre otros, de unas vivencias en las que se les proporciona:
- Unas relaciones afectuosas. Independientemente de las conductas infantiles; estos nunca deben temer que el afecto o su retirada, sea una consecuencia de sus comportamientos.
La seguridad del cariño es una necesidad básica infantil, sobre la que no hay que crear nunca dudas.
Los niños y niñas tienen que sentirse queridos y aceptados siempre; sus comportamientos pertenecen a la esfera de lo que están aprendiendo a regular, tienen que aprender a hacerlo sin relación con lo que se les aprecia.
- Un tratamiento sobre sus deseos. Tiene que confiar en el adulto, que en principio, está dispuesto a satisfacerlos si son apropiados y ajustados a las situaciones concretas.
Queda pendiente un aprendizaje sobre los deseos para compensar la influencia de varios factores:
- La falsa creencia de que respetar a un niño consiste en preguntarle a partir de los 6 meses ¿lo quieres? ¿Quieres dormir? ¿Quieres recoger los juguetes? Y el consiguiente drama para que haga algo sobre lo que previamente se le ha solicitado opinión.
- Claro que "no quiere", pero sobre todo no sabe lo que quiere y de esta forma, con la confusión del querer y del desear, llega muy pronto el apetecer y con él comienza a ser complicada la construcción de una personalidad libre y equilibrada. Aprender a desear es un contenido olvidado en la educación de la personalidad.
- La publicidad en la sociedad de consumo crea deseos para satisfacerlos con los productos. Son falsas sustituciones muy eficaces para el mercado pero no para la construcción de identidades libres.
- La confianza de que son capaces. De aprender y de actuar de forma adecuada; de realizar lo que se les solicita y una disponibilidad del educador para ayudarles si lo precisan.
- Las expectativas positivas o contrarias, sobre las posibilidades de los niños y las niñas, que se expresan muy sutilmente a través de lenguajes, y que no le resultan indiferentes, son una garantía que determina en alto porcentaje su éxito o fracaso.
Bruner explica que un niño inicia los procesos de comunicación porque sus padres le hablan desde un principio como si les entendiera y con la seguridad de que va a hacerlo.
Durante el juego las cosas varían y se envían mensajes contundentes que van configurando una identidad en construcción para el interesado y también para el resto del grupo.
A estas edades la mayoría de los comportamientos son educables y una condición fundamental para ello lo constituye la confianza que se tenga sobre las capacidades de los interesados e interesadas. Es el llamo efecto Pygmalión.
El efecto Pygmalión se refiere, a que si tengo expectativas positivas hacia una persona, lo más probable es que se desarrolle de forma exitosa y al contrario hará que la persona no sea capaz de desarrollar todas sus potencialidades.
Por ello, nunca se debe, ni jugando, decirle a un niño que es agresivo, nervioso, inquieto y mucho menos, malo. Es necesario aprender a nombrar sus acciones en relación al "¿Estás?", "¿Qué te pasa?", "Vamos a ver qué puedes aprender a hacer para que no te vuelva a suceder esto".
Aunque la etiqueta que le adjudicamos no lo tenga en cuenta, el resultado del mensaje es comprendido por el interesado y por los componentes del grupo, que expresan a la salida de clase: "En la clase hay un niño malo, o que pega". A lo que se le contesta "Pues no te pongas a su lado y no jueges con él" o si está cercano el día "No le invitaremos a tu cumpleaños".