La Semana Santa de Murcia, es una gran desconocida dentro de las celebraciones tradicionales en España. Y es una pena que sea desconocida, ya que por sus particulares características, hermosura, duración y participación ciudadana, merece estar entre las primeras del país. En lo que sí está primera es en singularidad.
La fiesta empieza el Viernes de Dolores
La Cofradía del Amparo, es la primera que sale por las calles murcianas. Vestidos sus cofrades con túnicas de color azul, empieza su procesión en la iglesia de San Nicolás desde 1985, siendo de las más jóvenes de la ciudad. La Sagrada Flagelación, el Lavatorio de Pilatos, el Jesús del Gran Poder, la Virgen de los Dolores y el Cristo del Santo Amparo, son las tallas más significativas de esta procesión también conocida como la de los toreros, por el fervor y la participación de los taurinos en la misma.
Los Coloraos
Ya llegó el Miércoles Santo. Ya llegó el día de los coloraos. Miles de murcianos y forasteros aguardan en sus calles desde primeras horas de la tarde, para poder ver a la Cofradía del Santísimo Cristo de la Sangre, la más antigua de la ciudad y posiblemente de España, ya que data de 1411. Diez pasos y once hermandades –una de ellas constituida exclusivamente por niños y niñas de hasta 14 años-, presididos por el Santísimo Cristo de la Sangre de Nicolás de Bussy y escoltado por imaginerías de Roque López como La Samaritana y La Dolorosa, inundan de color la ciudad entre emociones contenidas y caras satisfechas de ver que otro año –y van unos cuantos-, se cumple la tradición que va de abuelos a nietos, y que marca de forma indeleble el carácter de esta celebración. Por su numerosa participación –tanto en protagonistas como en público asistente- es la más popular de Murcia.
De la del Silencio a la del Demonio, pasando por los Salzillos
Impresiona al forastero el respeto y recogimiento de la procesión del Jueves Santo en la capital del Segura. Allá por las diez de la noche, los repiques de tambores sordos, que retumbando en las paredes y en el corazón de las gentes, marcan la partida del paseo anual del Santísimo Cristo del Refugio, talla anónima del siglo XVII, que escoltado por penitentes vestidos de negro y morado, manolas y personas de toda condición, disfruta de cánticos a El destinados, envuelto en la oscuridad de la noche y en el silencio que acompaña su marcha. Miles de fieles se agolpan en su camino, y aquellos que no lo son, se convierten al ver pasar un desfile que destila esperanza, paz y dolor a partes iguales.