El día de hoy, en la sección Luces de El Comercio, se entrevista a Gustavo Rodríguez con motivo de la aparición de su libro La semana tiene siete mujeres. Las preguntas de rigor:
¿De dónde nace la novela?
Creo que la llamita de la que salió ocurrió cuando me acordé de algo. La que fue mi esposa durante casi 18 años, es rubia, blanca y descendiente de inmigrantes extranjeros y yo, por el contrario, soy descendiente de migrantes internos, provincianos. Y me acordé de que ella había tenido un novio, un enamoradito, quizá, un pelirrojo descendiente de escoceses. Entonces pensé “¿qué habrá sentido este pata al verme ahora con ella?”.
Pero de ese disparador, en el que se plantea la relación básica entre el narrador y el piurano, pasas a una mirada mucho más profunda acerca del racismo
Lo que pasa es que yo creo que esta novela se ha ido cocinando a lo largo de mi vida por una sencilla razón: en ella están estos dos personajes: un blanco empobrecido y un cholo enriquecido y de alguna manera yo no he dejado de sentirme, sobre todo en los últimos años, que estoy en ambos espacios. Recuerdo cuando tuve que ponerle el color de piel a mi avatar de los Simpson: me quedé atracado porque no sabía qué color ponerme. Cuando pasó eso, me acordé de esa teoría sociológica según la cual en el Perú hay toda una gradación por la cual siempre va a haber alguien más blanco que tú y, también, alguien más cholo que tú, dependiendo de a quién tengas al frente.
Y el piurano exitoso y el blanquito empobrecido son las dos caras de esa moneda.
Sí, son como imágenes de espejo Son cara y contracara, finalmente. Me hace acordar a una cita de Castoriadis que en alguna oportunidad Jorge Bruce dijo en una entrevista y es que el odio hacia el otro es el reflejo del odio que te tienes a ti mismo. Desde esa mirada, el piurano [se echa hacia atrás y se lleva las manos a la cabeza y alza la voz para decir: “por qué no les puse nombre a los personajes!” y luego ríe] y el narrador están condenados a ser parte de la misma moneda.
Todos tus personajes están como guiados, impulsados por una suerte de traumas fundacionales ¿Así ves a las personas en general?
Yo creo que sí; es una buena manera de ponerlo, traumas fundacionales Esos que nos acompañan inconscientemente y que nos hacen a veces tener gestos desproporcionados y que no sabemos explicar muchas veces. Me parece una explicación de ciertas conductas, pero no es una justificación. Imagínate si todos justificáramos nuestras reacciones sobredimensionadas o nuestros errores porque nos faltó afecto de niños o algo así. Cada uno es responsable de encontrar las herramientas para sobrellevar eso y ser consciente de lo que tiene y finalmente tratar de vivir con eso. Y eso es algo que el piurano en la novela no llega a procesar y que, curiosamente, sí empieza a procesar el cronista blanco que lo tiene que retratar.