Puede suceder en el lugar y situación más inesperada; de improviso salta la chispa y la magia del talento hace el resto. Da igual que se trate de una composición literaria, una partitura de música, un pastel irresistible,un perfecto trabajo de carpintería o la pericia de un bombero al efectuar un rescate. En todas las acciones nombradas y muchísimas otras, al ser realizadas con eficiencia o llegar a tocar el corazón del que las admira, hasta el punto de producir emoción, existe un denominador común, la semilla mágica del talento, una semilla que se encuentra en todos y cada uno de nosotros, guarecida en lo más recóndito de nuestro ser, a la espera de ser abonada y regada para brotar, desplegando así toda la abundancia que debe ser compartida y toda la luz que debe iluminar lo oscuro. Puede que algunos la descubran antes que otros, e incluso puede que no baste con una vida para hacerlo, pero creo que merece la pena hacerse una pregunta para…, tal vez descubrirlo: ¿Qué me hace feliz? ¿Qué actividad me llena? O, porqué no, ¿qué puedo hacer por los demás y que a su vez me haga sentir bien? Opino que cuando alguien hace algo bien, todos debemos felicitarnos, pues ese acto contribuye a que el mundo sea un poco mejor. Cualquier acción que engendre alegría y no cause sufrimiento a ningún ser, está envuelta en el halo de la semilla mágica del talento. Es posible que la respuesta a semejante hallazgo, no solo contribuya a hacer resurgir la semilla, sino también, con el tiempo, a hacer un poco mejor nuestro mundo.