A lo mejor es que no hay debate. Quiero decir que quizá cada cual se queda con su preferencia y no hay discusión. También puede ser que el debate suena a viejuno, a superado por anticuado. Pero justo ahora que se inicia la segunda parte del curso y se ha tenido la oportunidad de evaluar el progreso de los alumnos en el curso, en nuestro entorno se han suscitado algunas consultas sobre la influencia en los rendimientos escolares de diferentes factores. Y uno de ellos ha sido precisamente el de la separación de los escolares, bien en las aulas, o bien por colegios, según el sexo.
Para mi sorpresa han sido padres y madres de niñas preocupados por que el rendimiento de sus hijas se viera impedido o retardado porque el rendimiento de los niños es más bajo (!) y con ello se baja el nivel de la clase o del colegio. A esto se suma que la conocida como ley Wert, la LOMCE o Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa incluye provisiones para que la segregación por sexos en las escuelas no se vea privada de fondos públicos (artículo 1.61).
No creo que nadie se sorprenda de que recojamos aquí la convicción de que esa ley ha sido contestada desde la mayoría de las instancias docentes y pedagógicas por retrógrada, inaplicable y en muchos aspectos literalmente sectaria, en consonancia con la siniestra figura del titular del ministerio que la ha propuesto. El tratamiento de la educación diferenciada por sexos no se aporta ninguna argumentación de substancia.
La realidad es que, en este país–y en otros–la separación en las escuelas por sexos suele ser patrimonio de escuelas o colegios privados y ligados a empresas u organizaciones confesionales. Ello incluye principalmente las confesiones religiosas monoteístas y con fuertes raíces tradicionales, curiosamente raíces o razones que no figuran en sus textos principales y ortodoxos. Se trata de incorporaciones culturales a la tradición que responden a creencias más sociales que de base teológica y por imposición de los clérigos.
No vamos aquí a argumentar la justificación o no de la coeducación o la segregación por sexos en las escuelas con argumentos pedagógicos porque no es nuestro ámbito de conocimiento. Pero desde el ámbito del neurodesarrollo, del desarrollo psicoemocional, del biológico y, también, del de los derechos de los niños, con los que nos sentimos muy directamente implicados, entendemos que no existen evidencias cabales que apoyen la separación de los niños y las niñas en las escuelas. Y por ello recomendamos evitar las escuelas segregadas.
Y que no quede por no dicho: la segregación por sexo de los escolares generalmente conduce a una desvaloración y discriminación especialmente de las mujeres, que pretende asignarles un rol subalterno en la sociedad. Eso va en contra de las mujeres y sus derechos y, también, atenta contra los derechos de sus hijos, cuando los tengan, al privarles de tener una madres mejor instruidas y más libres.