¿Qué le falta a la novela del mejicano Carlos Fuentes para que pueda ser considerada una obra maestra? La respuesta es bien sencilla: absolutamente nada.
Cuenta con una nutrida panoplia de personajes, densos y repletos de matices; también con un privilegiado escenario de fondo, la particular y nada sencilla política mejicana en un supuesto futuro a diez años vista, diecisiete desde que el libro saliera de la imprenta; y ante todo con una trama elaborada con el detalle y la prolija complejidad de la filigrana charra, además de un final de impacto, pero también abierto, que permite la posibilidad de una continuación.
La ejecución también resulta fresca e innovadora; la obra se aborda desde el estilo epistolar, circunstancia que le permite contar con la subjetividad que otorga la primera persona en una narración coral y polifónica.
Un libro para disfrutar, releer y recordar.