Aunque la novela histórica siempre ha sido uno de mis géneros favoritos, lo cierto es que desde hace algún tiempo no me dedico a ella tanto como lo hacía antes, pero son novelas como la que os traigo hoy las que me hacen recordar por qué me gustan tanto estas lecturas. Confieso que tuve un auténtico flechazo cuando la vi entre las novedades de Roca Editorial para septiembre, un auténtico pálpito que se ha confirmado como certero e incluso mejor aún de lo que esperaba. Hoy os hablo de La sinagoga del agua.
Mi opinión
En el pogromo de 1391, un albañil que acaba de perder a su hijo recién nacido encuentra en la sinagoga asaltada al pequeño Abraham escondido con su hermano David, de ocho días de vida. Aprovechando la revuelta y la confusión se lo arrebata de los brazos y lo lleva a casa para criarlo como si fuera su hijo. En 2007, en Los Cerros, durante la demolición de un viejo edificio para construir apartamentos se han hallado lo que parecen ser restos de una sinagoga del siglo XIV. El constructor, verdadero apasionado del tema, decide contratar a dos recién licenciados en Historia, Dante y Mara, para que se encarguen de catalogar los hallazgos que vayan apareciendo, un trabajo que supone toda una oportunidad para ellos, aunque solo sea a cambio de alojamiento y comida.
Así comienza una historia que alterna presente y pasado, un pasado que abarcará desde ese pogromo de 1391 hasta la expulsión definitiva de los judíos en 1492. Ambos hilos mantienen el interés del lector desde sus inicios, aunque como siempre me ocurre en este tipo de novelas que cuentan con dos hilos temporales, ha sido la del pasado la que me ha conquistado totalmente. La narración de este hilo corre a cargo de un narrador omnisciente que en tercera persona nos va desgranando el devenir de unos personajes sólidos, reconocibles, tan realistas que traspasan las páginas y vienen a sentarse con nosotros con sus luces y sus sombras, con sus virtudes, sus debilidades, sus miedos… Personajes con los que vivir un pasado de dolor y desgarro, de decisiones equivocadas, pero también de aciertos. Personajes con los que amar y odiar. Por el contrario, el presente utilizará la voz de un narrador protagonista a cargo del propio Dante. Es a través de sus ojos como conoceremos a todo el elenco que lo acompaña y en el que encontraremos personajes de todo tipo, algunos más cercanos y creíbles que otros, pero que en cualquier caso cumplen perfectamente su función, especialmente la de poner de relieve cómo en ocasiones algunos descubrimientos pueden verse entorpecidos por intereses económicos e inmobiliarios. En este punto quiero destacar que la Sinagoga del Agua, un lugar maravilloso que hace unos pocos años pude visitar, fue descubierta precisamente como se cuenta en la novela, durante unas obras de construcción.
El pasado que se refleja y vuelve al presente y el peso de la memoria en nuestras vidas son los pilares sobre los que sobrevuela esta historia de amor y odio. Es la sinagoga hallada el elemento que aglutina todo esto y sobre el que pivota una narración con momentos realmente emotivos que, además, nos invitan a una reflexión sobre los fanatismos de cualquier tipo y sobre la necesidad de tolerancia no solo como puntal sobre el que asentar la convivencia, sino también como punto a partir del cual crecer tanto personal como intelectualmente.
En definitiva, ha sido todo un descubrimiento la de este autor y la de esta historia que me ha cautivado y que por unas horas me ha hecho viajar al pasado y vivirlo con intensidad. Una historia preciosa, cargada de emotividad y con unos personajes inolvidables. Una novela sobre la pequeña historia, esa que nos habla de las personas normales y corrientes, que no dudo en recomendaros. No os la perdáis.