La preocupación por la brecha cambiaria determinó una fuerte venta de títulos públicos en dólares por parte de la Anses (“para calmar el mercado”): sucede que un lucro del 25 por ciento estimula la compra de dólares en el mercado oficial para venderlos en el paralelo. La Afip ha aflojado las restricciones para comprar dólares, también para achicar esa brecha, lo que ha dejado a los bancos sin dólares billete. Se desarrolla, de este modo, una pérdida de reservas bajo la presión de la especulación en el mercado de cambios. Con esta política, la especulación contra el peso ha pasado a nutrirse de la oferta oficial. Las concesiones oficiales apenas han achicado la brecha entre el paralelo y el oficial -más que eso: la incentivan.
Bajo estas condiciones, se potencian los desequilibrios que arrastra la economía K. El gobierno necesita 15 mil millones para pagar los vencimientos de deuda externa de 2012 y 13 mil millones para la importación de combustibles. Según datos del BCRA, las compras de divisas por parte del organismo en los primeros meses del año han sumado 4.515 millones de dólares, pero las reservas sólo crecieron 1.222 millones. La diferencia refleja la magnitud de la salida de divisas.
Lo que ocurre en el mercado de cambios refleja la tendencia a una cesación de pagos con el exterior, que complementa la que ya ocurre en el mercado interno: las provincias, en especial, están incurriendo en impagos crecientes con los proveedores y en varias localidades se plantea la emisión de cuasi monedas. El desarrollo de esta crisis muestra los límites insalvables del intervencionismo estatal que inspiran Moreno-Kicillof.
Pablo Heller