La Siria del árabe del futuro

Publicado el 21 septiembre 2016 por Joaquín Armada @Hipoenlacuerda

¿Cómo era Siria antes de su autodestrucción? El país que fue solo existe en los recuerdos de los supervivientes: nómadas forzosos a los que negamos refugio, prisioneros en ciudades demolidas o súbditos aterrorizados por alguno de los muchos bandos de esta guerra cruel. Riad Sattouf no pertenece a ninguno de estos grupos. Su familia paterna, sí. Cuando en 2011 estalló esta guerra sin solución a la vista, Sattouf – árabe del futuro, francés del presente – intentó traerlos a Francia, pero chocó con un muro infranqueable. Indignado, quiso convertir su impotencia en una denuncia en viñetas. No tardó en darse cuenta de que no era suficiente y decidió dibujar su autobiografía. Fue así como nació ‘El árabe del futuro‘. Ana Fornaro lo cuenta muy bien en ‘La patria es un dibujo’.

La segunda entrega de ‘El árabe del futuro’ comienza en el capítulo V. Estamos en 1984, Riad ha cumplido seis años y se enfrenta a su primer día de colegio. La Libia de Gadafi, donde transcurría buena parte de la primera parte, ya pertenece al recuerdo. Su padre ha regresado a Ter Maaleh, el pequeño pueblo cercano a Homs donde nació. Está decidido a iniciar una meteórica carrera en la administración de Hafez el Asad, el dictador sirio que domina el país con mano de hierro e imagen omnipresente: desde inmensos carteles a la regla con holograma que Riad lleva a su primer día de colegio. Como para (casi) todos los niños, el descubrimiento del colegio, la pérdida de la libertad, es un golpe inolvidable. Literalmente. Porque la maestra del pequeño – una combinación hoy imposible en la Siria rural de mujer con hiyab, ropa ajustada, zapatos de tacón y minifalda – ‘instruye’ a sus alumnos a golpe de vara.

Entre palo y palo, la maestra sádica e inculta enseña a Riad y a sus compañeros el himno nacional sirio: la prioridad escolar era crear súbditos obedientes a Hafez el Asad. Sin él, Siria se destruiría a sí misma y no existiríamos”, asegura la maestra, cual pitonisa nefasta. La Siria que vemos a través de la memoria de Riad es un país pobre donde el triunfo consiste en tener la casa más grande del pueblo y un Mercedes para viajar a la capital, donde los niños calzan rígidos zapatos de plástico hechos en China y se mueren de pulmonía porque los padres los llevan al médico demasiado tarde. Sattouf nos cuenta lo que los adultos no ven aunque pase por delante de sus ojos: los chantajes, miedos y peleas que sufre y ejercen los niños sin que sus padres se enteren. No lo tiene fácil Riad, niño de melena rubia en una clase de alumnos de tez oscura y pelo negro. Si quería integrarse tenía que destacar en el entretenimiento con más éxito del recreo:  jugar a matar judíos.

En la primera parte, Sattouf ya nos mostró la subordinación de la mujer siria al hombre. Para sorpresa del lector, esperaban a que a sus hijos, tíos o hermanos devorasen la comida que habían cocinado para alimentarse después de las sobras del banquete. En este segundo volumen, da un paso más. Es imposible desvelarlo sin romper la trama pero, antes de pensar que demuestra que las diferencias entre el Islam y Occidente son insalvables, conviene mirar hacia atrás. Y no me refiero a esas maestras que en mi lejana infancia aún nos obligaban a extender la mano para pegarnos con una regla. En la España de principios de los sesenta, todavía perduraba el “privilegio de la venganza de la sangre”. Lo heredamos de los romanos, como el alcantarillado, las carreteras, el acueducto… Pero si en un concurso nos dieran a elegir entre romanos y árabes/musulmanes, probablemente muchos apostaríamos por esta última opción. Este prejuicio es el que hoy parece insalvable. 

‘El árabe del futuro (2). Una juventud en Oriente Medio (1984-1985)’. Riad Sattouf. Salamandra. Barcelona, 2016. 160 páginas, 19 euros.