Nuestra sociedad es capaz de transformar en un gran intelectual y dotarle de autoritas a determinados personajes, que en otros países no pasarían de ser meros profesionales de nivel medio, que dedicarían sus esfuerzos a un ámbito investigador con algún aporte menor a su disciplina. Los seleccionamos independientemente de su capacidad investigadora o su aportación al conocimiento humano. Personajes como Arcadi Oliveres o Eduard Punset son el ejemplo del intelectual sobrevalorado.
Supongo que es una tendencia a buscar y poner caras y capacidad de liderazgo a diversos personajes. Buscamos el “pater” que nos salve, la luz de occidente que nos sepa guiar. También es una muestra de la pobreza investigadora de nuestro país. Incluso en el ámbito de las ciencias sociales, Catalunya y España somos bastante lamentables.
Pero uno de los principales problemas de nuestros intelectuales mediáticos lo conforman el ejército de intelectuales “orgánicos”, en general más ligados con el stablishment y los valores de las clases dominantes (aunque en términos marxistas defensores del lumpen proletariat también los hay).
En Catalunya hemos sabido cultivar bien estos personajes, la televisión púlbica y en especial la radio es donde los hemos cuidado, fertilizado y les hemos dejado que se retroalimenten entre ellos, respiren su propio aire y que las antenas expliquen solo una pequeña, triste y estrecha franja de la realidad. La tertulia matinal de Catalunya Radio es un ejemplo de estos personajes.
Salvador Cardús es uno de estos. Su actividad periodística es bastante loable, su actividad investigadora bastante menor. Ejemplo modélico de intelectual orgánico, donde su valor está más en dorar la píldora al poder establecido (a veces al poder económico y al político, a veces simplemente reproducir los valores dominantes del stablishment) que en su capacidad investigadora.
Lo malo de todo esto no es solo que construyamos castillos en el Pirineo basados en personajes de tan poca volada intelectual (los cuales reciben numerosos premios aquí, pero ningún reconocimiento en el estranjero) para la imagen que se les proyecta y el espacio mediático que ocupan, sino que después de décadas de estar en la primera línea y de recibir todos los parabienes pierden el sentido de quienes son en realidad.
Al final personajes como Salvador Cardús, víctima de la propia construcción de su propio personaje, se lo terminan creyendo y diciendo barbaridades como estas:
Una pena, un intelectual mediocre que con esfuerzo podría hacer aportaciones interesantes, termina siendo un intelectual orgánico que dispara siempre hacia abajo. Que lejos está este sociólogo de verdaderos gigantes de la sociología que cuestionaban los fundamentos del stablishment, los valores sociales considerados hegemónicos y dedicaban su capacidad intelectual a incrementar el conocimiento de como funciona el cuerpo social.