"La sociedad del espectáculo" - Guy Debord

Por Marapsara

Esta obra maestra de la situación política y social del siglo XX fue publicada por primera vez en 1967 y posee total vigencia hoy día. Aunque pueda parecer muy teórica y de difícil aplicación y comprensión para el lector medio, por su componente filosófico y su forma de presentación poco convencional, muchos reticentes se llevarían una grata sorpresa al aventurarse entre sus páginas, porque descubrirían que no es tan difícil de desentrañar como parece a primera vista. A la hora de exponer algunos postulados es un tanto críptico, pero no desarrolla el contenido de todo el libro de una forma abstracta e, incluso, llega a presentar en ocasiones sus teorías de una forma muy gráfica acompañada de ejemplos concretos.
Pero es precisamente esa capacidad de abstracción (además de por su clarividencia ideológica y su talento para observar con la perspectiva adecuada los por qués de los vaivenes sociales y políticos a nivel mundial) lo que hace de este libro algo tan especial. Leerlo es un placer para los sentidos, un pulso con nuestra propia capacidad de abstracción y de comprensión: agudiza el ingenio, aclara aún más los conceptos propios y renueva las ideas ya caducas.
La mayor parte de la sociedad ha regalado su existencia, su vida social y también la privada a través de una sumisión informativa y social que nos es presentada artificialmente con la apariencia de la normalidad y de lo cotidiano. Precisamente, Guy Debord arranca de un tirón esos ropajes descubriendo al gran público la vergüenza desnuda de los tejemanejes del poder, que juega con hilos de hierro a la segregación forzando los mecanismos de las cada vez más máquinas. Y lo hace, incomprensiblemente, sin que la sociedad en bloque se una para escapar a esa forma de esclavismo, sino que sigue participando, cobarde e idiotizada, de esa paupérrima forma de vivir, para su propio perjucio.
Sin embargo, nada como los propios postulados de Debord para ayudarles a abrir (aún más) los ojos.
La traducción de José Luis Pardo, por cierto, es estupenda.
«La primera fase de la dominación de la economía sobre la vida social comportó una evidente degradación del ser en tener en lo que respecta a toda valoración humana. La fase actual de ocupación total de la vida social por los resultados acumulados de la economía conduce a un desplazamiento generalizado del tener al parecer, del cual extrae todo "tener" efectivo su prestigio inmediato y su función última. Al mismo tiempo, toda realidad individual se ha hecho social, directamente dependiente del poder social, elaborada por él. Sólo se le permite aparecer en la medida en que no es
«Cuando la necesidad es soñada socialmente, el sueño se hace necesario. El espectáculo es el mal sueño de la sociedad moderna encadenada, que no expresa en última instancia más que su deseo de dormir. El espectáculo vela ese sueño.»
«Con la separación generalizada del trabajador y su producto, se pierden todo punto de vista unitario sobre la actividad realizada y toda comunicación personal directa entre los productores. Conforme progresan la acumulación de productos separados y la concentración del proceso productivo, la unidad y la comunicación se convierten en atributo exclusivo de la dirección del sistema. El triunfo del sistema económico de la separación es la proletarización del mundo.»
«El sistema económico basado en el aislamiento es una producción circular de aislamiento. El aislamiento funda la técnica y, en consecuencia, el proceso técnico aísla. Desde el automóvil hasta la televisión, todos los bienes seleccionados por el sistema espectacular constituyen asimismo sus armas para el refuerzo constante de las condiciones de aislamiento de las "muchedumbres solitarias". El espectáculo reproduce siempre sus presupuestos, cada vez de un modo más concreto.»
«La victoria de la burguesía es la victoria del tiempo histórico profundo, el tiempo de la producción económica, que transforma constantemente y de parte a parte la sociedad. Mientras la producción agraria siguió siendo el trabajo primario, el tiempo cíclico, que seguía presente en el fondo de la sociedad, alimentaba las fuerzas concentradas en la tradición, que intentaban frenar el movimiento. Pero el tiempo irreversible de la economía burguesa extirpó en todo el mundo estas resistencias. La historia, que hasta entonces se había presentado como un movimiento exclusivo de los individuos de la clase dominante, y que por tanto se había escrito como historia de los grandes acontecimientos, se comprende a partir de este momento como el movimiento general, un movimiento a cuya importancia se sacrifican incluso los individuos. La historia, al descubrir que su base es la economía política, descubre la existencia de lo que hasta entonces era su inconsciente, pero que no obstante sigue siendo aún inconsciente, sigue siendo algo que no puede sacar a la luz. Esta prehistoria ciega una fatalidad que nadie domina es lo único que ha democratizado la economía mercantil.»


«El tiempo seudocíclico consumible es el tiempo espectacular, a la vez como tiempo de consumo de imágenes en sentido restringido, y como imagen del consumo del tiempo en toda su extensión. El tiempo del consumo de imágenes, medium de todas las mercancías, es, inseparablemente, el terreno en donde se ejercen plenamente los instrumentos del espectáculo y el objetivo que éstos presentan globalmente como lugar y figura de todos los consumos particulares: se sabe que el ahorro de tiempo que la sociedad moderna persigue constantemente 
ya se trate de la velocidad de los medios de transporte como de las sopas instantáneas se traduce positivamente, para la población de los Estados Unidos, en el hecho de que sólo la contemplación de la televisión ocupa una media de entre tres y seis horas diarias. La imagen social del consumo del tiempo, por su parte, está exclusivamente dominada por los momentos de ocio y vacaciones, momentos representables a distancia y postulados como deseables, como toda mercancía espectacular. Esta mercancía se ofrece aquí, explícitamente, como el momento de la vida real cuyo retorno cíclico hay que esperar. Pero incluso en estos momentos reservados para la vida, lo que se reproduce y se ofrece a la vista no es más que el espectáculo, que alcanza así un grado más intenso. Lo que se representa como la vida real se revela simplemente como la vida más realmente espectacular
«Bajo las aparentes modas, que se anulan y recomponen en la fútil superficie del tiempo seudocíclico contemplativo, el gran estilo de la época reside siempre en aquello que se orienta por la secreta y evidente necesidad de la revolución.»
«El mundo posee ya el sueño de un tiempo del que ha de alcanzar ahora la conciencia, para vivirlo realmente.»
«El espectáculo es la ideología por excelencia, porque expone y manifiesta plenamente la esencia de todo sistema ideológico: empobrecimiento, servidumbre y negación de la vida real. El espectáculo es, materialmente, "la expresión de la separación y del alejamiento de los hombres entre sí". La "nueva potencia del engaño", concentrada en su base, en torno a esta producción mediante la cual "con la masa de objetos, crece también el nuevo dominio de los seres extraños a los que el hombre está sometido", es la fase superior de una expansión que ha vuelto la necesidad contra la vida. "La necesidad de dinero es, pues, la verdadera necesidad producida por la economía política, y la única necesidad que ella sola produce" (Manuscritos de economía y filosofía). El espectáculo extiende a toda la vida social el principio que Hegel, en la Realphilosophie de Jena, concibe como el principio del dinero: es "la vida de lo muerto que se mueve a sí mismo".»
La sociedad del espectáculo, Guy Debord, editorial Pre-Textos, 2007.