Gómez Marín transcribe en el “Mundo” este exacto ejemplo: “He escuchado (varias veces, claro) a la ministra de Cultura expresarse, es un decir, sobre el candente tema del aborto y no me resisto a recoger íntegra y fielmente para la posteridad su parlamento, aunque sólo sea para que se vea que la pobre Bibiana no está sola. Dijo la señora Sinde: «Yo realmente eh yo creo que eh eh bueno que eh eh que la ley del aborto es muy importante es muy importante y ayer fue un día importante creo que esta ley en contra de lo que se ha dicho que eh es mucho más garantista que va a impedir que eh eh yo creo que eh y bueno como verás es un asunto que que eh que sí me importa que eh eh hemos debatido mucho en el seno del Consejo y en el seno de eh las personas que estamos en el Gobierno y me parece una ley que eh pues eh y sobre la que hemos de reflexionar todos y encontrar soluciones ¿no?». “Sic, ni quito ni pongo, si acaso añado esa hache a la e viuda con que la ministra muletea torpemente la inopia y dejo a criterio del lector poner y quitar como mejor le cuadre los puntos suspensivos que con toda evidencia, faltan en la arenguilla. ¡Dios, qué tropa!”.
En este ambiente refinado y de altura intelectual, el Gobierno de Zapatero se vuelca ahora, con Miguel Hernández; se celebran varios homenajes al poeta del pueblo para recordar el aniversario de su nacimiento y no dejar que se extinga el recuerdo de la guerra y fomentar el enfrentamiento civil, pues el poeta y su poesía no creo que conozcan ni les interesa. A sus familiares, la vicepresidenta les va a hacer entrega la Declaración de Reparación y Reconocimiento, en virtud de la Memoria Histórica. La mejor Memoria es no acordarse ya de la guerra Civil, ni de sus muertes y heridas, ni de la influencia directa del materialismo marxista de Neruda en Hernández, ni de que “lo mató el Quinto Regimiento, que le dedicó poemas a La Pasionaria.” La mejor Memoria Histórica es la que hizo la Ejemplar Transición en el 78: Sentarse todos juntos, firmar el consenso y olvidar el triste pasado.
Como en versos emocionados le cantábamos a Lorca: “Federico, no vayas a Granada”, hoy, le decimos también a Hernández: “Miguel, no vuelvas a Orihuela”.
C. Mudarra