Quién de nosotros no ha legado a un momento de su vida en el que cree que no puede más y que le es imposible encontrar el rumbo?
Ya sea porque no encuentra sentidos trascendentes para su vida, porque está en guerra consigo mismo a través de un cuerpo que no ama y castiga con sobrepeso o sustancias perjudiciales o porque la falsa creencia de que no merece nada mejor o (peor aún) que no merece amor lo tienen atrapado en una relación que intoxica, o simplemente sintiendo que no tiene más fuerza para avanzar.
Cuando descubrí la sofrología para mí fue el despertar a un nuevo mundo de posibilidades.
Si algún proceso de transformación puede equipararse con la magia, ese es sin dudas la sofrología.
A través de las enseñanzas de nuestros padres, las conclusiones que hemos sacado en momentos de dolor y decepción, la inserción en un marco cultural que sostiene determinadas “verdades” hemos generado una estructura de pensamiento que nos determina y muchas veces hace que quedemos atrapados en un recorrido circular en que confirmamos la definición de Einstein de locura, es decir, hacemos una y otra vez lo que siempre hicimos esperando que sucedan cosas diferentes.
La sofrología a través de la conversación directa con nuestros mesencéfalo que es el que procesa nuestras emociones “salta” por encima de todos esos bloques (y bolqueos) estructurales de pensamiento e interviene directamente con nuestro universo emocional y sus interpretaciones lo que nos permite hacer nuevas elecciones que cambien nuestros rumbo.