El Partido Revolucionario Institucional fue fundado un 4 de marzo de 1929 bajo el nombre de Partido Nacional Revolucionario. Bajo el auspicio del expresidente Plutarco Elías Calles se convertiría en la fuerza política dominante de todo el país y se crearía toda una cultura de servilismo y disciplina alrededor de su vida interna que incluso logró superar el brinco al siglo XXI. No se puede uno imaginar a la familia revolucionaria sin estar vinculada al presidente de la república en turno. El fanatismo de quienes ahí participaron terminaron por construir grandes mitos alrededor del uso abusivo del poder y la arbitrariedad de los jefes locales que replicaban el señorío de la dinámica presidencial.
En tres décadas el PRI pasó de ser el partido de estado a ser el partido detestado. El declive del PRI como partido hegemónico vendría a partir de una serie de escisiones que desembocaron en fuerzas políticas que disputaron parte del control del territorio y después, el control de los órganos de representación legislativa. A finales de la década de los noventas, con el cambio de siglo, también fueron derrumbados los tótem. El Partido Acción Nacional lograría un histórico triunfo que cambiaría la historia. Vicente Fox Quesada llegó al poder con un discurso populista y la oferta de un cambio -que nunca llegó.
Seis años después, la principal amenaza para refrendar su estadía en la presidencia ni siquiera provenía de su viejo archienemigo el PRI. Al mando de una gran conflagración de resentidos sociales, ciudadanos antisistémicos y tribus “izquierdosas” Andrés Manuel López Obrador tuvo su cita con la historia, pero fue derrotado (o como a él le gusta llamarlo, fue robado) por Felipe Calderón Hinojosa por menos de medio punto porcentual en un controvertido recuento. Ante la tozudez de Andrés Manuel los priistas tuvieron la pauta, la batuta y la orquesta a su servicio, con la amplia experiencia en su materia legislativa prácticamente co-gobernaron con el llamado “espurio” presidente de México.
Muy caro pagaría Felipe Calderón ese favor del día de su toma de protesta que hicieron los priistas, lo legitimaron pero también se negociaron pactos que permitieron establecer una agenda legislativa favorable y recursos extraordinarios para estados gobernados por el PRI. La recomposición política al interior del PRI con el predominio del grupo Hidalgo y el Estado de México (además de las componendas con el grupo Televisa) lograron consolidar el proyecto de Enrique Peña Nieto. El popular gobernador utilizó todos los recursos mediáticos a su alcance para hacerse de una imagen de presidenciable.
Por su parte Andrés Manuel batallaba tres minutos para aplacar una revuelta de tribus que por un instante hicieron trastabillar su intención de contender por segunda ocasión en pro de la grande. Después de un par de nalgadas, el jefe de gobierno Marcelo Ebrad Casaubón cayó en razón de que estaba siendo manipulado y se inclinó ante el mesías. Eso también fue un parteaguas porque López Obrador se dio cuenta que no podría estar dependiendo de los partidos políticos que patrocinaron antaño sus desventuras y por ende, apenas digiriendo la nueva derrota ante el presidente Peña (pin pon) y solicitó el trámite para el registro de un partido nuevo que fuera solo de él. Lograr registro no fue problema, pues aunque transitó por un camino sinuoso, lo dejaron pasar porque nadie lo vio peligroso.
Es indudable que sin el apoyo del PRI y la colaboración del PAN Andrés Manuel López Obrador jamás habría ganado la presidencia de México de la forma tan avasallante que lo hizo en la elección del 2018. El efecto AMLO fue tan trepidante que pasada la elección se iba uno enterando de noticias de políticos experimentados que habían sido derrotados por pandilleros, líderes vecinales y políticos testimoniales. El efecto fue tan devastador que para la próxima elección PRI y PAN se vieron forzados a hacer una alianza contra natura. El instinto de supervivencia los hizo olvidar setenta años de rivalidad y la controversial con-fusión de ideologías. Todavía hoy se debate si ganaron o perdieron con ese experimento.
Uno a uno se fueron derrumbando los gobiernos estatales, sobre todo aquellos que estaban en manos de priistas, corruptos y cobardes, con tal de obtener un salvoconducto la mayoría se pusieron a las órdenes del presidente para favorecer a quien los operadores enviados por el jefe del ejecutivo dijeran. Uno de ellos y quizás el más pusilánime en la historia de San Luis Potosí, Juan Manuel Carreras López, se puso a las órdenes del morenismo. Tan así que tuvo que tolerar los desplantes de un funesto personaje de apellido Castro Trenti y conocido por el mote del “diablo”. Para él trabajaron específicamente los dos hombres más cercanos al gobernador Carreras: Elias Pesina y Alejandro Leal.
Cuando los últimos sondeos permitieron dilucidar qué el actual Gobernador era el único que podría derrotar a la coalición PAN – PRI -PRD Y Conciencia Popular desde a la oficina de Mario Delgado (dirigente nacional de Morena) llegó la orden, había que desactivar lo que se pudiera de la campaña de Mónica Liliana Rangel y re encausarlo para apoyar al candidato del partido verde Ricardo Gallardo Cardona. Lo demás es historia, la trancisión fue tersa a pesar del desaseo del equipo carrerista y la inexperiencia de los verdes. Aún así el pacto (si es que lo hubo) no ajustaba para todos los funcionarios del sexenio pasado, al menos ya van varios que han pisado la carcél como la ex secretaria de salud y el ex secretario de seguridad pública quienes recientemente obtuvieron su libertad con el pago de algunos haberes.
Esta semana el gobernador amaneció de malas y la agarró contra algunos funcionarios carreristas, principalmente contra el aún dirigente estatal priista Elias Pesina, quien fuera oficial mayor de gobierno del estado, al parecer el tipo no sólo tiene unas prótesis de titanio que le permiten caminar producto de un accidente de juventud donde tuvo el infortunio de matar al padre del actual diputado Edmundo Torrescano. Las prótesis son lo de menos, según el gobernador, también debería tener manos biónicas, porque robaron a manos llenas. Puede ser que el tipo camine lento pero al parecer, para llenarse los bolsillos es una bala.
Y eso que tal vez el gobernador no conoce la historia de un par de amantes que se vieron involucradas en una intriga familiar con la esposa del político paralímpico y que derivó en la pérdida de la diputación plurinominal con su compañero de equipo Alejandro Leal Tobías quien según eso arreglo el entuerto, pero cobró sus servicios cambiándole la curul por un asiento en el Cabildo al pervertido (y descuidado) dirigente. Cada una de las groupies del político en desgracia se llevó una base de gobierno del estado nivel once y medio millón de pesos a cambio de su silencio. Nada de eso nos sorprende, si acaso sólo que el gobernador se haya tardado tanto en reaccionar, pos si hasta eso, es muy listo.
Por otra parte, el mayor reflejo de la decadencia del PRI es que ni siquiera haya reacciones al interior del instituto político, antaño alguien hubiera brincado pidiendo la renuncia del personaje y exigiendo una consulta a la base militante para elegir una nueva dirigencia. Y ya desde el comité ejecutivo nacional del PRI hubieran enviado un delegado nacional con facultades extraordinarias. Vamos, quitarle la dirigencia del PRI al regidor capitalino sería tan sencillo como quitarle un dulce a un niño con muletas. Pero tal vez la verdadera razón es que a nadie le importa ya ese cascarón. Tal vez Elias Pesina será el encargado de cerrar la cortina.
Sea pues Elias Pesina, eres el vicario de la maldad, te proteges bajo la cauda de la malignidad, eres el heraldo que enarbola el estandarte de la degeneración, tienes el infortunio de ser el portavoz de la disolución y el vicio. Quizás pronto dejes de sufrir.