Ahora que el dirigente nacional del partido revolucionario institucional (PRI) resolvió sus diferencias con el grupo Hidalgo y pactó con el grupo Atlacomulco, todo parece indicar que ha salvado el último escollo para validar el acuerdo político que pretende extender su periodo de gobierno hasta después de las elecciones del 2024. Contra todo pronóstico, ahora Alejandro “alito” Moreno se ve fortalecido y hasta beligerante. Lejos están los días cuando hace algunos meses su caída parecía inminente y una visita de los ex dirigentes nacionales para “invitarlo” a renunciar, no logró darle la estocada final.
La única explicación lógica de que “alito” aún se encuentre en el cargo es que le es útil al sistema político actual. Al presidente Andrés Manuel López obrador no le conviene la pronta extinción del PRI porque fortalecería la idea de un bipartidismo y vamos, la derecha podría fortalecerse. Morena no es un partido político real, solo son clanes regionales participando de manera emergente por las siglas del partido en el poder. Mario Delgado, dirigente nacional de Morena ha obtenido cuantos triunfos electorales ha querido porque no tuvo el menor empacho en aliarse con panistas, priístas y cualquier cantidad de grupos criminales en las distintas regiones del país.
La fragmentación de los grupos políticos regionales no implica necesariamente la predominancia de Morena por encima de otros institutos políticos, el partido del presidente no tiene vida interna y por lo tanto, nadie toma en serio los procesos, solo se esmeran en buscar vínculos que les garanticen el acceso a las candidaturas. Pero solo es la marca, el camuflaje, la piel de oveja que cualquier lobo quisiera tener sobre su lomo mientras prepara otra fechoría. Además, es famoso el pragmatismo de Mario Delgado, es capaz de abandonar a la militancia de Morena si se le atraviesa un buen trato económico y político.
En el Partido Acción Nacional (PAN) el extravío es producto del relevo generacional que fue forzado a partir de la lucha interna en la década pasada entre un grupo de gobernadores panistas y los resabios del grupo calderonista que pretendía postergarse en el control del instituto político. Felipe Calderón Hinojosa pretendió postergarse en el poder a través de su esposa Margarita Zavala quien a pesar de contar con el respeto de los panistas de casi todo el país nunca ha podido sacudirse la sombra del ex presidente de México. Marko Cortés y Jorge Romero esperan consolidar su poder previo a la elección presidencial y constituir la base para la refundación de una real oposición política que no dependa de coyunturales alianzas políticas antinaturales.
Volviendo a Alejandro Moreno y en relación con San Luis Potosí reunió a un grupo de ex gobernadores para manifestarle su apoyo y anunciar algún tipo de operación política tendiente a fortalecer los equipos que habrán de participar en las contiendas del Estado de México y Coahuila. También para establecer posibles redes de comunicación en los estados y fortalecer el trabajo en las entidades donde después de la debacle electoral de 2021 no existen ni siquiera dirigencias completas realizando actividades tendientes a mantener vigentes los postulados del revolucionario institucional. El anquilosado discurso de los priistas ya no resuena en las plazas, ni en los medios de comunicación y mundo menos en las redes sociales. Hoy en día, pocos se atreven a reconocer que son o alguna vez fueron militantes del PRI.
Habrase visto semejante patético esfuerzo por simular unidad, en la gráfica aparece un sonriente Juan Manuel Carreras López, ¿acaso Alejandro Moreno olvida que es precisamente el ex gobernador el responsable de la estrepitosa caída del PRI en la entidad? ¿Cómo puede “alito” convocar a Juan Manuel Carreras como priísta distinguido a una reunión de notables, cuando a ojos vistos traicionó a la coalición que se dictó desde las dirigencias nacionales y postuló a su mejor carta Mónica Liliana Rangel como candidata de Morena?
Alejandro Moreno sabe que la traición del ex gobernador Carreras López no sólo se circunscribe a la aventura de su secretaria de salud como candidata de Morena, sino además a la operación que a través de su rapaz secretario de gobierno Alejandro Leal Tobías realizó en favor del candidato del partido verde por instrucciones del operador favorito de Mario Delgado. El “diablo” Castro Trenti se reunió en un par de ocasiones con el ex gobernador Carreras y aunque no es famoso por ser un tipo tierno, tampoco es descuidado, al parecer dejó instrucciones precisas que a la sazón acatarían los operadores que se designaron ex profeso, el “caco” Leal y Elías Pesina se encargaron de asegurar que la intervención política fuera exitosa.
El propio dirigente estatal Elías Pesina se reunía con los panistas de la coalición por la mañana y con los operadores de los adversarios en la tarde. Los miraba a los ojos y le juraba amor eterno a los ilusos panistas que confiados en el siseo del farsante, dormían envueltos en laureles. Juan Manuel Carreras sostuvo al hermano del candidato panista de la coalición como secretario de finanzas como una suerte de salvoconducto y garante del pacto de lealtad. Todavía hoy es sorprendente enterarse que Octavio Pedroza Gaitán le cree a su hermano Daniel que no se enteró de nada. ¿Qué tan estúpido hay que ser para que en sus narices se afilen las dagas que se usarán en la noche de los cuchillos largos y no advertirlo?
Enrique Galindo Ceballos ya se tardó en consumar el cambio en la dirigencia priísta, al parecer Alejandro Moreno le dio la pauta desde hace meses pero ha titubeado, en el congreso de estado y en el Cabildo se encuentra rodeado de funcionarios y políticos ligados al torancismo y al ex gobernador Juan Manuel Carreras, si piensa que le serán leales hasta el final está muy equivocado, la razón por la que ahora lo respetan y lo adulan es porque porta el traje del emperador. Sí Galindo Ceballos no fuera el alcalde capitalino gracias a la afortunada circunstancia del voto panista, seguramente los priístas que ahora le rinden pleitesía estarían con sus plañideras en otro funeral.
La lealtad de los carreristas tiene caducidad y además, seamos honestos, a Galindo le toca coincidir con lo “peorcito” que alguna vez tuvo el PRI, precisamente los responsables de la debacle, los que acabaron con el legado político del instituto que alguna vez dominó la escena política en la entidad. Políticos como Enrique Galindo precisamente nunca pudieron acceder a espacios de participación política en el PRI, precisamente porque las viejas estructuras de poder siempre les atajaron el paso y los estigmatizaron de porros y belicosos.
Si la aparición de Juan Manuel Carreras con Alejandro Moreno es una ocurrencia y no trasciende más allá de una circunstancial y esporádica participación, pues pasará como cualquier cosa en el gobierno pasado, pero si hay jiribilla y es derivado del titubeo de Enrique Galindo Ceballos en el cambio de la dirigencia local, cuidado, no hay que olvidar que el alcalde fue candidato de la coalición a pesar del ex gobernador y por el capricho y berrinche de su entonces amigo, socio y cómplice, Octavio Pedroza Gaitán.