El presidente se inventa molinos de viento y los transforma en gigantes, después marcha escoltado por un zafio montado en un pollino, él y su jamelgo no se amedrentan, por el contrario, aprietan el paso y marchan seguros de sí mismos al encuentro con su inevitable destino.
La marcha convocada por el presidente Andrés Manuel López Obrador para hacer frente a la amenaza conservadora que hace algunos domingos se atrevieron a marchar en defensa del INE, se pretende que sea descomunal, que no deje lugar a dudas de quien tiene el control del país y de la conciencia del pueblo. En este país siempre se ha desdeñado a las corrientes alternativas de opinión, desde mucho antes del arribo de la cuarta transformación al poder, ya se ignoraba a los otros, la voluntad de la mayoría se impone, avasalla, atropella.
La marcha del 27 de noviembre tiene dos efectos, el primero mostrar el músculo, y el más importante, hacer un pase de lista para aquellos que apoyan a ciegas el dogma de la “cuatroté”. El presidente como profeta y mesías, todo lo ve y todo lo sabe, y lo que no, alguien le va con el chisme. Morena, como partido político, movimiento de masas o secta amloísta, es una familia disfuncional. Al jefe del ejecutivo le agrada saber que sin él, todo se irá al carajo. El próximo presidente de México tendrá que gobernar con su antecesor “resollando” en la nuca, desautorizando cada acción de gobierno que no corresponda con lo estipulado en su testamento político.
En cierta forma cualquiera pensaría que el presidente Andrés no quiere perder el poder, eso sería una deducción obvia. Sin embargo también tiene que ver con una profunda inseguridad, no confía en nadie para concluir su gran obra, su sueño añorado, la ilusión que le da sentido a su existencia. Su histórica lucha con los enemigos de la libertad, del pueblo bueno y sacrificado. Los conservadores siempre están al acecho, esperando el momento preciso de debilidad para recuperar el poder y por ende, los privilegios.
Curiosamente la principal molestia para el régimen no viene de la patética oposición política encabezada por Marko Cortés y Alejandro Moreno, dirigentes del PRI y el PAN, ya ha quedado claro que la endeble alianza depende de una serie de factores de tipo legal y la lealtad no es una cualidad del dirigente priísta, ni tampoco es un tipo audaz, es más bien del tipo bravucón de cantina y cobarde.
La verdadera oposición del régimen, (al menos la más capaz) viene de adentro, el senador Ricardo Monreal siempre ha estado sobrado, en donde quiera que lo pongan su infinita perversidad no tiene límites. Además, gusta de caminar por la cornisa, es de los pocos que se atreverían a tomarse una foto con una serie de políticos de oposición sin preocuparse por la rabiosa reacción del círculo cercano del presidente. El vato hasta los “cuchilea”, como a los perritos callejeros cuando los quiere uno hacer pelear, un día de estos el presidente le va ofrecer la puerta pero se aguanta las ganas porque sabe que es de lo que pide su limosna.
Se supone que el senador Ricardo Monreal explora algunas opciones para dar el brinco al bloque opositor, viejo lobo de mar sabe navegar en aguas turbulentas, no se iría solo y aunque es muy poco probable que pueda competir con el liderazgo del presidente, el simple hecho de que se pare a la mitad de la calle con un machete en la mano lo hará ver cómo un estoico que merece ser escuchado.
Al jefe del ejecutivo no ha habido quien le lleve el ritmo en el debate público, no abundan los personajes con el suficiente bagaje cultural ni con la capacidad histriónica para poder estar constantemente en los medios de opinión rebotando cuanta bala le arrojen. Monreal es un polemista y tiene esa cualidad que hace de un político un farsante encantador, no tiene escrúpulos. Ya demostró que tan perjudicial puede ser cuando sus intereses se oponen a los del grupo del presidente. La derrota en las alcaldías de la Ciudad de México en la elección pasada son obra del senador que se enfrentó a lo más rabioso del obradorismo. El ensayo estuvo bien.
Quizás ahora que descubran las malsanas intenciones del senador se darán cuenta los operadores del presidente que fue un error haberle concedido operar desde las altas estructuras del poder político y permitirle crear una “red complicidades” que se extienden a lo largo y ancho del país. El boquete que puede hacer no se tiene medido. Tal vez sea el momento de hacerle una oferta y olvidar los agravios, pero eso no sucederá, el presidente es un tipo orgulloso y prefiere sostener la mirada el tiempo necesario para que el infierno se congele.
En San Luis Potosí no hay mucho “monrealistas” a la vista, salvo algún que otro cartucho quemado, emisarios de viejas épocas con olor a naftalina y un deseo inaudito de volver a estar en una nómina. Pero seguramente en la vorágine de los acontecimientos encontrará algunos incautos que por el gusto de andar en la bola le hagan caravanas.
Si Monreal consuma su salto al vacío y se arroja directo a la candidatura presidencial por el bloque opositor, quizás estaremos ante la primer amenaza real de la cuarta transformación, porque se mezclan intereses políticos económicos y hasta criminales, hoy en día no hay un proyecto político en el país que no tenga un capo mafioso detrás. O tal vez adelante, cuando son ellos mismos los que encabezan el proyecto, tratando de borrar el pasado, a veces con resultados apocalípticos.
Sea pues Ricardo Monreal Ávila, eres la esperanza detrás del engaño, un fútil gesto que adorna la sonrisa maquiavélica de un condenado a muerte, eres la espada truqueando la balanza, la medida exacta de la real politik, eres el discurso falaz y desmesurado, eres luz y sombra, el puñal bajo la túnica, eres ruin.