Individuo simple, un tanto bobalicón, que adoptando actitudes de fiereza se ve enseguida que no es capaz de llevar a cabo sus bravatas. Ser alguien o algo «la carabina de Ambrosio» es tanto como no servir para cosa alguna. Suele añadirse, para expresar el colmo de la inutilidad, la circunstancia o coletilla: «colgada de un clavo». La frase originó por cierto tonto eminente que cargaba la carabina con cañamones y sin pólvora, por lo que naturalmente, metido a atracador nadie se lo tomaba en serio. El personaje es histórico: un labriego sevillano de finales del siglo XVIII, a quien no yéndole bien las cosas en el campo quiso probar fortuna echándose al monte. Debido a su buen natural tuvo que dejar el bandidaje, y de vuelta a su pueblo la gente hizo chanza de él, y lo tomó a chirigota, naciendo el dicho. «Ser la carabina de Ambrosio» se empleó en el sentido de no servir algo o alguien para mucho. Ambrosio no era tonto, sino incapaz de hacer daño; se pasó siendo bueno, y eso casi siempre acarrea reputación de bobo; enseñaba los dientes, pero no mordía; amagaba, y no daba.
Inventario General de Insultos. Pancracio Celdrán Gomáriz.
La política mexicana, siempre un escenario de pasiones encendidas y cálculos estratégicos, se encuentra una vez más en el ojo del huracán con el proceso interno de selección en Morena. Los acontecimientos recientes han puesto al descubierto amagues y acusaciones que dejaron a más de uno sorprendido. Marcelo Ebrard Cassaubon, uno de los candidatos en pugna, ha arrojado sombras sobre el proceso al denunciar supuestas prácticas turbias que favorecen a Claudia Sheinbaum, gobernadora de la Ciudad de México con licencia. En un juego donde las piezas son movidas con destreza y a menudo en la sombra, Ebrard levanta la voz, recordándonos que en política, como decía Nicolás Maquiavelo, «los hombres olvidan más fácilmente la muerte de su padre que la pérdida de su patrimonio».
El señalamiento de Ebrard sobre la intervención maliciosa de la estructura de la Secretaría del Bienestar en favor de la aspirante Claudia Sheinbaum no ha pasado desapercibido. El terreno de la política, en muchas ocasiones, es un campo de acusaciones y sospechas. Estas declaraciones han cuestionado la transparencia del proceso interno y, como si siguieran la premisa de Winston Churchill de que «la política es casi tan emocionante como la guerra, y casi tan peligrosa», han añadido una capa adicional de tensión en la lucha por el poder.
En medio de este laberinto de intereses y aspiraciones, emerge Adán Augusto López Hernández, ex Secretario de Gobernación y figura cercana al Presidente López Obrador. López Hernández se posiciona como el candidato «tercero en discordia», listo para capitalizar la brecha que se abre entre los contendientes principales. En política, la lealtad y la oportunidad a menudo caminan de la mano, como sugiere Arthur Schopenhauer: «La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados». ¿Podrá López Hernández navegar por estas aguas turbulentas y convertirse en la carta sorpresa en esta contienda?
Mientras tanto, Ricardo Monreal Ávila, senador con licencia y aspirante a la dirección de la Ciudad de México, observa desde la distancia el escenario que se desarrolla. Su juego estratégico y su influencia en el partido no pueden ser subestimados. Como alguien dijo una vez, «la política es un juego en el que no pueden participar los niños. Se necesita saber mentir» (Jean Giraudoux). Monreal Ávila ha demostrado su capacidad para navegar las aguas resbaladizas de la política, manteniendo sus cartas cerca del pecho.
En contraste, Gerardo Fernández Noroña, con su estilo disruptivo y su capacidad para conectar con las bases apasionadas, se erige como un personaje inigualable. En este mundo político donde la astucia es moneda corriente, Noroña ha demostrado que ser auténtico puede ser un arma poderosa. Su presencia, como en las palabras de John Kenneth Galbraith, «la política es el arte de la búsqueda de problemas, su diagnóstico erróneo y su aplicación equivocada», desafía las normas convencionales y agrega una pizca de imprevisibilidad al proceso.
El candidato del Partido Verde, Manuel Velasco, ex gobernador de Chiapas y senador de la República, parece tener un rol más predecible en este drama político. Su participación podría estar más relacionada con asegurar acuerdos dentro de la alianza en la elección presidencial que con sus posibilidades reales de ser seleccionado. En la política, como en un tablero de ajedrez, los movimientos a veces son influenciados por fuerzas que van más allá de la vista.
Un giro inesperado lo proporciona la participación del Partido Verde, quien ha respaldado la denuncia presentada por Marcelo Ebrard contra Claudia Sheinbaum. Este apoyo, que podría haber sido impensable en otro contexto, ilustra cómo las alianzas pueden cambiar y adaptarse según las circunstancias. Casi toda la bancada del partido verde en el congreso de la unión se unieron a los casi ochenta diputados federales de Morena que están dispuestos a jugarse el puesto por apoyar a Marcelo. El reciente respaldo del Partido Verde a la denuncia de Ebrard contra Sheinbaum es un giro inesperado en esta historia. Esta alianza cambia la dinámica del juego y plantea interrogantes sobre las motivaciones detrás de esta inusual colaboración. Como decía el filósofo y escritor francés Albert Camus: «La política es la única forma de violencia que resuelve los problemas».
En esta danza de intereses y egos, el proceso interno de Morena se desarrolla como una trama intrigante que mantiene a todos los espectadores con la mirada fija en el tablero. Los movimientos estratégicos, las alianzas cambiantes y las tácticas sorprendentes forman parte del juego político. Y, como en cualquier partida, solo el tiempo revelará quién se alzará como el vencedor final. En palabras del novelista mexicano Carlos Fuentes, «la política es el arte de lograr que los hombres sean lo que no son».