“No me voy de vacaciones para que estos pendejos no se den cuenta que no hago falta…” Florencio Ruíz de la Peña. en aquel entonces director del periódico Pulso.
El antropólogo y académico estadounidense David Graeber publicó en la revista Strike¡ un ensayo titulado: “sobre el fenómeno de los trabajos de mierda”. El revuelo que causó su publicación y la profundidad de los razonamientos llevaron el debate a un grado superlativo, ¿su trabajo tiene algún sentido para la sociedad?, es la pregunta que se hizo Graeber y se replica para todos. ¿En verdad es necesario un experto en marketing, abogados corporativos, asesores de imagen, media training, influencer, diputados, regidores o incluso, en algunos casos… alcaldes?
Se tiene la extraña impresión de que los trabajos de mierda están primordialmente en el sector público, es cierto que la burocracia favorece la conducta pedestre de hacerse tarugo, pero no es así, en la iniciativa privada también imperan pequeñas mafias enquistadas y que son (en la mayoría de los casos) clanes familiares que aprendieron de forma empírica el uso pernicioso de la incompetencia de los demás, de tal suerte que el proceso de selección natural, siempre dejará en manos del menos protagonista cualquier decisión de trascendencia.
Actualmente en la iniciativa privada se sabe que todos los procesos para asegurar el buen desempeño de los empleados requiere de sistematización, evaluación y condensación de los contenidos de otras experiencias que tengan o no que ver con el tema en disputa, tendrán que considerarse porque pues, ya que existen, no vaya siendo que algo bueno estaba ahí y se dejó pasar. Y ni se diga en la alta empresa donde se contratan empresas de outsourcing para que proporcionen empleados para satisfacer alguna necesidad apremiante.
Por lo general las empresas de outsourcing subcontratan a otra empresa local para que realice la promoción y reclutamiento de los humanos mexicanos que ya aceptaron su condición de víctimas del sistema y esclavos de sí mismos. La verdad es que por muy precaria que sea la situación económica y académica de un ciudadano puede obtener empleo, solo tendrá que renunciar a su dignidad y asumirse como una pieza más de un engranaje monumental en la línea de producción del mundo civilizado. Después de tres cursos – taller, de emprendedurismo estará listo para “ponerse la camiseta” por la empresa.
O sea que aún en la iniciativa privada, donde se supone que cuidan los centavos para el patrón, hay una legión de seres imaginando estar en otra parte, lamentando su cruel destino, soñando con que un día (como decía Galeano) mágico llueva la buena suerte, pero eso nunca pasa, aunque la llamen o les pique la mano izquierda, ni aunque se levanten con el pie derecho o comiencen el año cambiando de escoba. En la alta empresa sucede lo mismo que en la burocracia, se crean comités para discutir el exceso de comités y así poder proponer una fórmula para reducir los comités y su impacto en los niveles de producción.
Hace poco me fui a dar una vuelta al congreso del estado de San Luis Potosí, en plan turista y con el tiempo medido por el riguroso itinerario que debo seguir en mi régimen de inestable desempleado y anarquista local sin oficio ni beneficio. Se debatía entre otras cosas un aumento descomunal al presupuesto del año siguiente que incluía 150 millones (que seguramente terminarán siendo 300) para la construcción de una sede legislativa allá por el rumbo de la Feria Nacional Potosina. Tal vez la razón sea que en las actuales instalaciones ya no caben tantas pendejadas que se les ocurren a los integrantes del poder legislativo.
Todavía no se aprobaba el famoso incremento presupuestal, ni tampoco se tenía el proyecto para la nueva sede y el gobernador del estado ya estaba anunciando lo que haría en las actuales instalaciones ahora que las desocupen: “el museo nacional de la ignominia” y una biblioteca pública para los miles de lectores potosimios que diario deambulan por la ciudad buscando un libro que leer.
Es sabido que el gobernador es un promotor intenso de la lectura y en lo personal un fanático de la historia de México, así lo confirma en uno de los videos que publicó en redes sociales donde aseguró haber leído como “no queriendo” tres tomos de la Historia de Méjico de Zamacois. Desde sus tiempos más remotos hasta nuestros días -dirían con justa jocosidad los más cultos profanos.
Con aquella pachorra se desenredaba la sesión de pleno, parecía un partido de béisbol, apenas un jugador se animaba a robarse una base y el manager pedía tiempo fuera, cambiaba de pitcher y ponía a calentar el brazo del sustituto. Mis respetos para los diputados y diputadas de San Luis, mira que soportar estoicamente esa monserga, es como un limbo. Los ujieres se esmeran en agradar a sus mecenas, van y vienen con sus “nalguitas apretadas”, con recados y toallitas húmedas, todos ellos oliendo a ricas fragancias y con un gesto de satisfacción.
Al final la votación fue abrumadora, aprobado por “unanimiedad”, tres votos en contra, sólo una diputada de un partido extinto que su marido compró en oferta y dos diputados panistas que después de una fallida escaramuza lamen sus heridas y se desquitan sus dolencias con aullidos y ladridos. Pero está bien, por lo que cobran los diputados y diputadas deberían dar un buen espectáculo, el pueblo lo merece y lo exige, alguno debería recitar poemas del padre Peñaloza en tribuna y otro tocar la guitarra y decir sus breves alocuciones con décimas y valonas.
O igual deberíamos reducir el número de integrantes del poder legislativo a tres en lugar de 27, y digo que fuera tripartita porque así sería imposible que hubiera parálisis legislativa y sin voto de calidad. Creo que el resultado podría ser el mismo y el gobernador tendría dinero de sobra para hacer chingos de bibliotecas por todos lados, en cada colonia había una biblioteca abarrotada de gente y se sentiría en las calles esa algarabía. ¿Para qué gastamos 150 millones de pesos más de deuda en unas instalaciones fastuosas para asuntos que son de trámite?
Yo creo que un día podría castigarnos diosito por andar despilfarrando el dinero que bien podría ir al estómago de algún marginado de la sociedad, en ridículas ornamentaciones y palacetes. Por menos que eso la tribu del padre Moisés tuvo que vagar cuarenta años en el desierto. Adorando al becerro de oro mientras el profeta recibía el decálogo sagrado sobre el cual está fundado nuestra fe cristiana: no robar, no mentir y no traicionar al pueblo -entre varios más.
Volviendo al autor de la semana creo que si estuviera vivo (falleció en 2020 a los 59 años) y hubiera pasado por San Luis Potosí habría coincidido conmigo en que uno de los principales trabajos de mierda del mundo, es ser diputado local del estado de San Luis Potosí, es como ver crecer una granja de hormigas, yo creo que de no ser por la cocaína y la promiscuidad tendríamos el índice más alto de suicidios en diputados por cada cien mil habitantes. Digno de estudio y reconocimiento por su nivel de resiliencia colectiva.
En lo más profundo del concepto de los trabajos de mierda sin duda se encuentran las instituciones académicas como la UASLP, el mismo David Graeber sufrió un despido por sus intermitencias ideológicas poco afectivas en Yale. Después de un año sabático remunerado se reintegró a la vida académica y su prolífica producción literaria habla de su capacidad intelectual.
Aunque no es un autor revolucionario, más bien, condensado, es muy claro, y a pesar de que no irrumpe destruyendo las arquetípicas formas de pensamiento, si describe una tendencia en el mundo moderno ligado a una preocupación que hoy en día es más que evidente, mantener ocupados a los empleados y conformadas a las masas, para evitar en el futuro eventuales trastornos sociales violentos. Sea pues.