No parecía demasiado romántico, pero en el fondo sí que lo era, ya que años más tarde leí en un libro que aquellos escarabajos que desprendían luz eran hembras que de esa forma trataban de atraer a los machos para que se aparearan con ellas. Una vez conseguido su propósito se apagaban y se marchaban a poner sus huevos. Las luciérnagas son capaces de producir luz gracias a la presencia de una molécula compleja, la luciferina, que se localiza en la parte trasera de su abdomen y que reacciona con el oxígeno gracias a la acción de la enzima luciferasa. Este proceso recibe el nombre de Bioluminiscencia.
Hace tiempo que me empecé a dar cuenta de que algo había cambiado en las noches de verano. Ya no veía luciérnagas aunque pensaba que lo que ocurría era que no me fijaba en ellas como cuando era un niño, pero que seguramente seguirían allí y me habrían pasado desapercibidas. Pero desde hace un par de años, cuando vuelvo en verano, salgo de noche a buscarlas y el resultado es siempre el mismo. Ya no hay luciérnagas en Novellana.
El lunes de la semana pasada, después de ponerse el sol vi una lucecita verde en la acera que rodea a mi casa. No había duda, no todas habían desaparecido, aunque la abundancia del pasado se había reducido a ese único y pequeño bichito que encendía su bombilla esperando a que apareciera por allí algún macho despistado.
Lo primero que hice al descubrirla fue avisar a mi hijo Jacobo para que viera con sus ojos la lucecita mágica que vi por primera vez cuando yo era un niño como él. Cuando nos acercamos, encendí un instante mi linterna y pudo descubrir al escarabajo que estaba detrás de la misteriosa luz verde. La apagué rápidamente para no molestarla y allí nos quedamos un rato a oscuras, viendo como ese puntito sobre la acera se movía como si tratara de decirnos algo. Poco después nos marchamos, pero la luz siguió encendida hasta que nos fuimos a la cama.
La noche siguiente me acordé de la luciérnaga y al acercarme al lugar donde la había encontrado comprobé que allí seguía con su luz encendida. Era evidente que ningún macho había pasado por allí y tenía que seguir intentándolo mientras tuviera fuerzas. Si no se apareaban con ella moriría sin poder poner sus huevos, ya que aunque su fase larvaria puede durar más de dos años, cuando se metamorfosean en adultos solo disponen de un par de días para aparearse antes de morir.
A la noche siguiente, dos días después de que la viéramos por primera vez, volví con Jacobo a buscarla y allí seguía, aunque su luz ya era mucho más tenue y nos costó encontrarla. Una hora más tarde la luz ya no estaba y al encender la linterna encontré al pequeño escarabajo muerto entre las piedrecillas de la acera.
Al hablar con varios amigos y conocidos me di cuenta de que no era yo solo el que tenía la impresión de que cada vez había menos luciérnagas. Aunque hay sitios en los que aún son abundantes, muchas personas me ha comentado que han dejado de verlas en lugares donde hace unos años eran muy comunes. Después de leer varios artículos sobre el tema resultaba evidente que lo que yo había percibido no era algo anecdótico, sino que realmente estos insectos ya han desaparecido de muchas partes de Europa. Los entomólogos han apuntado varios factores que podrían explicarlo, entre los que destacan el uso masivo de herbicidas y helicidas (que matan los caracoles de los que se alimentan las larvas), la desaparición de setos, el asfaltado de caminos y la eliminación de la vegetación de las cunetas. Algunos investigadores han apuntado incluso que el incremento de la iluminación artificial en las zonas rurales puede desorientar a los machos y hacer menos efectivo el reclamo luminoso de las hembras.
En el vídeo anterior podéis ver algunas imágenes que he grabado de la luciérnaga de Novellana, así como unas fotografías de otra hembra fotografiada en las Islas Cíes hace unos años y que tuvo más suerte que ésta, ya que unos minutos después de encender su luz aparecieron varios machos y uno se apareó con ella.
En 1962, Rachel Carson publicó el libro "La primavera silenciosa" en el que alertaba sobre los efectos nocivos del empleo masivo de productos químicos como los pesticidas, sobre todo del DDT. En este libro, Carson analizó la cascada de acontecimientos que tuvieron lugar tras la pulverización de DDT en una localidad de EEUU con el fin de acabar con una plaga de escarabajos. Los escarabajos muertos fueron consumidos por las aves insectívoras y muchas de ellas murieron, pero no solo eso, sino que las que sobrevivieron no lograron reproducirse ya que el DDT afectó a la cáscara de los huevos, que no se endurecía lo suficiente y se rompía durante la incubación. Rachel Carson predijo que si se seguían empleando estos pesticidas, en unos años desaparecerían muchas especies de aves y la primavera perdería su banda sonora para siempre. Aunque ese libro consiguió remover muchas conciencias y que finalmente se prohibiera el uso del DDT, ese pesticida ha sido sustituido por otros productos que siguen causando efectos muy nocivos sobre la fauna y sobre nosotros mismos. Y si todo continua así, no solo la primavera será silenciosa sino que los veranos perderán parte de su magia para siempre.
NOTA: haced clic en las fotos para verlas mejor.