Y aquí está la clave. De la calidad de nuestras decisiones, va a depender la eficiencia y eficacia de nuestra organización.
Por tanto, a veces es necesario tomar el manual de cómo es el proceso de la toma de decisiones, para examinarnos.
Yo tengo una práctica, que hago todos los días, cuando termino la jornada y voy para casa, que es pararme a repasar lo actividad del día. El 99% de los días, me cuesta recordar lo que he realizado, por el gran número de actividades que desarrollo. Y me siento satisfecho, pues si eso ocurre es motivo de que trabajo mucho y de forma intensa.
Pero, un día me paré a clasificar mejor mis actividades y me di cuenta que hay dos grandes distinciones:
- La gestión de lo urgente.
- Y la toma de decisiones.
Analizando la carga de trabajo de estas dos distinciones, me percaté que más del 90% de mi actividad diaria es gestionar lo urgente. Y solo un 10%, en el mejor de los casos, es decidir. A partir de este punto, en mi función de directivo, me he dado cuenta que tengo una gran área de mejora. Aprender a tomar decisiones, para ganar algo de terreno a la gestión de lo urgente.
Para ello, tomando el manual de la toma decisiones, fui recordando que:
- Decidir es elegir entre varias alternativas con un criterio para alcanzar un objetivo. Por tanto, las características de la decisión es saber el objetivo que se persigue, en función de unos criterios o políticas claras, y para ello, generar y optar entre las alternativas que generemos, no lo primero que se nos ocurra. Decidir, está muy distante de hacer lo primero que se me ocurra.
- Decidir es una las principales responsabilidades como ejecutivo. Responsabilidad que a veces se tiene que tomar en la soledad, en la incertidumbre. Por lo que tomé conciencia que para atreverme a decidir, no tenía que tener miedo al riesgo, ni a equivocarme.
Así mismo, con el manual, me he dado cuenta que muy a menudo adopto comportamientos distintos en la toma de decisiones, así puedo ser:
- Un avestruz, que oculta la cabeza cuando hay un problema, y espera que este se resuelva solo.
- Un pollo sin cabeza, tomando ‘decisiones’ por intuición, continuamente y al momento, siendo incluso contradictorias.
- Un león, porque decido desde la autoridad del jefe.
- Y muy escasamente como un búho, decidiendo con información suficiente y tiempo.
Siguiendo, el repaso del manual, busqué qué explicación tiene que adopte comportamientos tan dispares en una acción tan especifica como es el decidir y, la respuesta es que soy un ser humano que prejuzga, y según la situaciones, mis interpretaciones son distintas, la perspectiva que le doy al tema depende si me es más o menos agradable y porque tengo la sensación de que me falta tiempo. Es decir, que tengo que aprender a gestionar las barreras para la toma de una buena decisión, las percepciones, la perspectiva y las prisas.
Una vez realizado el repaso de la teoría, que es muy conveniente hacerlo de vez en cuando, hay que pasar a la práctica para mejorar mi aptitud en la toma de decisiones, y para ello, he generado una regla nemotécnica, que es asimilar la toma de decisiones a la seguridad de un coche.
Para poder decidir mejor, se requiere:
- Mecanismos de seguridad activa, para evitar una mala decisión, como el ABS de nuestro coche, que en nuestro caso consiste en tener unas fuentes de información adecuadas, saber qué datos utilizar y con quién podemos conformar la decisión.
- Mecanismos de seguridad pasiva, para minimizar los daños en caso de una decisión desacertada, reconociendo rápidamente el error, no buscando culpables, sino generando una nueva alternativa.
No olvidemos que el proceso de la toma de decisiones tiene mucho de aprendizaje y experiencia.
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