Precious, de Lee Daniels, es la película independiente del año. O por lo menos eso dicen los numerosos premios que viene cosechando y su más que probable presencia entre las nominaciones de los Oscar. Sin duda, que esté producida por una de las mujeres más poderosas de la comunicación en Estados Unidos (y, no lo olvidemos, una de las más relevantes en la comunidad negra), contribuye a esta repercusión poco habitual en una película de estas características. Pero la presencia en los créditos de Oprah Winfrey no debe ensombrecer los valores de una historia que, si bien cae a veces en el discurso políticamente correcto que lastra sus posibilidades como historia creíble, finalmente contiene más aciertos de los que se pudieran preveer.
Precious es, básicamente, un cuento urbano sobre un patito feo (buena elección de la protagonista, aunque la simpática Gabourey Sibide no aporte toda la profundidad que el personaje requiere) que más que vivir, sobrevive en un ambiente amenazador en el que su hogar no es el refugio, sino el peor lugar: un padre que la ha dejado embarazada dos veces y una madre que no es la madrastra del cuento, pero es igual de hijadeputa.
Otra historia de soledad es la espléndida película chilena La nana, ganadora del Colón de Oro en el Festival de Cine Iberoamericano y recolectora de premios por donde va pasando. Esperemos que la Academia de Hollywood también valore esta pequeña, sencilla pero contundente propuesta que tiene en su personaje principal, una criada herida por la falta de cariño, su principal aliciente. El trabajo de Catalina Saavedra (a la que por cierto hemos podido ver recientemente en el bodrio de Fernando Trueba El baile de la victoria) es de esos que te dejan clavado en la butaca, y logra hacernos igualmente antipático, simpático, conmovedor, odioso... a un personaje complejo que tiene comportamientos de auténtica psicopatía.
Pero La nana también es una película que deja algo de esperanza, aunque sepamos que la soledad de su personaje principal nunca tendrá solución.