por Javier Pereda Perez
Sugerente cuestión la soledad del líder. Se han escrito páginas y páginas sobre este controvertido asunto. La verdad es que no es una cuestión resuelta. El líder y también el directivo, se encuentran en muchas situaciones solos. Tomando decisiones, planteando alternativas, buscando soluciones. Muchas veces el equipo no llega tan lejos y el líder tendrá que asumir su papel y dar el paso adelante. Otras veces, es el propio directivo el que se aísla, por propia dificultad de comunicarse, por egoísmo, o sencillamente para ocultar su incapacidad.
La soledad del líder nos introduce en un aspecto sumamente importante. Su gestión requiere que aflore lo mejor de una persona. Son estos momentos cuando la madurez, la entereza, los valores, la fortaleza interior se ponen a prueba. La realidad actual impone que uno de los desafíos que presenta la responsabilidad de ser líder es saber cómo manejar esos momentos en los que debes superar momentos difíciles, en los que la soledad puede convertirse en un compañero inesperado. Son esos momentos en los que la inteligencia emocional del líder resolverá adecuadamente la situación. Sucede que aunque pueda estar rodeado de un equipo comprometido, la responsabilidad final es exclusivamente del líder y esto inevitablemente hará que, en algunas funciones, el líder esté solo.
Para un líder, aislarse es particularmente negativo, porque arrastra a la empresa, a su equipo detrás de su egoísmo. Son situaciones que hacen sufrir a las personas y que equivocadamente se suele atribuir al puesto ocupado. Es una forma de autoengañarse. Esto no es soledad. Yo lo llamaría necedad. Estaríamos ante la necedad del líder, la necedad del directivo. Es el liderazgo egoísta del que hemos hablado en otra ocasión (Entrada “Liderazgo: servicio y transformación” y “Desarrollo de personas: sello del buen liderazgo“), el que debe ser superado por otro liderazgo integrador, capaz de inspirar a su equipo. El líder aparece cuando el equipo cuenta.
Estamos pues ante dos comportamientos y/o consecuencias del líder. La soledad que provoca el desempeño directivo y el que favorece la propia persona. Esta última clase de soledad, sin embargo, no está asociada con el puesto, sino que es la manifestación de nuestra naturaleza como personas. Es a esta condición a la que se refiere la cita con la que iniciamos la entrada: «El que es egoísta sólo piensa en sí mismo y no acepta ningún consejo». Este tipo de liderazgo sólo habla de sí mismo, se sirve a sí mismo y trabaja solamente para el beneficio de sí mismo.
Durante muchos años estos comportamientos generadores de soledad en el directivo eran valorados de forma positiva. Era la época del directivo agresivo, cuya carrera se medía por los escalones que subía más que por los logros obtenidos. Por la rapidez con la que se subían los puestos mas que por la calidad y los resultados alcanzados. Este liderazgo se vanagloriaba de salir adelante sin consultar a nadie. Era motivo incluso de felicitación por superiores. Así encontrábamos el paradigma de la necedad del líder. Contar con alguien, consultar, pedir opinión era sinónimo de debilidad. En cambio, hoy día prima un liderazgo diferente. El ejecutivo agresivo ha muerto. Las cosas han cambiado afortunadamente. Buscar cauces de participación, involucrar a tus colaboradores, favorecer el compromiso, crear ámbitos para el trabajo en equipo, etc. son aspectos que no deben faltar en el liderazgo actual.
La soledad del líder está condicionada por las circunstancias concretas del trabajo. Por ejemplo, en la actual crisis económica se pueden generalizar este tipo de situaciones especiales que favorezcan el recurso a buscar la soledad. Ciertamente el líder afronta decisiones difíciles, dramáticas en algunos casos, que deberá resolver con su conciencia en la soledad de su despacho. Esta soledad es muchas veces intransferible. Está asociada al cargo. Forma parte del sueldo. Por ello se debe afrontar con determinación y rigor. La toma de decisiones final será personal y muchas veces puede no ser entendida ni apoyada. En este sentido considero especialmente importante que el líder esté sustentado en principios firmes, valores éticos y confianza en que las personas son la parte más importante de su organización.
Estos momentos de soledad son como decíamos al principio los que hacen surgir al mejor líder que llevamos dentro. Si bien San Ignacio de Loyola decía que en tiempos de tribulación, no hacer mudanzas, los momentos de soledad pueden convertirse en palancas emocionales para cambiar de enfoque, buscar alternativas, recoger velas y buscar apoyos, en lo personal y en lo profesional. De esta forma, la soledad del líder bien entendida, lejos de convertirse en necedad, serán momentos de reflexión personal muchas veces necesarios y convenientes que pueden servir para trazar trayectorias y marcar estrategias de actuación.
Publicado por Javier Pereda Pérez
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