Imprescindible para disfrutar de esta película es que al espectador le atraiga el mundo del teatro porque, a parte de explicarte lo que hay tras el telón entre bambalinas y tramoyas y mostrarte la delgada línea que separa el éxito del fracaso en una función, hay sobretodo todo un combate interpretativo muy histriónico entre dos actores en estado de gracia: Albert Finney encarnando un actor decadente en pleno delirium y Tom Courtenay como su fiel ayudante, amanerado, irreductible, empeñado en dar la función del día, que ha llenado el patio de butacas a pesar de que Londres, en plena 2ª guerra mundial, está siendo bombardeada a diario. El tour de force es el principal atractivo y merece por sí solo el visionado, pero la esencia de lo que es el teatro tiñe todo porque lo "real" tiene tanto de shakesperiano como lo que ocurre sobre las tablas. En definitiva o el teatro te atrae o no la veas, sin más. Obtuvo 5 nominaciones en los óscars (mejor película, director, fueron nominados los dos actores principales y también el guión adaptado), pero no consiguió ningún premio.