'La sombra prohibida': Bochornoso final para La herencia Valdemar

Publicado el 30 enero 2011 por Davicine
Las críticas de Carlos Cuesta: La herencia Valdemar II: La sombra prohibida

La continuación de La herencia Valdemar es una lamentable forma de dar al traste con el germen de una buena película. Era difícil culminar de forma tan patética una historia prometedora pero aquí los reponsables se han superado. No estoy seguro de si dividir la historia en dos partes responde a un ruin y vergonzante plan para lograr que el espectador saque dos entradas o a una impresionante falta de criterio, y no sé cuál de las dos cosas me preocupa más.
Esta película continúa con la búsqueda de la tasadora de la empresa Inmoverance (Silvia Abascal), desaparecida como su predecesor cuanto trataba de tasar una misteriosa casa victoriana a punto de salir a subasta. En esta segunda parte presenciamos cómo los encargados de su búsqueda terminan envueltos en un oscuro ritual para devolver al abismo a un demonio invocado en el pasado por la familia Valdemar, ser causante de las desgracias de la estirpe y de la maldición que pesa sobre ellos.
Ya empezó mal la película demostrando la incapacidad de poner en antecedentes al espectador sobre lo ocurrido en la primera parte de una forma adecuada, recordando la trama de la película previa con un recurso de serie o teleserie al más puro estilo "en anteriores capítulos de". Lo que sigue a este inicio no es mucho mejor y sólo sirve para retrasar el clímax de la desinvocación, el ritual, el momento clave, relegando el esoterismo y el misterio a un plano anecdótico.
La forma en la que los personajes son conducidos al inevitable desenlace carece de fluidez narrativa, diálogos interesantes, de tensión dramática, credibilidad o de actuaciones notables (la de Óscar Jaeneda es absolutamente lamentable; su personaje y su texto totalmente fuera de lugar). La única conversación aprovechable la tienen el personaje de Lázaro Valdemar (Daniele Liotti) con el escritor H.P. Lovecraft (Luis Zahera) cuando éste trata de prevenirle del error de tratar con fuerzas que no puede dominar.
Al margen de dicha escena, tan solo el personaje de Santiago (Santi Prego), un pobre hombre utilizado por la fundación Valdemar para hacer el trabajo sucio, revela algo de talento. Su macabra historia canival es un elemento narrativo tan potente como desaprovechado, y tan desaprovechado como la repentina reaparición de Lázaro Valdemar.
El camino de los personajes hasta el final se traduce en una penosa excursión hacia una oscura cueva sin ninguna emoción hasta que vuelven a aparecer el mal invocado, en una sucesión grotesca de discusiones de instituto. Parece mentira que la jauria palomitera que veía la película detrás mío tuviera más criterio que el director José Luis Alemán, convirtiendo en frase escueta lo que era un clamor interior: "¿Y dónde está el monstruo?" (lo único bueno de la película, sin duda, el bicho).
Obviamente, la presencia del dios Cthulhu, tanto por las dificultades y coste para animarlo como por cuestiones narrativas, no se puede extender demasiado en el tiempo. Motivo añadido para intentar un ejercicio de síntesis y editar las dos películas de La herencia de Valdemar como una sola y rematarla con la aparición de esta criatura primigenia como fantástico colofón. No ha sido así, y las expectativas que el público pudiera tener se tornan espejismo.Muchas más noticias en No es cine todo lo que reluce.