Dice Harold Bloom que, para comprenderla, hay que leerla dos veces. Cierto es que entre mi primera lectura y esta última quizás haya pasado el suficiente tiempo para que caduque la máxima, pero yo vuelvo a sacar la misma conclusión: "La subasta del lote 49" se disfruta más cuanto menos intenciones hay de buscarle un sentido.
Y quien tenga ganas de seguir dándole vueltas, debería leer la reseña de El lamento de Portnoy.