Con todo lo que he leído, nunca me había pasado encontrarme un libro como La subasta del lote 49. A día de hoy, con la lectura recién finalizada, no sé decir si me ha gustado o no.
La narración es impecable, un estilo limpio, con ciertas florituras, un vocabulario muy rico y unos diálogos absolutamente brillantes (creo que lo mejor del libro, casi sin dudar), pero el problema es que las cosas que van sucediendo no tienen sentido, lógica ni un hilo conductor firme. Y aquí es donde hago el inciso: no es que le falte porque el escritor sea malo, sino que tengo la sensación de que todo ese batiburrillo que es La subasta del lote 49 es totalmente intencionado.
La protagonista, Edipa Maas, se ve involucrada en una curiosa trama al ser nombrada albacea del testamento de un tal Pierce, ex amante de Edipa que se ha hecho
Creo que Pynchon es un escritor difícil, y me atrevería a decir que o lo amas o lo odias. Yo no llego a odiarle, pero desde luego después de esta experiencia no me he quedado con muchas ganas de repetir. Ha sido un reto, y me ha gustado terminarlo aunque no me haya enterado de absolutamente nada.
No es una novela que vaya a recomendar pero tampoco voy a disuadir a nadie de leerla. Es una lectura extraña, delirante, absurda, sin sentido y, seguramente, tramposa, haciendo creer al lector que hay algo escondido entre los disparatados sucesos que le ocurren a Edipa Maas que no está captando y eso es lo que le impide comprender el objetivo del libro. Si la intención de Pynchon era esa, le aplaudo y me quito el sombrero. Si era crear algo que de verdad tenía sentido, entonces se ha equivocado estrepitosamente.
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