Más que una suerte es una desgracia para un país, a no ser éste grande y poderoso como los Estados Unidos, tener petróleo en su territorio nacional. Todos los países –excepción hecha de Norteamérica– en que el petróleo se produce en abundancia pasan por situaciones delicadísimas que acaban casi siempre desagradablemente para ellos. Bastará, para convencernos, ver lo que les ha ocurrido a todos los países productores de petróleo. En América hay dos países en esta situación: Méjico y Venezuela. El caso del primero es sobradamente conocido. Nadie duda de que gran parte de las revoluciones mejicanas son provocadas por las luchas de las grandes compañías petrolíferas norteamericanas, interesadas en derribar a un gobierno o en obtener grandes concesiones de él. El caso de Venezuela es bastante parecido. Tiene menos historia porque hace menos tiempo que se explotan los yacimientos venezolanos. Pero desde que esto sucede los conflictos internos y las complicaciones internacionales abundan más de lo que fuere de desear. El caso de Rusia es bastante diferente. No fue el petróleo lo que provocó la revolución comunista. Pero es lo que no pudieron explicar muchos actos increíbles realizados por los gobernantes europeos y americanos al reconocer al gobierno soviético. Y, también, lo que nos diera la clave de la organización de alguno de los célebres y derrotados “ejércitos blancos”, que encendieron la guerra civil en Rusia. Están muy próximos en el tiempo de los conflictos provocados por la posesión de Mossul para que nadie los haya olvidado. Sólo recordaremos que la lucha anglo-turca por la posesión de esos pozos pudiera ser la clave que explicase gran parte de la política turca, griega y británica en los últimos años en los que al Asia Menor se refiere. Queda, por último, Rumanía. La situación de este país es conocida por todos. La muerte del rey Fernando ha sido precedida y seguida de grandes desórdenes y trastornos a los que cabe pensarse no ha sido, del todo ajeno al petróleo. Sería demasiado largo examinar esos acontecimientos; pero como se han desarrollado en el último año lo creemos, además, inútil, porque todos lo recuerdan. Así, pues, todos los países que tienen la suerte de tener yacimientos petrolíferos dentro del territorio nacional se ven constantemente envueltos en conflictos interiores e internacionales que causan grandes trastornos y gravísimos daños. Es como una maldición caída sobre los países en que existe petróleo. Pero en realidad se trata sencillamente de la “desgracia del petróleo”. B.G. Espinosa Diario palentino | 23 Abril de 1928
Más que una suerte es una desgracia para un país, a no ser éste grande y poderoso como los Estados Unidos, tener petróleo en su territorio nacional. Todos los países –excepción hecha de Norteamérica– en que el petróleo se produce en abundancia pasan por situaciones delicadísimas que acaban casi siempre desagradablemente para ellos. Bastará, para convencernos, ver lo que les ha ocurrido a todos los países productores de petróleo. En América hay dos países en esta situación: Méjico y Venezuela. El caso del primero es sobradamente conocido. Nadie duda de que gran parte de las revoluciones mejicanas son provocadas por las luchas de las grandes compañías petrolíferas norteamericanas, interesadas en derribar a un gobierno o en obtener grandes concesiones de él. El caso de Venezuela es bastante parecido. Tiene menos historia porque hace menos tiempo que se explotan los yacimientos venezolanos. Pero desde que esto sucede los conflictos internos y las complicaciones internacionales abundan más de lo que fuere de desear. El caso de Rusia es bastante diferente. No fue el petróleo lo que provocó la revolución comunista. Pero es lo que no pudieron explicar muchos actos increíbles realizados por los gobernantes europeos y americanos al reconocer al gobierno soviético. Y, también, lo que nos diera la clave de la organización de alguno de los célebres y derrotados “ejércitos blancos”, que encendieron la guerra civil en Rusia. Están muy próximos en el tiempo de los conflictos provocados por la posesión de Mossul para que nadie los haya olvidado. Sólo recordaremos que la lucha anglo-turca por la posesión de esos pozos pudiera ser la clave que explicase gran parte de la política turca, griega y británica en los últimos años en los que al Asia Menor se refiere. Queda, por último, Rumanía. La situación de este país es conocida por todos. La muerte del rey Fernando ha sido precedida y seguida de grandes desórdenes y trastornos a los que cabe pensarse no ha sido, del todo ajeno al petróleo. Sería demasiado largo examinar esos acontecimientos; pero como se han desarrollado en el último año lo creemos, además, inútil, porque todos lo recuerdan. Así, pues, todos los países que tienen la suerte de tener yacimientos petrolíferos dentro del territorio nacional se ven constantemente envueltos en conflictos interiores e internacionales que causan grandes trastornos y gravísimos daños. Es como una maldición caída sobre los países en que existe petróleo. Pero en realidad se trata sencillamente de la “desgracia del petróleo”. B.G. Espinosa Diario palentino | 23 Abril de 1928