La Sultana

Por Susana Peiró @MujeresHistoria
Hacia 1521 y durante las guerras ruso-crimeanas, la pequeña hija de un sacerdote ortodoxo ucraniano fue capturada por los tártaros, luego vendida como esclava al encumbrado Makbul Ibrahim Pasha, posteriormente regalada a la sultana Hafsa y finalmente enviada al harén del monarca más poderoso del siglo XVI: Solimán El Magnífico
Haseki Hürrem Sultan, née Alexandra Anastasia Lisowska y más conocida por su apodo Roxelana (1) tenía apenas 17 años cuando puso sus pies por primera vez en el harén del palacio Topkapi, un laberinto lúgubre y crepuscular de 15.000 m2 y 400 habitaciones, donde legiones de mujeres conspiraban y competían como tigresas por el favor de su amo. La historia cuenta cómo esta pelirroja, bella y fatal, con una estrategia digna de un maestro de ajedrez, se convirtió en una de las mujeres más prominentes durante la era conocida como el Sultanato de las Mujeres. Eliminó a sus rivales y rompiendo con la tradición se casó legalmente con el Emperador Solimán, Sultán del Imperio Otomano, Califa del Islam, Señor de Señores, Rey de Reyes…y lo hizo su esclavo hasta la muerte.



A diferencia de su contemporánea, la desdichada Ana Bolena, Roxelana lo hizo y mantuvo la cabeza en su lugar. ¿Cuándo decidió dejar de ser una humilde y manoseada esclava? Probablemente cuando la alinearon junto a cientos de mujeres, para que el Gran Sultán eligiera con quien pasar la noche. Ella fue la única que no bajó los ojos en presencia del hombre y se quedó mirándolo, sin pestañear y con la cabeza en alto. Una osadía que se pagaba con la muerte…o un pasaje a la alcoba real.  Solimán perdió la cordura y el turbante por Roxelana, la mujer de cabello hermoso y ojos llenos de picardía y se olvidó por completo de sus otras mujeres, incluyendo su consorte favorita hasta esos momentos: la maja montenegrina Mahidevran. Mientras Roxelana paría, uno tras otro, cinco hijos del Sultán, debió sortear cientos de intrigas, dagas corvas y las trampas que le tendía la despechada Mahidevran, dispuesta a todo por recuperar su lugar de privilegio. La rivalidad entre ambas mujeres, sus hijos (y sus tribunas) fue a muerte, hasta que una jugada magistral de la colorada, dio vuelta el tablero del poder.  Roxelana sabía que el Código de Leyes Osmanli, permitía al sultán elegir su heredero al trono y también ejecutar a todos los que pudieran disputarle el lugar. Para cuidar su prole y a sí misma, Roxelana insólitamente pidió ser instruida en la religión musulmana. Una vez convertida, le dijo a su amante que la nueva religión “no le permitía tener relaciones sexuales con un hombre sin estar casada”. Solimán se puso como loco y resistió tres días completos sin tocar a su amada. Según Fontenelle, en sus Diálogos de los muertos a la tercera noche, el poderoso hombre tiró por la ventana doscientos años de tradición otomana y le pidió a su ex concubina que se casara con él. 
Ante el asombro de propios y ajenos, la ucraniana se convirtió en la persona más importante del Imperio Otomano y algo más insólito aún: el sultán renunció inmediatamente a todo su harén. Los diplomáticos extranjeros, comenzaron a llamar Russelazie o Roxelana, al palacio de Solimán en clara alusión a la enorme influencia de la Sultana sobre el marido.
Mientras Solimán se dedicaba en cuerpo y alma a su pelirroja, Roxelana llevó adelante su propia agenda. Participó en la construcción de edificios públicos y fundaciones de caridad, desde La Meca a Jerusalén, una mezquita, dos escuelas coránicas, fuentes, un hospital para mujeres, un comedor para alimentar a los pobres y necesitados y por supuesto, fue mano derecha y asesora de Solimán en todos los asuntos del gobierno.  Inteligente, certera y rápida de reflejos, la Sultana fue eliminando a todos sus adversarios, uno por uno, por las buenas y por las malas y en entramados dignos de tragedia shakesperiana, logró que uno de sus hijos, Selim “El Borracho”, heredara el Sultanato (2) Un 15 de abril de 1558, la muerte sorprendió a la imparable mujer, antes que pudiera disfrutar las mieles del poder absoluto que estaba construyendo. Solimán la lloró hasta su propia muerte, ocho años después. Los restos de ambos descansan en el jardín de la Mezquita de Süleymaniye y dicen que en las noches de verano se puede escuchar susurros del poema que el hombre supo componer para su mujer: /Mi amor, mi luz de luna/Mi más sincera amiga, mi confidente, mi Sultana, mi único amor/ La más bella entre las bellas…/ Mi Constantinopla, mi Caraman, la tierra de mi Anatolia/Mi Badakhshan, mi Bagdad y Jorasán/Mi mujer del cabello hermoso…/y ojos llenos de picardía/ (1)También se la conoció como Roxolena, Roksolana, Roxolana, Roxelane, Rossa, Ruzica, todos apodos derivados del intenso color rojo de su cabellera. Para los turcos fue “Hürrem”, algo así como la más alegre y divertida… 

(2) Selim II se ganó su apodo “El Borracho”. El rubio-pelirrojo Sultán que sucedió a Solimán fue un libertino de ley, tan famoso por sus juergas (y orgías) como por su desastroso gobierno. 
Nota: Haseki Hürrem Sultan Hamamı o "Los Baños de Roxelana” fueron construidos por orden de Solimán para homenajear a su esposa. 
Fuentes: 
. Galina I. Yermolenko. Roxolana in European Literature, History and Culture. Ashgate Publishing, Ltd., 2010. Pág. 151 
. Davis, Fanny. The Ottoman Lady: A Social History from 1718 to 1918. Greenwood Publishing Group, 1986. Pág. 131 
. Peirce, Leslie P. Assistant Professor of Near Eastern Studies Cornell University. The Imperial Harem : Women and Sovereignty in the Ottoman Empire: Studies in Middle Eastern History.Oxford University Press, 1993. Pág. 128 
. Piterberg, Gabriel. An Ottoman Tragedy. Volumen 50 de Studies on the history of society and culture / Studies on the history of society and culture. University of California Press, 2003. Pág. 14
. Wikipedia: enlaces en texto.
Imágenes: Internet.