Etiquetas
Dan Brown, escritores, escritura, ficción, lectores, lectura, libros, novelas, novelas de vampiros, suspensión de la incredulidad, teoría de la conspiración, thrillers
¿Alguna vez sintió que una novela que estaba leyendo se volvía ridícula?
Cuando la ficción se exagera dejamos de disfrutar de ella y, de hecho, dejamos de leer. Por otra parte están esas novelas en las que la misma premisa desafía la lógica y, sin embargo, no podemos dejar de pasar las páginas. Incluso la ficción realista puede someter a sus personajes a situaciones que enviarían los seres humanos comunes a una permanente terapia psicológica, y sin embargo, los lectores se identifican con esos personajes y alaban el poder de observación del autor y su capacidad de capturar la “verdad” de la experiencia humana.
Definiendo: se llama suspensión de la incredulidad al pacto de hecho que se da entre el escritor y el lector, donde el primero presenta una serie de reglas por las cuales se rige su mundo de ficción y el lector acepta estas reglas como verdaderas aunque difieran del mundo real. Pero esto no es gratis, el lector acepta “creerse” una nueva realidad siempre y cuando envuelva una buena historia.
¿Cómo logran eso los autores? Cuando las novelas funcionan, es porque construyen una sensación de credibilidad, de lógica interna. Para que el lector pueda entrar en la historia y la experimente, deben lograr cohesión y coherencia. Para que el lector “compre” la historia los escritores deben trabajarse la “venta”.
Entonces, ¿cuál es el sistema para lograr que una historia se perciba como verdadera? Más que eso, ¿cómo podemos construir los acontecimientos de alto nivel de dramatismo que marcan una experiencia poderosa y transformadora en una novela, y al mismo tiempo hacerlo de una manera en la que sus lectores no duden e incluso los vean lógicos y coherentes?
Para encontrar estas respuestas hay que ahondar en lo que nos muestran algunas de las historias más extravagantes que nos podemos encontrar en los estantes de las librerías de todo el mundo: thrillers construidos alrededor de conspiraciones, clonación humana, virus asesinos, ingeniería genética de vanguardia y seres sobrenaturales.
¿Usted es paranoico? Me refiero profundamente paranoico hasta el punto de que sus amigos piensen que está obsesionado y que probablemente necesite ayuda profesional. ¿Sabe demasiado sobre Masones, Opus Dei, Templarios, MK Ultra y agencias de operaciones encubiertas? Si responde afirmativamente usted tiene todos los ingredientes para armar una novela conspirativa. Y usted no es el único: Graham Greene, Robert Ludlum, Dan Brown, Margaret Atwood y Phillip K. Dick son algunos de los nombres que aportaron un brillante pedigrí literario al tema de las conspiraciones.
Hay un enorme número de razones para ser paranoico en la actualidad, sólo hace falta mirar las noticias. Pero a juzgar por las novelas que más venden, hay ciertos temores que disparan esta sensación en la gente. El control del gobierno y la justicia por unos pocos escogidos, el movimiento en las sombras de antiguas sociedades secretas, la clonación humana y la ingeniería genética, los seres sobrenaturales como vampiros, hombres lobo y espíritus parecen ser los temas que más nos preocupan. Hay también algunas teorías conspirativas que están en el imaginario colectivo en este momento y sobre las que se pueden edificar interesantes argumentos de ficción:
Los que manejan los hilos. Una o varias organizaciones financieras secretas son dueñas de la mayoría de la riqueza del mundo y dirigen los gobiernos a su antojo.
Medicinas que matan. Las multinacionales farmacéuticas esconden los tratamientos más eficaces con el fin de perpetuar la venta de paliativos caros. Es más rentable evitar la muerte y aliviar durante años a un enfermo crónico que simplemente curarlo. También ocultan los tratamientos baratos y los que están al alcance de todos.
Obsolescencia programada. Los fabricantes de los bienes de consumo más vendidos se pusieron de acuerdo y deliberadamente hacen que sus productos se rompan o queden obsoletos poco tiempo después de acabar el tiempo de garantía.
Redes sociales espías. Todas las redes sociales fueron creadas y funcionan con la ayuda y el control de los servicios secretos, que supervisan toda la información que volcamos a la red.
Pantallas con ojos. Las computadoras portátiles, los televisores, los teléfonos (por supuesto) y las consolas de videojuegos nos espían. La mayoría de los dispositivos electrónicos actuales son capaces de realizar un seguimiento de la actividad de sus propietarios y enviar esa información a quien las controle.
Ciber-círculo vicioso. Los fabricantes de hardware estimulan con sus productos la utilización masiva de software caro y los programadores promueven la compra de dispositivos más poderosos elevando la demanda de recursos. Los creadores de aplicaciones antivirus, lanzan sus propios virus en la red para provocar la demanda de sus productos.
Monopolio negro. Las compañías de gas y petróleo, para no perder su hegemonía mundial en el mercado energético obstaculizan el desarrollo de energías alternativas y transporte eficiente. Los proveedores mundiales de combustibles caros paralizan, por diversos medios, el desarrollo de vehículos eléctricos, la producción de electricidad procedente de fuentes renovables y la investigación de cualquier fuente alternativa de energía.
¿Pero por qué estos peligros y no los comunistas, tercera guerra mundial con bombas nucleares, sectas religiosas, meteoritos gigantes, extraterrestres invasores, o cualquiera de las otras preocupaciones inquietantes que nos han angustiado en el pasado? Obviamente, los temores paranoicos van cambiando con las tendencias de pensamiento. Son el reflejo de lo que es nuevo, inexplicable y desconocido. Bueno, supongo que la excepción son los vampiros. Ellos han estado dando vueltas un tiempo ya (en la ficción, al menos), y de alguna manera han pasado de ser monstruos terroríficos a los objetos de fantasías sexuales.
Vamos a comenzar con este principio: Tenemos miedo a la oscuridad. En otras palabras, tenemos miedo de nada. No hay algo debajo de la cama por la noche que no está allí durante el día. Dentro del armario sólo se encuentra nuestra ropa, nada más. Lo mismo sucede con las conspiraciones, la clonación en masa, la inteligencia artificial y los seres sobrenaturales. No son reales. No, lo siento, no lo son. No vamos a entrar en una discusión sobre esto.
Las conspiraciones reales son, históricamente hablando, extremadamente raras y la mayoría sin éxito. Aún no podemos clonar seres humanos como productos completamente controlados, y es poco probable que podamos hacerlo por un tiempo. Las computadoras aún no pueden pensar. Ni siquiera pueden distinguir comentarios sarcásticos de los reales, mucho menos pergeñar la conquista del planeta por las máquinas. ¿Y los vampiros? Por favor. Haga que su dentista le implante colmillos de prótesis, si quiere, pero es mejor que lo supere: No vivirá para siempre.
La gente lo sabe. Los lectores, en general, no son paranoicos.
A pesar de los esfuerzos de los extremistas religiosos, nuestros tiempos siguen siendo racionales y científicos. Es importante que los novelistas de suspenso acepten esto. ¿Por qué? Debido a que su primera tarea consiste en convencer a los lectores que lo improbable no sólo es posible, no sólo existe, sino que en realidad está sucediendo. Y esto no es tan fácil como parece.
Nuevas novelas de conspiraciones paranoicas se dan a conocer cada semana. Muchas tienen premisas similares a otras exitosas novelas, películas y programas de televisión, pero no funcionan. No son capaces de asustar. El fracaso no radica en la mala selección de una posibilidad aterradora u otra, después de todo, muchos otros novelistas ya nos han atemorizado con cábalas masónicas, ordenadores fuera de control, y clones de Hitler. No, el verdadero fracaso es que no logran superar la resistencia racional del lector. La primera responsabilidad de un escritor de suspenso es convencernos de que el marco inicial, el statu quo en su mundo de ficción, es real. ¿Cómo? En esencia se debe pulverizar cada partícula de resistencia lector. Cada objeción racional debe ser borrada, una a una. No hay problema, usted pensará. Pero pocos manuscritos de suspenso de escritores nóveles cumplen con ese desafío.
Incluso autores superventas tienen dificultades para asustarnos con lo improbable (me remito a Inferno, de Dan Brown). Por eso se han desarrollado ciertas estrategias narrativas para ayudarle a lograr este objetivo. ¿Cuáles son estas fórmulas mágicas?
Primera, ignore por completo al lector y en su lugar haga de los personajes de su novela unos convencidos creyentes.
Segunda, concéntrese en hacer de su villano alguien reconocidamente humano. Con dudas, temores y creencias. Incluso alguien no completamente malvado.
Tercera, mine la resistencia a lo improbable del lector aportando una ingente cantidad de medias verdades y datos pseudocientíficos.
Cuarta, elimine en forma sistemática de las razones por las cuales “esta cosa tan aterradora” no puede suceder en el mundo real.
Quinta, la historia base debe ser sólida y coherente. Las reglas deben estar claras desde el principio y se deben cumplir durante todo el resto del libro.
Estas son maneras de rodear el escepticismo natural del lector. Hago hincapié, una vez más, en que estas técnicas no son simples ni fáciles de aplicar. Requieren un nivel extremo de compromiso. Queda advertido: Si usted quiere asustar a los lectores de manera profunda y verdadera, entonces tendrá más trabajo del que había imaginado en un principio. Y deberá escribir más páginas también. ¿Ha notado que la mayoría de los thrillers de conspiraciones son libros gordos? Hay una razón para ello: cambiar la realidad lleva texto y esfuerzo.