La gran extensión de la lengua árabe por Oriente Medio y el norte de África camufla que por esas mismas regiones existen o han existido numerosas lenguas como el bereber, el copto o el arameo. Sin embargo, estas lenguas tienen en común con el árabe el pertenecer a la familia afroasiática.
Esta familia tiene una gran diversidad interna debido a su larga historia, al fin y al cabo, ya el acadio o el egipcio estaban consolidados como lenguas separadas hace más de cuatro mil años. Sin embargo, hay un rasgo que se ha ido manteniendo de forma consistente en la mayoría de las lenguas, que es la formación del femenino.
En árabe estándar para decir rey diríamos malik, y el femenino sería malika, sin embargo, en el momento en el que el femenino se flexiona se añade el sonido -t, por lo que en nominativo singular tendríamos respectivamente malikun y malikatun.
Es por tanto el sonido t lo que marca el femenino en estas lenguas. Así, en acadio de sharr (rey) tenemos sharrat (reina). Pero no solo en las lenguas semíticas podemos observar este fenómeno, por el contrario, en amazigh la t se emplea con este fin, pero no solo como sufijo sino también como prefijo, por eso en esta lengua encontramos izem (león) y tizemt (leona).
En el antiguo egipcio -t se usaba también como sufijo con valor femenino, pero en el cóptico los nombres masculinos terminan en -a, -e, -o mientras que los femeninos terminan en -e (-i en el dialecto bohairico) o en una vocal larga. Sin embargo en el artículo determinado femenino ti- (Como en ti-ishimi “la mujer”) si que se ha mantenido este sonido. Igualmente en los pronombres posesivos los masculinos empiezan por la p- y los femeninos por la t-.
Igualmente en el somalí, si bien los nombres femeninos suelen terminar en -o o en -ad (Esta última terminación, sin embargo, podría ser una derivación de -at), el artículo determinado femenino consiste en el sufijo -ta.
El femenino afroasiático marcado con la t no simplemente hace referencia al sexo de la persona o el animal en cuestión, sino que también se ha usado para denotar ideas abstractas, como el acadio damiqt (lo bueno), para señalar el singular en algunos casos, como el árabe namlat (hormiga) derivado de naml (hormigas), elementos con un rol pasivo, véase el acadio lubusht (ropa) o para formar diminutivos, por ejemplo nart significa riachuelo en acadio.
Hay quienes argumentan que esta última cuestión, la de los diminutivos, habría pasado al sardo, que no es una lengua afroasiática, fruto de contactos o migraciones hace miles de años vinculadas a la formación de la cultura nurágica. En esta lengua se observa que los nombres de varios animales pequeños empiezan por la t-, como tsiligerta (lagartija) o tilipirke (saltamontes).
No todas las palabras femeninas muestran una t. Por ejemplo umm (madre) en árabe no muestra tal fonéma, aunque este caso puede relacionarse con un patrón prácticamente universal para nombrar a los progenitores. Sin embargo burra en protosemítico sería *atan (En árabe sin embargo se emplea himarat que deriva de himar “burro”) o en árabe una mujer embarazada es hamil, lo que nos demuestra que no siempre se ha usado la t para marcar el femenino.
Efectivamente, en un principio el afroasiático usaba las terminaciones -i/-u para el masculino y -h/-i para el femenino, pero en algunos casos el masculino evolucionó hacia -iv/-uv, de lo que aún quedan restos como el pronombre masculino árabe huwa. El femenino sería eventualmente suplantado por la -t.
En el primitivo afroasiático parecía existir un sistema de marcadores con diferentes significados, del cual han quedado numerosos restos ya lexicalizados en las diferentes lenguas afroasiáticas, por ejemplo la -b designaba animales peligrosos, como en el semítico *kalb (perro) y la -r servía para nombrar animales domesticados, como en el árabe himar (burro). De esta forma, podemos especular que la -t era también uno de estos marcadores.
Sin embargo, no todas las lenguas afroasiáticas han abandonado los viejos sufijos. En la rama omótica muchos idiomas han perdido la distinción de géneros, pero quedan algunos como el Dime que han mantenido no solo esta distinción, sino también los sonidos -u para el masculino e -i para el femenino, haciendo uso de los sufijos –ub e –ind respectivamente. Por ejemplo si mulmulub es “redondo”, mulmulind es “redonda”.
Las lenguas afroasiáticas empezaron a divergir en el cuerno de África hace miles de años, sin embargo han conservado, con diversas variaciones, el uso del sonido t para referirse al femenino.
BIBLIOGRAFÍA
- “The Afroasiatic Languages” De Zygmunt Frajzyngier y Erin Shay
- “Studies in Nominal Modification in Bohairic Coptic” de Yourdanis Sedarous
- “Afrasian Languages” de I.M.Diakonoff
- “An Introductory Coptic Grammar” de John Martin Plumley
- “Beginner’s Somali Grammar” de Morgan Nilsson
- “A Grammar of Dime” de Mulugeta Seyoum
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