Este libro me llegó al principio del verano y, nada más verlo, Mork se lo adjudicó y lo leyó casi enseguida (reseña). La mayor parte de las veces que ocurre esto, resulta que el libro no le suele gustar, y luego yo ando reticente a leerlo, porque claro; si dice que no es muy bueno, con la cantidad de libros pendientes y apetecibles que tengo, como que lo dejo al final de la lista. Pero este le gustó desde el primer momento y lo devoró en tiempo récord, así que esta vez lo he empezado con ganas.
La historia está ambientada en dos épocas. Primero conocemos a Ana, en la época actual, cuya pareja, Konrad, le encarga averiguar el paradero de un cuadro muy especial: El Astrólogo, de Giorgione. Es especial porque, aparentemente, nadie lo ha visto nunca, y hay dudas de que exista en realidad, pero tienen constancia de que Himmler estaba interesado en conseguirlo gracias al expolio que los alemanes realizaron de las obras que atesoraba la población judía. Ana es una treintañera apasionada del arte, bohemia y con una falta terrible de iniciativa y de confianza en sí misma; por el contrario, Konrad es un millonario cincuentón alemán que acapara toda la atención de Ana y que, aunque sus múltiples compromisos hacen que esté mucho tiempo viajando, la trata como a una reina.
En su investigación, nuestra protagonista consigue la ayuda de un profesor de la universidad de París, Alain Arnaux, que se interesa especialmente por el tema y acaba convirtiéndose en su colaborador. Ambos formarán un buen equipo, aunque al principio sea a regañadientes, para desentrañar los misterios que se les presentan a raíz de la búsqueda de este cuadro tan misterioso, al que el Führer atribuía poderes mágicos. ¿Será verdad?
Y en la otra vertiene está el verdadero paradero de El Astrólogo durante la II Guerra Mundial. Sarah Bauer ha escapado de Estrasburgo, donde los nazis han detenido a su familia, y ha llegado hasta París, que ahora está ocupada también por los alemanes. La acompaña un chico que trabajaba en la hacienda de su familia, Jacob, que la quiere con locura y que siempre cuida de ella. Pero son judíos y la vida en París no es fácil para ellos; de hecho, a los familiares que Sarah tenía en la ciudad también se los han llevado, y todo se complica cuando un comandante de las SS, Georg von Bergheim, consigue dar con la pista de la chica: Georg y Sarah ya se conocían, y ella siempre pensó que era un hombre diferente al resto de sus compatriotas: no odia a los judíos y no comprende cómo se pueden estar llevando a cabo tantas atrocidades. Pero no puede evitar huir de él después de lo que presenció en Estrasburgo…. Y, en el medio de toda esta historia, está el cuadro.
La novela va alternando capítulos durante la guerra y capítulos de la búsqueda de Ana y Alain, de tal manera que muchas veces terminan en un momento álgido y no puedes evitar parar de leer para conocer lo que pasa más adelante. Además, los capítulos de la guerra comienzan con una pequeña introducción sobre los acontecimientos más destacados de ese mes o ese momento concreto donde encontraremos a Sarah Bauer, lo cual me ha parecido muy acertado. Así, vamos avanzando en la investigación de Ana a la par que acompañamos a Sarah y a sus amigos, tratando de sobrevivir en la ciudad de París. El personaje más destacado, para mí, fue Georg von Bergheim, porque se encuentra con la dificultad de formar parte de un ejército que comete atrocidades que no aprueba, pero a la vez quiere luchar por su país, evidentemente no de la manera que Hitler espera que luche. Así, trata de evadirse de las que son sus obligaciones, arriesgándose en exceso. Sarah, que es una de las protagonistas, es un personaje normal, sin nada destacable, pero que conecta con el lector, pero Ana fue la espinita clavada que tuve durante la lectura, porque no pude empatizar con ella. Se pasa toda la historia lloriqueando como un alma en pena, asustándose de todo y de todos, diciendo que va a dejar la investigación pero luego continuándola… No tiene voluntad propia y la verdad es que llega a ser exasperante; creo que ese personaje podría haber sido muy mejorable, en lugar de haberse quedado en un quiero y no puedo.
En cuanto al desarrollo de la historia, va enganchándote en sus engranajes poco a poco. A veces se olvida un poco del cuadro para dar más protagonismo a los personajes que se supone que tienen relación con él, claro está, y el resultado es que estás pendiente de todo lo que les pasa y del paradero de la obra. Ayuda mucho que sos capítulos sean cortitos, porque siempre piensas en”leer uno más”. Pero el fallo garrafal, para mi gusto, ha sido el final del libro. Evidentemente no lo puedo contar, pero deciros que, hasta entonces, iba a ponerle 5 puntos (a pesar de que Ana no me caía nada bien, pero me estaba gustando la historia), pero cuando lo terminé pensé en bajarle a 3 puntos. Luego me he quedado a la mitad, para no ser extremista. Básicamente ocurren dos cosas: un personaje sufre un cambio de personalidad, tipo Dr. Jekyll y Mr. Hyde, que creo que no venía a cuento y, además, el misterio del cuadro no se resuelve, y me parece que para los lectores es una decepción total eso de mantener la incertidumbre por siempre jamás.
Por otra parte, el libro me ha recordado mucho a otras dos novelas: La llave de Sarah (reseña), y no solo por el nombre de las protagonistas, aunque el de de Rosnay me gustó más; y a Dime quién soy (reseña), pues tanta búsqueda de personas se asemeja mucho a la de La tabla esmeralda; es como una mezcla de ambas.