Soy un tipo, digamos, de novelas. Rara vez me decanto por un libro de cuentos cuando traspaso el umbral de la Universitaria o, que nadie se entere, la Internacional. Disfruto la obra larga (aunque no paquidérmica), laberíntica, plagada de matices. "En la novela ganas por puntos, en el cuento por KO". Algo así decía el che. Soy lector de puntos, pues.
La idea de trabajar en una novela me nació con la curiosidad por escribir, es decir, en la flor de la inmadurez -que a la fecha no abandono-. Recuerdo que cuando por vez primera comencé a redactar una novela, ni siquiera tenía del todo claro la diferencia entre ella y un libro de cuentos. En mi cabeza, yo sencillamente estaba escribiendo un libro. Más de eso, que lo ayude dios.
Luego vino, años más tarde, Revólver, el manuscrito más cargado de lugares comunes que se haya visto en la era del cristo redentorsh. Un libraco indescifrable, ilegible, al que, pese a todo, le guardo algo de cariño. Fue mi primera obra completa (para entonces, contaba, a lo sumo, con tres cuentos, dos de ellos inconclusos). Yace en peldaño último del mueble, cubierta por el moho y la melancolía.
Hace dos años, tres tal vez, me apareció en la cabeza una idea. Se la comenté a un amigo con quien, en teoría, pretendía escribir una novela conjunta (plan real visceralista destinado al fracaso desde la primera cerveza). La peloteé, la olvidé, la abandoné y la retomé. La trabajé con esmero, la reescribí y la odié. La maduré, la vi crecer por sí sola. Y el sábado por la noche, día mundial de la cosa más trivialmente hermosa que existe en la vida, la terminé con la frase rara esa de allá arriba del post, palabras que cargaba entre ceja y ceja desde hace unas ciento cincuenta páginas. Como padre orgulloso -aunque lleno de cautela también-, decidí retomar mi blog para dedicarle una publicación que nadie va a leer.
Ahora se me viene encima un cruel trabajo de revisión, lectura, reescritura, autoedición, lectura, lectura y relectura. En el proceso, me conozco bien, puede que la homenajeada resbale entre nubes de polvo y se pierda en la memoria. Puede, también, que algún día no muy lejano, mi primera novela repose en el estante abandonado de la Universitaria, codo a codo, portada a portada, con gente que de estas cosas sabe muchísimo más que yo.
Mientras tanto, la tarde estalla en llamas de sol.
El martes por la madre al Madrí. Mourinho traductor.
© danny