Me consta que hay gente, como Una mamá española en Alemania, que no tienen tele. Esto para nosotros sería impensable, nos gusta mucho, la vemos bastante y desde luego no es un trasto más en la casa. Después del ordenador (sin cuya conexión a Internet no sé si podría aguantar más de dos días), la tele es el chisme que más valoro en un hogar.
En mi casa (y anteriormente en casa de mis padres), es habitual verla puesta desde la mañana a la noche. Esto no quiere decir que la estemos viendo, pero sí que nos hace compañía. Y es que yo, aunque soy un poco asocial, eso de pasarme horas y horas sin hablar con nadie lo llevo mal; tener la tele puesta es tener una compañía postiza a la que en cualquier momento puedes quitarle el volumen.
Tanto mi marido como yo hemos visto mucha televisión en nuestra infancia/adolescencia y estamos bastante cuerdos. Hoy día está muy demonizada, como si fuera obligación de los que programan las cadenas emitir programas interesantes, culturales y educativos (que, por otra parte, estoy segura de que tendrían unos índices bajísimos de audiencia). Mis padres nunca compartieron esa visión tan terrible y recuerdo haber pasado muchos años de mi adolescencia viendo, sentada junto a mi padre, A Tu Lado. Allí nos sentábamos los dos a ver aquella basura, comentando las mejores jugadas, y nos lo pasábamos francamente bien. No me ha quedado ningún trauma, ni me he vuelto una promiscua, ni he intentado tirarme a un famosillo para luego salir a contarlo, ni nada por el estilo. Lo cual demuestra que la tele no te agilipolla de por si y que si la ves con espíritu crítico probablemente hasta aprendas algo. De ahí que mi marido comprara hace unos años el libro Todo lo que sé lo aprendí de la tele, que bien merece una lectura.
Mi bebito ha debido heredar este gusto por la tele, porque no tenía ni un mes cuando se quedaba alucinado con los colorines y parpadeos de la pantalla. La cosa fue a más, pronto empezó a cabecear cuando alguien se le ponía delante y le impedía ver y a día de hoy hasta te aparta con la mano para que no le interrumpas su visión.
A mi esto no me gusta. Que venga alguien a ver al niño y al niño se le vayan los ojos a la tele no me gusta nada. Como tampoco me gusta que esté en el parque medianamente tranquilo no por sus juguetes, sino porque desde allí está pendiente de todo lo que sale en la caja tonta. Así que en el último mes la tele ha estado casi siempre apagada. O encendida, pero cuando él está durmiendo.
Eso sí, el poder de los vídeos de Baby Einstein es digno de un estudio y para esto sí que la sigo usando. Todavía recuerdo cuando para desayunar tranquilamente, bastaba con salir siligosamente de la habitación, dejándole en su minicuna. Esto ahora es impensable porque aunque le deje en el parque con sus cositas, enseguida empieza con el ñiiiiiiiiiii, que a parte de sacarme de quicio e impedirme hacer nada, debe poner de muy mala leche a los vecinos a las 7 de la mañana. Así que todas las mañanas empezamos el día con su desayuno y un capitulito de Baby Einstein, que es como si no hubiera niño.
No me siento muy bien recurriendo a estos vídeos porque por el efecto hipnótico que tienen parece enteramente un arma de lobotomización de su cerebro. Pero es que si no los usara a lo largo del día, no desayunaría, no recogería mínimamente la casa ni haría la comida... no podría hacer nada salvo que se durmiera, y no duerme tanto a lo largo del día como para llegar a todo. Reconozco que algún día, exahusta y teniéndole al lado con muchas ganas de fiesta, le he sentado a ver un vídeo mientas yo me tumbaba en el sofá para descansar esos minutos.
Así que no reniego de la tele, sería imposible, pero sí que creo que hay que tener un control. Y no ya por el contenido, que también (aunque aún sea muy pequeño para entender lo que sale en pantalla) ,sino, sobre todo, porque no quiero que se apalanque frente a la tele, con la cantidad de cosas interesantes que se pueden hacer de niño (y más con todas las cosas que tienen los niños hoy día) y teniendo a su madre a su disposición para lo que él necesite (que ya hubiera querido yo lo mismo para mi de pequeña).