Como habíamos previsto, pura deducción, el simple teorema de la desvergüenza castrista: no confían ni en títeres. Lo único que había que descubrir era la manera y el momento que adecuarían para hacer pública la exhibición del príncipe.
Más Castro a la vista, avisaría el grumete desde el palo mayor, solo que en este caso, la nave se encuentra encallada en la costa desde hace seis décadas y no encontramos la maniobra conveniente para el desarrollo y libertad del pueblo de Cuba.
A quién más se me parece este Alejandro Castro Espín es al dictador ruso Vladimir Putin; coinciden en una parecida trayectoria militar y de espionaje.
La vida de los cubanos parece una melodramática telenovela a la que se le amplían capítulos y temporadas sin que su fin logre resolverse.
Ángel Santiesteban-Prats
12 de abril de 2015
Prisión Unidad de Guardafronteras
La Habana